¿Qué cantidad de dinero es necesaria para estar satisfecho? Algunos afirman que el dinero da la felicidad, mientras que otros dicen que no la da, pero que ayuda a obtenerla. Los cristianos comprendemos que todo lo que tenemos, sea mucho o poco, proviene de la gracia del Señor en nuestras vidas. Pero igualmente, hemos de estar convencidos por la Palabra de Dios de que la satisfacción no dependerá de nuestra situación económica, sino de Cristo mismo. El apóstol Pablo comprendió y experimentó esta realidad en su propia vida, y aprendió a estar satisfecho con la provisión del Señor en cada momento.

La verdadera piedad se manifiesta por medio del gozo en el Señor, la benignidad, la confianza en Dios y la excelencia espiritual, pensando y haciendo lo mejor (Filipenses 4:4-9). Asimismo, un creyente maduro está satisfecho con su situación económica, lo cual es una buena medida de la piedad genuina. Ahora, ¿cómo podemos crecer y ahondar en una satisfacción que no depende de los recursos materiales? Pablo, por medio de su testimonio personal y movido por el Espíritu, plasma en Filipenses 4:10-13 tres actitudes a cultivar para cosechar la satisfacción económica.

1. Alegrarnos por la provisión del Señor (Filipenses 4:10)

La satisfacción financiera comienza por complacerse con lo que el Señor ya está proveyendo. El apóstol escribe dando gracias por la ofrenda recibida de los filipenses. Los hermanos en Filipos habían reavivado su cuidado para con él. Había pasado un tiempo desde su última ofrenda, pero su interés genuino y apoyo había sido característico durante su ministerio (Filipenses 1:5). Como el mismo reconoce, antes procuraban, pero les había faltado la oportunidad. De hecho, habían participado en su sostenimiento desde el principio (Filipenses 4:15-16). Le habían apoyado en su salida a ministrar y establecer congregaciones en Tesalónica y Berea (Hechos 17:1-13) e incluso durante su ministerio en Atenas y Corinto (Hechos 17:14-18:18). Finalmente, Pablo se alegraba grandemente en el Señor por Su provisión, ya que entendía que los filipenses eran sólo el medio que Dios utilizaba para suministrar para sus necesidades. La actitud que cultiva satisfacción económica se alegra en el Señor por lo que ha provisto y tiene un corazón agradecido por su sostén. Sin embargo, la queja alimenta la insatisfacción.

Durante los 40 años que el pueblo de Israel vagó merecidamente por el desierto, Dios continuó 1 abasteciéndoles para sus necesidades por medio del maná que cada día literalmente llovía del cielo. A pesar de la milagrosa provisión diaria del Señor, su pueblo, en lugar de alegrarse, no hacía más que quejarse hasta el punto de llegar a añorar sus tiempos de esclavitud en Egipto (Números 11:4-6). Hemos de alegrarnos por la provisión del Señor en el presente, y ser agradecidos por los distintos medios que Él utiliza para proveer para nuestras vidas para nuestras necesidades y más allá de ellas.

Ya sea que tu provisión venga por medio de un trabajo, negocio, prestación por desempleo, pensión, herencia, ingreso extraordinario, ayuda económica, ofrendas o cualquier otra cosa, has de alegrarte y ser agradecido, ya que cualquier cosa buena que tenemos viene del Señor (Santiago 1:17). No hemos de perder de vista que no merecemos nada, e incluso, que recibimos de parte del Señor por su gracia no sólo para usarlo exclusivamente en nosotros, sino en el sostenimiento del avance de la obra del evangelio como hacían los filipenses.

2) Contentarnos con la provisión del Señor (Filipenses 4:11-12)

Estaremos satisfechos según crezcamos en contentamiento con lo que el Señor ya está proveyendo. Y lo primero que hemos de entender es que el contentamiento se aprende (Filipenses 4:11). Pablo estaba agradecido por la provisión del Señor, pero su contentamiento trascendía sus circunstancias personales. No hablaba porque tuviera escasez, es decir, penuria económica que conlleva carencias en las necesidades vitales. Sí, Pablo había experimentado momentos de estrecheces e incluso miseria. De hecho, en el momento que escribe estas palabras estaba encarcelado en una habitación en Roma bajo la custodia de la guardia pretoriana esperando un juicio cuya sentencia tenía muchas probabilidades de llegar a ser la pena capital (Filipenses 1:12-26). El había aprendido a contentarse cualquiera que fuera su situación. En otras palabras, él había aprendido a tener suficiente con mucho o con poco. Había aprendido a cultivar la actitud interna de satisfacción y contentamiento, independientemente de sus circunstancias externas.

Ahora, el contentamiento no sólo se aprende, sino que se vive independiente de las circunstancias personales (Filipenses 4:12). El apóstol había aprendido a vivir en pobreza, pero también en prosperidad. Con mucho y con poco, cuando le faltaba y cuando le sobraba. La palabra pobreza se refiere a vivir humildemente, mientras que la prosperidad alude a la afluencia y opulencia, no teniendo que vivir preocupado de lo que se tiene o no se tiene, porque se posee de todo y sobra de todo. En la providencia de Dios, Pablo había tenido 2 momentos en su vida de penuria, hambre y necesidad, pero también de abundancia y saturación de recursos materiales. Sin embargo, su contentamiento no dependía de cuánto tenía o dejaba de tener. El había aprendido a estar satisfecho con lo que Dios proveía en todo momento, porque su contentamiento no dependía de la provisión de Dios, sino del Dios de la provisión. El secreto del contentamiento no depende de lo que tienes, sino de lo que ahora eres en Cristo. Para Pablo el vivir era Cristo, no el dinero (Filipenses 1:21), y todo lo que antes de Cristo era para él ganancia de cualquier tipo, ahora en Cristo no valía nada en comparación con su Señor y Salvador (Filipenses 3:8). El creyente que vive centrado en Cristo encontrará contentamiento en la provisión del Señor, porque confía en que Él le dará lo que necesite, incluso mucho más de lo necesario de acuerdo a Su voluntad. Finalmente, la satisfacción no depende de la provisión, sino del que provee. ¿Estamos contentos con lo que el Señor ya está proveyendo? (Lucas 3:14; 1 Timoteo 6:6; Hebreos 13:5)

El contentamiento depende del corazón, no de la provisión. Podemos quejarnos porque pensamos que lo que el Señor provee es poco, y en otras ocasiones podemos estar igualmente insatisfechos por mucho que el Señor nos haya prosperado. Es un tema del corazón, y la raíz es la falta de contentamiento. No merecemos nada, y Dios sabe mejor lo que realmente necesitamos en cada momento de nuestra vida. Si te contentas en lo poco, te contentarás en lo mucho. Pero si no te contentas con lo poco, tampoco te contentarás con lo mucho.

3) Fortalecernos en el Señor de la provisión (Filipenses 4:13)

Hemos de ser conscientes de que somos débiles y necesitamos la fortaleza del Señor para estar satisfechos. Este versículo 13 de Filipenses 4 es uno de los que más fácilmente pueden ser malinterpretados y mal usados cuando no se contextualiza. Muchas personas aíslan este texto de su contexto y lo convierten en un mantra al gusto del consumidor. Un estudiante lo usa para darse ánimos ante los exámenes finales: Todo lo puedo en Cristo, incluso aprobar sin estudiar, o estudiando lo menos posible. Un deportista lo utiliza durante sus entrenamientos como una frase motivacional: Todo lo puedo en Cristo, incluso voy a correr más rápido, saltar más lejos o marcar más goles. Un trabajador puede ir a este texto para alimentar su autoestima: Todo lo puedo en Cristo, incluso voy a ser promocionado, me van a subir el sueldo y voy a prosperar. Estos son sólo algunos ejemplos de cómo este pasaje es tristemente mal utilizado. 3 Entonces, ¿qué significa todo lo puedo en Cristo?

En primer lugar, este “todo” está delimitado por el contexto. El versículo 12 había afirmado “en todo y por todo”, lo cual está definido justo por el antecedente previo y posterior, es decir, “pobreza y prosperidad, saciado y tener hambre, abundancia y necesidad”. Entonces, este “todo” se refiere a cualquier situación económica por la que esté pasando en mi vida, tanto de plenitud como de escasez o cualquiera en el medio. En segundo lugar, el “puedo” alude a la capacidad de vivir en cualquiera de esas circunstancias referidas. De nuevo, el rango de significado viene delimitado por el contexto. Puedo vivir en pobreza y en prosperidad, puedo vivir saciado y con hambre, puedo vivir con abundancia y con necesidad. Y no sólo puedo, sino que puedo vivir con contentamiento en todas y cada una de esas situaciones dispares. ¿Esto depende de mí? No, sino de “Cristo que me fortalece” en medio de cualquiera de esas casuísticas que se dan en nuestras vidas. Esta no es una afirmación que apela al estoicismo, ni mucho menos a la autosuficiencia, sino a la dependencia absoluta de Dios. Para cultivar la satisfacción económica hemos de comprender que dependemos de Cristo y que con Cristo tenemos más que suficiente para estar satisfechos. Mi fortaleza no viene de mi cuenta bancaria, sino de mi Señor y Salvador.

¿Cuál es el secreto del contentamiento que Pablo había aprendido? El secreto es Cristo mismo. Encontraremos la satisfacción en Él, que además es quién nos fortalece independientemente de nuestras finanzas. Mi fuerza no viene de mis posesiones. Mi seguridad no proviene de mi estabilidad financiera. Mi fortaleza está en Cristo, quién provee para mis necesidades y más allá de ellas. Pero mi seguridad y contentamiento está en Él, no en lo que me da o me deja de dar. El secreto del contentamiento es Cristo. Estaremos satisfechos con nuestra situación económica según nos fortalezcamos en el Señor de la provisión, independientemente de la provisión que nos esté suministrando. No pienses que por tener más vas a estar más satisfecho. Al contrario, según avancen los años, aún cuando prosperes vas a seguir estando igual o más insatisfecho que cuanto tenías menos. ¿Por qué? Porque sólo Cristo puede satisfacer el corazón de los seres humanos. Sólo podemos encontrar contentamiento verdadero en Él.

Conclusión

En una sociedad en la que la principal fuente de insatisfacción es el sueldo, proclamemos a Cristo que es el único que genuinamente puede satisfacer en esta vida y por la eternidad. Hagámoslo porque Él ya es la fuente inagotable de nuestra satisfacción. Sólo en Cristo puedo estar satisfecho con mi situación económica.