“Si piensas que puedes caminar en santidad sin mantener una comunión perpetua con Cristo, has cometido un gran error. Si deseas ser santo, debes vivir cerca de Jesús”. Son palabras de C. H. Spurgeon en su obra “The Holiness of Christ”, que reflejan muy bien la necesidad de los hijos redimidos de Dios de estar en comunión con Cristo para poder vivir en santidad.
Stephen Charnock (1628-1680) publica póstumamente en 1682 «The Existence and Attributes of God» (La existencia y atributos de Dios), donde explora la naturaleza de Dios, sus perfecciones y su relación con la humanidad. Esta obra ofrece un análisis profundo y sistemático de Dios y sus perfecciones o atributos. En el Volumen II, en la sección «Sobre la Santidad de Dios», Charnock profundiza en el concepto de la santidad de Dios, que considera una de Sus perfecciones más esenciales. Charnock define la santidad como la perfección de la naturaleza de Dios que lo separa de todo pecado e imperfección moral. Abarca tanto Su pureza como Su excelencia moral.
Tanto Spurgeon como Charnock comparten el asombro que produce apreciar la majestad y la perfección de la santidad de Dios, y como la santidad de Dios debe conducir a una relación más profunda con Dios, evidenciada en un grado más completo y evidente en la santidad personal. Comprender la santidad de Dios genera un sentido de reverencia y admiración que debe impulsarte a alcanzar la santidad en tu propia vida. No puedes apreciar la santidad de Dios y permanecer frío, indiferente y distante. Spurgeon y Charnock no fueron los primeros en entender esta realidad. El Apóstol Pedro fue quien explicó la relación que debe existir entre la santidad de Dios y la santidad de los hijos de todos, especialmente en cómo afecta a “toda vuestra manera de vivir”:
1 Pedro 1:14-16 dice: “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo.”
Pedro cita el Antiguo Testamento para cimentar este llamado a la santidad, concretamente, Levítico 11:44. El llamado a la santidad no es una meta inalcanzable, sino un llamado real y presente para Sus hijos a vivir separados, apartados para Dios, de la misma manera que fue para Israel en Levítico. Pedro recuerda a sus lectores que esta santidad tiene un ámbito global de impacto: “en toda vuestra manera de vivir”. No existen compartimentos estancos, donde la santidad de Dios no llene el habitáculo de su luz. El problema surge cuando buscas vivir en santidad siendo un pecador redimido, pero pecador. ¿Cómo se conjuga mi llamado a ser santo con mi naturaleza pecadora? ¿Cómo podemos alcanzar la meta si somos pecadores? Lutero se planteó este problema y lo resolvió con una frase en latín: “simul justus et peccator”; que se traduce como: al mismo tiempo, justo; al mismo tiempo, pecador. Eres justo, buscas la santidad, pero a la vez eres pecador. Pero no veas esta frase como descorazonadora, sino al contrario, como un llamado a una meta clara: tu meta es alcanzar la santidad.
En otras palabras, vivir en santidad parece un reto tan complicado como caminar por la cuerda floja. Y en cierto modo, así es. Existen muchas similitudes entre la santidad y caminar por la cuerda floja. El 15 junio de 2012 Nick Wallenda fue el primer ser humano en atravesar las Cataratas del Niágara sobre un cable de 457 metros de longitud. Para ello necesitó 25 minutos. En 2013, sin arnés ni red de seguridad, Wallenda cruzó un tramo del Cañón del Colorado de 426,7 metros sobre la garganta del río Little Colorado, con el cable a 455 metros de altura, en poco más de 20 minutos. Para cualquier ser humano, estos “paseos” de Wallenda parecen inalcanzables, como la santidad. Cruzar un cable parece una tarea imposible. Vivir en santidad parece igual de imposible, por mi pecado. Además, existen injerencias externas que produce mi propio pecado, como el viento, las vibraciones en el cable, mi falta de equilibrio, pánico y falta de concentración, entre otras. Pero si Dios te ha salvado, debes caminar en santidad en este mundo y llegar a la meta, al otro lado del cable. ¿Cómo debes caminar en el cable, en tu santidad, para llegar a la meta? Pedro te ayuda:
1.- Fija tu mirada en el objetivo y no mires abajo, arriba o a los lados. 1 Pedro 1:13 dice: Por tanto, ceñid vuestro entendimiento para la acción; sed sobrios en espíritu, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá en la revelación de Jesucristo.
2.- No pierdas el objetivo: cruza con precaución, pon todos tus sentidos. 1 Pedro 1:17 insiste: Y si invocáis como Padre a aquel que imparcialmente juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo de vuestra peregrinación;
3.- Utiliza la pértiga para mantener el equilibrio. Tu centro de masa debe ir cerca del centro de la cuerda. El grado en que algo absorbe el giro se llama «inercia rotacional», y se vuelve mucho mayor cuanto más lejos esté algo de la cuerda. Los dos extremos de la pértiga están muy lejos de la cuerda, por lo que la pértiga juega un papel clave, como lo son la Palabra y Cristo. 1 Pedro 2:2 lo explica así: desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación. Versículo 5: sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
4.- Camina con la mirada fija en el objetivo. Con precaución y todos tus sentidos en ellos, con la ayuda de los dos lados de la pértiga, porque tu caminar tiene como objetivo que otros vean que es posible, que solo en Cristo se puede llegar a Dios. 1 Pedro 2:9: a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.
En 2020, Wallenda cruzó sobre un cable el cráter Santiago, que forma parte del volcán Masaya, en Nicaragua. Esta ha sido, hasta la fecha, el paseo más peligroso de su carrera. Tu santidad, fijando tus ojos en la eternidad, concentrado con todos tus sentidos, ayudado por la Palabra y Cristo, será un ejemplo del evangelio para otros. Y este “récord” de santidad, tendrá repercusión en la eternidad, no como los récords de Wallenda. Se santo “en toda tu manera de vivir”.