Si fueras un súbdito romano del s. I, el emperador exigiría de ti lealtad absoluta, ¿cómo? Jurando por medio de la siguiente fórmula: “César es el Señor”. Negarse a confesar tal declaración era enfrentarse incluso a la muerte. De hecho, muchos cristianos sufrieron el martirio por rechazar al César y confesar que sólo Jesús es Señor.
Aunque un amplio sector evangélico no es muy dado ni a credos, ni a confesiones de fe, o catequesis, lo cierto es que, primero, son tremendamente útiles para memorizar una correcta teología, y, segundo, muchos han sido escritos “con sangre”, como el famoso Credo de los Apóstoles, que reza:
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
En un momento donde ser radical para un creyente implica cosas tales como llamar al sermón “charla”, o volverse flexitariano, los primeros cristianos llamaban a Jesús “Señor” aún ante la sombría perspectiva de la persecución, el oprobio y la muerte. La pregunta es, ¿por qué? ¿Por qué es tan importante reconocer a Jesús como Señor?
- Porque Dios Padre le ha exaltado.
Jesús es Dios. Por tanto, Él es Señor, ¿cierto? Ahora, ¿cómo podemos hablar entonces de la exaltación de Jesús como Señor? En palabras del pastor y teólogo del s. XVI Thomas Watson, Jesús no fue exaltado “con respecto a su deidad, porque esta no puede exaltarse más alto (…) sino que Él ha sido exaltado en su naturaleza humana”.
Jesús es el Mesías, el Cristo. El tan profetizado y ansiado liberador que Israel necesitaba. Aquel de quien el rey David dijo en el Salmo 110:1: “dice el Señor [Yahvé, Dios Padre] a mi Señor [Adonai, una referencia al Mesías, al Cristo]: siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
El Mesías, Jesucristo, es Señor y dominador de todo y todos.
Pero, de nuevo, ¿no lo ha sido siempre? ¿No ha sido la Segunda Persona de la Trinidad siempre Señor? Así es, pero es en su humanidad que Jesús fue resucitado, y como hombre Él ascendió al cielo, donde el Padre le sentó a su diestra, lo cual es lenguaje de señorío, de dominio sobre todo (Efesios 1:20), y es como hombre que Él regresará (Hechos 1:11). Así pues, es como hombre, que podemos decir que Jesús “se ganó” el derecho de ser exaltado y de ser Señor sobre todo. Varios versículos apoyan esta afirmación:
-Daniel 7:14: Y le fue dado dominio, gloria y reino…
-Mateo 28:18: toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
-Hechos 2:36: Dios le ha hecho Señor y Cristo
-Romanos 1:3: fue declarado Hijo de Dios con poder
-Efesios 1:20: [el Padre] le sentó a su diestra en los lugares celestiales.
-Filipenses 2:9-11: Dios también le exaltó … y le confirió el nombre que es sobre todo nombre (…) para que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor.
-Hebreos 2:9: …vemos a aquel que fue hecho un poco inferior a los ángeles [encarnación], es decir, a Jesús coronado de gloria y honor a causa del padecimiento de la muerte…
-1 Pedro 3:22: Jesucristo, quien está a la diestra de Dios, habiendo subido al cielo después de que le habían sido sometidos ángeles, autoridades y potestades.
Estos y otros textos confirman que Jesús se ha ganado el derecho como hombre de ser lo que ya era como Dios: el Señor de todo. El Padre ha exaltado a Jesucristo, haciéndole Señor sobre todo, debido a su obediencia y éxito perfectos como hombre.
- Porque Su Iglesia está rendida a Su Señorío
La palabra Señor se utiliza en el Nuevo Testamento más de setecientas veces para referirse a un amo o jefe humano o a una persona que ejerce autoridad sobre otra. Usada en relación con Jesús, a menudo denota Su absoluta autoridad sobre todo y todos. De hecho, este es el segundo título más utilizado para referirse a Él en el NT y que le otorga el rango superior, el rango de divinidad. En palabras del teólogo Michael F. Bird refiriéndose a Jesús como Señor: “el sol en el centro del universo teológico del Nuevo Testamento es este: Jesús reina”.
Jesucristo es Señor. Sólo un vistazo al Nuevo Testamento nos informa de que la recién inaugurada Iglesia se sometía a su señorío:
- A Su Palabra:
-1 Cor 7:10: A los casados instruyo, no yo, sino el Señor
-1 Tes 4:15: Os decimos esto por la palabra del Señor
- A Su Ejemplo:
-1 Cor 11:1: sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo
-1 Ped 3:21: Cristo sufrió… dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas
- A Su Mensaje:
-Hechos 5:14: más creyentes en el Señor … se añadían
-Hechos 18:31: enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo
-2 Cor 4:5: predicamos… a Cristo Jesús como Señor
-Rom 10:9: si confiesas con tu boca a Jesús por Señor
- A Sus Órdenes:
-Juan 14:15: si me amáis, guardaréis mis mandamientos
– 2 Cor 10:5: poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo.
– 2 Tes 1:8; los que no obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús
-1 Juan 2:5: el que guarda su palabra, en él verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado
Declarar que Jesucristo es Señor es la confesión más importante que una persona puede expresar en toda su vida. Identificarle como Señor hoy es convenir con la exaltación que el Padre ha hecho de Él. Es alinearse con las enseñanzas claras de la Palabra que afirman que Él es Dios y Señor. El primer ministro de los Países Bajos, Abraham Kuyper, tenía razón al declarar que “no existe un milímetro cuadrado en todo el dominio de la existencia humana en el que Cristo, el soberano sobre todos, no grite: ‘mío’”.
Pero, no sólo declaramos con toda certeza que Él es Señor, ¿verdad? Aún los demonios hacen tal afirmación (Santiago 3:19). Hemos de ir un paso más, ¿no sometemos realmente al señorío de Cristo? Alguien dijo que el término Señor ha perdido una gran reverencia y relevancia en la iglesia… Un término cuasi arrinconado para referirse a “un líder espiritual relevante”. Que el Señor nos guarde de tal cosa. ¡Decir que Jesús es Señor debe implicar obediencia constante a tal Señor! ¡Devoción a Cristo! ¡Al único Dios ante quien toda rodilla se doblará!
¿Nos doblamos nosotros hoy aún como creyentes? Recordemos que toda autoridad le ha sido dada, ¿para qué? Para que nosotros seamos sus discípulos… para guardar todo lo que nos ha mandado (Mateo 28:19-20).
Cristo es Señor. Lo afirmamos. Lo vivimos. Y, al igual que nuestros hermanos a lo largo de la historia, nosotros hoy hemos de estar dispuestos a confesarle y obedecerle. Sólo Él merece lealtad absoluta sobre todo y todos, aun si esto nos cuesta la vida.