En esta semana tan señalada en muchas partes del mundo se viene conmemorando la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. ¡Aunque como iglesias es algo que recordamos cada domingo! Pero cuando pensamos en la resurrección de Jesús debemos reconocer que no se trata de un suceso muy normal. De hecho, no resulta una tendencia muy habitual el que la gente resucite. Lo natural es morirse. Empezamos a morir cuando nacemos y nuestra conciencia aparente desaparece cuando se certifica la muerte del individuo.

Sin embargo, la Biblia afirma que Jesús no solamente resucitó de los muertos, sino que se comunicó con bastantes de sus seguidores para confirmar sus enseñanzas y advertirles de su regreso definitivo. Esta es la enseñanza que el cristianismo ha sostenido durante los últimos 20 siglos. Porque no se trata de un artículo más en una larga lista de afirmaciones, de historias o de anécdotas relativas a su persona. Toda su experiencia vital y sus vivencias podrían no ser más que una serie de curiosidades si realmente Jesús no hubiera resucitado. Y es que, la resurrección de Jesús es el epicentro de la fe cristiana (1 Corintios 15:1–19).

  1. La resurrección, el mensaje del cristianismo.

Si tuvieras que explicar con en pocas palabras el mensaje del evangelio

¿qué elementos incluirías y cuáles dejarías fuera? Los seguidores de Jesús afirmaban que Jesús no era solamente un hombre, sino Dios hecho hombre. Advertían que toda persona ha de comparecer un día delante de Dios. Y solamente aquellos que confían en Jesús como Salvador y Señor de sus vidas estarán en condiciones de hacerlo.  Lo curioso de todo esto es que, para justificar sus argumentos, los discípulos no mencionaron únicamente las grandes hazañas de Jesús ni repitieron exclusivamente sus grandes enseñanzas. Desde el principio, basaron todas sus afirmaciones en el hecho de que Jesús había resucitado de entre los muertos.

Solamente 7 semanas después de la crucifixión de Jesús, Pedro, el mismo que había negado ni tan siquiera conocerle, se dirige a una multitud y afirma lo siguiente en Hechos 2:29–32:

Hermanos, del patriarca David os puedo decir confiadamente que murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que Dios le habia jurado sentar a uno de sus descendientes en su trono, miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades, ni su carne sufrio corrupcion. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

Están tan convencidos de que Jesús ha resucitado que los que se escondían no temen ser castigados, ni perseguidos por ello. En Hechos 4:1–3 leemos que:

Mientras ellos hablaban al pueblo, se les echaron encima los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo, y los saduceos, indignados porque enseñaban al pueblo, y anunciaban en Jesús la resurrección de entre los muertos. Les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde.

La resurrección es el mensaje central del cristianismo y en base a esta afirmación los primeros seguidores de Jesús sustentaron toda su creencia. ¿Cómo podían anunciar otra cosa? Sus discípulos lo vieron morir y lo vieron con vida después. De hecho, los distintos relatos bíblicos hablan de hasta 12 apariciones “post-mortem” de Jesús:

  1. María Magdalena (Marcos 16:9)
  2. Un grupo de mujeres (Mateo 28:9–10)
  3. Pedro (Lucas 24:34)
  4. Discípulos en el camino de Emaús (Lucas 24:13–33)
  5. 10 de los apóstoles (Juan 20:19–24)
  6. Todos los apóstoles, incluido Tomás (Juan 20:26–29)
  7. Siete a orillas del lago Tiberíades (Juan 21:1–3)
  8. Más de 500 discípulos (1 Corintios 15:6)
  9. Santiago, su hermano (1 Corintios 15:7)
  10. Los apóstoles (Marcos 16:14–20)
  11. Los 11 apóstoles en el monte de los olivos (Hechos 1:3–12)
  12. Saulo de Tarso (Hechos 9:3–6)

Lo relevante de la siguiente lista de apariciones es que lo vieron: Más de una persona. Más de una persona al mismo tiempo. Comiendo y bebiendo delante de ellos, con un cuerpo físico y reconocible (Lucas 24:13–35).

No podemos acostumbrarnos al hecho de que Jesús hubiera resucitado. Por mucho que hablemos de ello no podemos hacer algo rutinario de lo extraordinario. Cristo murió por los pecadores, fue sepultado y resucitó al tercer día. Y este es un elemento central del evangelio. Este es el evangelio.

  1. La resurrección, el mensaje del cristiano

Sin duda, el mundo en general cambia a una velocidad asombrosa y los gustos y preferencias de las personas también. Existen tantas ofertas que lo espiritual es cada vez menos atrayente, menos atractivo, menos influyente. Sin embargo, nuestra llamado a anunciar la resurrección de Jesús no está condicionado por las circunstancias. Porque si estuviera condicionado a las circunstancias o por el grado de aceptación… ¡nunca nadie lo hubiera anunciado! Puedes pensar que este no es un tema popular en el mundo de hoy. ¡Pero es que nunca lo ha sido!

La idea de resucitar no era precisamente popular en el siglo I. La filosofía imperante en el mundo grecolatino era lo que se conocía como Neo-platonismo. Uno de sus elementos principales tenía que ver con el desprecio del cuerpo. Dentro de esta cosmovisión, la resurrección del cuerpo resultaba tan ridícula como perjudicial. Aun gran parte de los judíos negaban la posibilidad de la vida después de la muerte. De hecho, Mateo 28 registra cómo el mismo domingo en el que Jesús resucita, los sacerdotes idean un plan para negar los hechos. Sin embargo, la Escritura afirma que ese Cristo vivo: Murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Corintios 5:15).

Jesús dijo:“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.” (Juan 11:25-26). De la misma manera que los primeros discípulos fueron comisionados a anunciar al mundo que Jesús había resucitado, nosotros somos llamados a proclamar ese mismo mensaje. El creyente sigue a un Cristo vivo, se relaciona con un Cristo vivo, adora a un Cristo vivo, obedece a un Cristo vivo, anuncia a un Cristo vivo y espera a un Cristo vivo (Apocalipsis 22:12).  Y su mayor deseo es encontrarse con ese Cristo vivo para pasar la eternidad con Él. Mientras tanto, no existe nada mejor que celebrar. No existe nada mejor que proclamar.

Heber Torres

Autor Heber Torres

Director del Certificado de Estudios Bíblicos. Profesor de exégesis y predicación en Seminario Berea. Pastor de Redentor Madrid.

Más artículos de Heber Torres