Aparte de algunas predicaciones en la época de Navidad que mencionan un gobernante que nacería en Belén (Miqueas 5:2), puede ser que no estés familiarizado con el mensaje y la teología del libro de Miqueas, y no eres el único… A pesar de nuestra firme convicción de que toda Escritura es inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16), muchas veces nos olvidamos que ese versículo sigue proclamando no solo la inspiración, sino también la utilidad de toda la Escritura–“Toda Escritura es inspirada por Dios y ÚTIL para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia”. Al olvidar la utilidad de absolutamente toda la Escritura lleva a muchos creyentes a pasar por alto porciones vitales de las Escrituras—porciones como la profecía de Miqueas, cuya utilidad para el creyente se observa de las siguientes maneras:
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Nos enseña del Día del Señor
Un hombre de Dios una vez dijo que las profecías bíblicas acerca del fin de la historia (escatología) son dados, no para el debate, sino el deleite. Dios, en Su amor, ha revelado Su plan para la culminación de la historia para que Su pueblo tenga confianza y esperanza firme en Sus promesas, y para que nos gloriemos en el futuro Reino de Su Hijo, Jesucristo. El conocimiento de la futura victoria de Cristo y de nuestra herencia junto a Él aviva nuestra esperanza y nos mueve a soportar y sufrir toda prueba o persecución por la causa de Cristo que podría caer sobre nosotros. Pero un conocimiento nebuloso va a producir una esperanza efímera y débil, incapaz de sostenernos en las pruebas que vienen. Por esto, todo creyente debe estudiar la escatología y los eventos del Día del Señor. Y es precisamente el Día del Señor el tema del llamado Libro de los Doce. El Libro de los Doce se compone de las profecías de los profetas “menores”—así conocidos por la brevedad de su extensión comparado con los otros profetas. Estas doce profecías, de Oseas a Malaquías componen un solo libro, con un tema unificado: El Día del Señor.[1]
Hay 16 usos de la frase “Día del Señor”, y más de 70 referencias directas a lo largo de este corto libro de doce profecías. Cada uno de los profetas escribe en su propio contexto histórico antes, durante, o después de la invasión, asedio, y cautiverio de Israel (722 a.C.) y Judá (586 a.C.), que son anticipos del futuro Día del Señor. Y como un maestro joyero mostrando las facetas brillantes de un diamante, los Doce despliegan las múltiples facetas de ese Día venidero que incluye:
- El Juicio de Dios sobre Su pueblo, por medio de un ejército que invade la tierra, destruirá Jerusalén, y llevará al Pueblo al exilio (Miqueas 1:6-9; 2:10; 3:12; 4:9-11; 5:1; 6:1-16:
- El Juicio de Dios sobre las naciones que oprimen a Su Pueblo (Miqueas 4:12-13; 5:8,15; 7:16-17)
- El Arrepentimiento y Salvación de un remanente de Israel que participará en el Nuevo Pacto (Miqueas 4:6-8; 5:1-15, 7:7-13, 18-20)
- La venida del Mesías para juzgar a sus enemigos y salvar y pastorear a Su Pueblo, estableciendo Su reino justo sobre todas las naciones desde Jerusalén (Miqueas 2:12-13; 4:1-8; 5:2-5; 7:14-17)
- Salvación y restauración espiritual para los gentiles (Miqueas 4:2, 7:12)
Los Doce presentan todas estas facetas con sorprendente detalle, y Miqueas, que se ubica en el centro de los Doce, provee elementos vitales para comprender la enseñanza bíblica sobre estos eventos futuros que tanto fortalecen nuestra esperanza.
Entonces, si quieres disfrutar de la esperanza firme que viene de un entendimiento profundo de la escatología, lee Miqueas y al resto de los Doce.
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Nos enseña acerca del arrepentimiento
La proclamación de los Doce del juicio venidero en el Día del Señor es diseñada a producir un efecto principal: el arrepentimiento. Y Miqueas no es la excepción. El libro confronta nuestra tendencia a ver el pecado en otros, pero sin ver nuestro propio pecado para arrepentirnos de ello. Este era el problema de Judá, que veía la inmoralidad e idolatría de Samaria, la capital del rebelde reino del norte, pero estaba cegado a su propia idolatría e inmoralidad profundas (Miqueas 2:7). Debido a esta ceguera, seugro que resultó verdaderamente chocante para Jerusalén, la ciudad santa del Gran Rey, cuando en Miqueas 1:1, Dios mismo les puso el espejo en frente, equiparando Jerusalén con Samaria, la ciudad idólatra, para confrontar su hipocresía. Y como Juez justo, Yahvé proclama juicios sobre Samaria: Los Asirios invadirían la tierra y destruirían la ciudad en 722 a.C. arrasándola a sus cimientos (1:2-7). Esta destrucción total de la ciudad hermosa fue un mensaje claro para Jerusalén, que había caído en el mismo pecado: Arrepiéntete, porque si no te arrepientes ese juicio vendrá sobre ti también.
Sin embargo, el juicio de Dios en la destrucción de Samaria (722 a.C.) y de Jerusalén (586 a.C.) no solo sirve como un llamado al arrepentimiento para la nación de Israel, sino para todos los pueblos (Miqueas 1:2). Ver el juicio de Dios derramado sobre Su propio pueblo en estos dos anticipos del Día del Señor debe llevar a todo ser humano a arrepentirse a la luz de Su mayor juicio que vendrá en el venidero Día del Señor. En aquel día el Juez de toda la tierra desenmascarará la hipocresía y traerá juicio justo sobre todo pecador.
Si quieres ser advertido de tu pecado y el juicio verdadero, y llamado al arrepentimiento, entonces lee Miqueas.
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Nos enseña de Cristo y Su Reino
Pero a la misma vez que Miqueas proclama el juicio venidero, nos muestra la fuente de perdón y salvación: el Mesías, que no solo es un Hijo de David, un bebé nacido en Belén (5:2) sino El eterno Dios que “Pastoreará su rebaño con el poder del Señor, con la majestad del nombre del Señor su Dios” (5:4). Él es este Rey que pastoreará a Su Pueblo (2:12-13; 7:14). Él es Yahvé que salvará a los débiles (4:6-8), que “será nuestra paz” (5:5), “que perdona iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente” (7:18), que “hollará nuestras iniquidades…arrojarás a las profundidades del mar todos nuestros pecados”. Y Miqueas, una y otra vez proclama la identidad y obra del Mesías para mostrar que la respuesta al juicio venidero en el Día del Señor no solo es arrepentirnos, sino también refugiarnos en este Rey que perdona la iniquidad de Su Pueblo.
Pero el Mesías no solo es Refugio, sino también Rey. Y Miqueas nos muestra la belleza de Su futuro reino cuando El guiará a Su Pueblo (2:13), cuando todas las naciones vendrán a Él para ser instruidos en sus caminos, porque “De Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh” (4:1-3). Será un reino justo y global, y “El juzgará entre muchos pueblos, y enjuiciará a naciones poderosas y lejanas” y bajo Su reino “no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (4:3-5). Y Él traerá bendición a Israel y las naciones según las promesas hechas a Abraham (Miqueas 7:20; Génesis 12:3).
Si quieres encontrar un refugio del juicio venidero, y conocer la bienaventurada esperanza del futuro reino del Mesías, entonces lee Miqueas.
[1] Daniel C. Timmer, «Los Doce», en Mensaje y Teología del Antiguo Testamento (Salem, Oregon: Kerigma, 2021), 306.