Aún recuerdo cuando estuve visitando una iglesia en Oxford, Inglaterra. De aquellas, mis nociones sobre la iglesia y la adoración corporativa se limitaban a lo mismo que sabe un pez de matemáticas. Al entrar pensé si realmente estaba en la iglesia que pretendía, o me había confundido con algún espectáculo de los muchos que hay en la ciudad cada día. Toda la sala estaba oscura, a excepción de unas luces indirectas que ambientaban y te permitían caminar hacia tu asiento sin tropezar. De repente, todo el escenario se iluminó. Unos altavoces de gran tamaño a cada lado del escenario comenzaron a retumbar, las luces se movían en círculo produciendo grandes destellos, y mientras las máquinas de humo hacían su labor, el grupo de alabanza apareció para tener la primera hora de “adoración”. Mientras yo, en mi butaca, por aquellas asombrado positivamente ante tal espectáculo, y pensando por qué no compré las palomitas que vendían en la cafetería de la entrada.

Han pasado algunos años, pero al recordar estos momentos me pregunto, ¿Fue aquello realmente un tiempo de adoración corporativa? ¿Estaban realmente dirigiendo a la congregación hacia una adoración bíblica? No vengo a decir que todos estos añadidos sean malos en sí mismos, además pueden ser muy útiles en determinados contextos relacionados con el espectáculo, pero cuando se trata de la iglesia y la adoración, deberíamos preguntarnos… ¿Qué ha dicho el Señor de la iglesia acerca de cómo debe ser la adoración corporativa? ¿Qué principios bíblicos deben gobernar las decisiones que tomamos en cuanto a la adoración en la iglesia?

Sabemos que la adoración corporativa es mucho más que las canciones que cantamos el domingo cuando nos congregamos. Las lecturas bíblicas, las oraciones, la predicación, la cena del Señor y la ofrenda (entre otros) son también elementos de la adoración. Sin embargo, es cuanto menos inquietante que a aquello que comúnmente llamamos adoración, es decir, el tiempo de alabanza, es precisamente, y peligrosamente, el momento donde menos se adore. Por ello es tan importante evaluar este elemento desde las Escrituras para asegurarnos que estamos promoviendo y guiando a la iglesia hacia la adoración y no hacia cualquier otro lugar. Colosenses 3:16 afirma “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones.” En un sólo versículo, el apóstol Pablo nos muestra algunos principios bíblicos para poder llevarlo a cabo:

  1. El contenido de la adoración: La Palabra de Dios.

El versículo 16 comienza “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros […], con salmos, himnos y canciones espirituales”. Pablo afirma que los salmos, himnos y canciones espirituales son un medio para llenarnos de la Palabra de Cristo. En otras palabras, el contenido de las canciones debe ser bíblico, centrado en las verdades reveladas en la Escritura. Si examináramos las letras de muchas canciones con el rótulo de cristianas, nos daríamos cuenta de que son una batiburrillo de verdad de Dios mezclada con filosofía del mundo, de sentimientos personales disfrazados con clichés religiosos. Por tanto, si realmente deseamos una adoración bíblica, las letras deben ser la prioridad a la hora de seleccionar nuestro repertorio musical. Si las canciones no contienen verdades bíblicas, teológicamente sanas, que saturen de la Palabra de Dios, y que huyan de la filosofía imperante, difícilmente será adoración en espíritu y en verdad (J. 4:24).

  1. La centralidad de la adoración: Dios.

Cantando a Dios” (v. 16). Dios, y sólo Dios, es el objeto de nuestra adoración. Como escribiría el salmista “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria” (Sal. 115:1). Esto parece más que obvio, pero necesitamos recordarlo en los tiempos que corren. Cuando la iglesia se reúne, lo hace para glorificarle a Él, no a nosotros. Es el momento de centrarnos en Su persona y no en la nuestra, de meditar en Sus perfecciones y no en nuestros sentimientos, de pensar en Sus portentosos hechos (Sal. 145:6) y no en nuestras capacidades. Debemos evitar cualquier tipo de distracción de aquel que merece toda nuestra atención. Tenemos que evaluar si todo aquello que tratamos de añadir a este momento es realmente un medio para centrarnos en Dios o una contribución más para el espectáculo y el entretenimiento.

  1. La actitud en la adoración: Gratitud.

“Con acción de gracias” (v. 16). La gratitud impregna toda esta sección en ambos pasajes (Col. 3:15, 16, 17; Ef. 5:20). De hecho, la gratitud no se espera sólo en el momento de la alabanza, sino que debe saturar nuestras vidas (Col. 3:17). La gratitud a Dios es una respuesta al meditar en quién es Él y todo lo que recibimos de Su mano (Sal. 952:2-3; 100:4-5; 26:7; 1 Cr. 16:7-36). Entonces, ¿Cómo puede la alabanza corporativa estimularla? A medida que nuestras canciones saturan acerca de lo que ha hecho Dios, Su obra salvífica de amor y gracia por los pecadores y de Su continua fidelidad, providencia y gracia, nuestros corazones estarán siendo guiados en dirección a la gratitud.

  1. El origen de la adoración: El corazón.

”En vuestros corazones” (v. 16). Efesios 5:19 lo expresa de esta manera “cantando y alabando con vuestro corazón al Señor”. Con corazón el apóstol se refiere a toda la actividad mental y moral del hombre, incluyendo la razón y las emociones. La auténtica adoración que Dios recibe debe nacer del interior, de un corazón sincero que busca glorificarle por medio de una vida transformada (Rom. 12:1-2), y en obediencia (1 J. 2:4), de lo contrario, no es un sacrificio aceptable a Dios (Sal. 51:17; Is. 29:13; Am. 5:23-24). Es evidente que esta es una responsabilidad individual de cada creyente pero, ¿Cómo podemos contribuir a que esto suceda en la adoración congregacional? Una enseñanza sólida de la verdad bíblica es la base para una correcta adoración (Sal. 119:7; J. 4:24). Si el corazón no es lleno del Espíritu por medio de la predicación fiel de la Palabra (Ef. 5:18), la adoración fácilmente se convertirá en un acto externo, pero no surgirá de una correcta comprensión y amor a nuestro Dios y Salvador Jesucristo y una vida de devoción y obediencia a Su Palabra.

Recuerda, la adoración corporativa sólo será aceptable a Dios mientras sigamos los principios de Dios.

Ismael Garrido

Autor Ismael Garrido

Es graduado del Seminario Berea en los programas de Predicación Expositiva y Biblia y Teología. Está en el proceso de plantación de una nueva iglesia en Murcia. Ismael está casado con Ana, y tienen 3 hijos.

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