Hoy la Inteligencia Artificial (IA) puede responder a preguntas teológicas, explicar doctrinas complejas y generar textos lógicos y coherentes (a veces más que los de mis estudiantes… o incluso que algunos de mis propios artículos…). Y podría parecer que “enseña” la Biblia mejor que nosotros. Ante esto, alguien podría preguntarse: ¿De verdad vale la pena ir al seminario? Si ChatGPT puede hacerlo todo con rapidez y excelencia, ¿qué me aporta un seminario? La respuesta es clara: sí, sigue valiendo la pena. De hecho, la IA jamás podrá producir lo que un buen seminario busca formar.
Los seminarios existen porque la Iglesia es “columna y baluarte de la verdad” (1 Tim 3:15). Esa verdad, como recuerda Judas 3, es axiomática; es decir, se trata de una compilación cerrada de proposiciones doctrinales entregada “a los santos una vez para siempre”. Por lo tanto, si la verdad de Dios es proposicional y recibida, por definición, debe ser enseñada de una generación a otra. Por eso los apóstoles centraron su ministerio en la enseñanza (Hch 6:4), y los primeros cristianos perseveraban en ella (Hch 2:42). Una iglesia sin instrucción teológica nunca fue opción, de modo que los creyentes siempre han dedicado tiempo a la lectura, y la predicación de la Palabra (1 Tim 4:13).
En consecuencia, si la iglesia debe enseñar la verdad axiomática, sus líderes y maestros deben ser “aptos para enseñar” (1 Tim 3:3; 2 Tim 2:24). Esta frase enfatiza dos aspectos importantes. El primero es que la persona apta para enseñar es piadosa y, por tanto, capacitada para instruir a otros en piedad.[1] El segundo es que se trata de alguien que ha sido instruido acerca de cómo enseñar.[2] Así, ser maestro no era un simple título, sino una vida de ejemplo y discernimiento profundo. El apóstol Pablo entendió esto muy bien y, por eso, puso su propia vida como modelo, animó a otros a imitarle en la medida en que él imitaba a Cristo (1 Cor 11:1), y estableció en Éfeso una verdadera escuela de entrenamiento doctrinal para futuros líderes (Hch 18:9–10).
Esto significa que un seminario no se limita a enseñar teoría, sino que además busca formar en madurez, la cual se caracteriza por el amor (1 Tim 1:5), la santidad (Heb 5:14), y la estabilidad doctrinal (Efe 4:13-14). Es evidente que la madurez requiere discernimiento, sabiduría, dependencia del Espíritu, humildad, conocimiento del Dios santo, devoción por Cristo, fe y arrepentimiento, etc. Y ninguna IA produce, inculca, enseña o posee estos elementos, ni siquiera uno de entre todos ellos. Por esta misma razón, porque Dios busca creyentes maduros para el servicio de Su iglesia, Jesús regaló a la iglesia hombres con dones y oficios, con el fin de entrenar a los santos para la obra del ministerio (Efe 4:12). Esta lista de oficios para el crecimiento espiritual es cerrada y en ningún caso se menciona o alude a la IA o similar. Por lo que en un sentido ni hace falta plantearse si la IA puede replicar el entrenamiento y resultados del seminario.
En tiempos de tecnología avanzada, en medio de una generación que busca el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo, no debemos olvidar que la verdadera enseñanza se hace en el contexto de la iglesia local, en entrega y devoción a Cristo, dependiendo del Espíritu en obediencia a Su Palabra. Y, sintiéndolo mucho, aunque honestamente no lo siento ni un ápice, por muy útil que pueda ser la IA para analizar información, no puede producir pastores que vivan y enseñen la verdad. El Espíritu Santo no mora en la IA y, por lo tanto, no la ilumina para saber que Jesús es la Verdad, tampoco la regenera para amarlo, ni la capacita para vivir para la gloria de Dios Trino. En ese caso ¿tiene sentido aun plantearse que la IA pueda sustituir a un seminario?
Así que deja de perder tiempo en ChatGPT, empieza a pensar por ti mismo, y ven a estudiar al Seminario Berea, donde encontrarás a un equipo entregado a formar discípulos maduros, líderes que aman a Cristo, defienden la verdad y enseñan con su ejemplo.
[1] Cada vez que Filón de Alejandría empleó este término fue en referencia a alguien que poseía virtud moral, y por tanto podía enseñar a otros como adquirir esa virtud. (véase Filón, De congressu eruditionis gratia, §35; De mutatione nominum, §83, 88, 255; y De praemiis et poenis, De exsecrationibus, §27, en Peder Borgen, Kare Fuglseth, y Roald Skarsten, The Works of Philo: Greek Text with Morphology [Bellingham, WA: Logos Bible Software, 2005]).
[2] La defensa de Orígenes contra Celso, quien afirmaba que los cristianos eran insensatos e incultos, fue que Pablo exigía que los líderes de la iglesia recibieran formación y, por lo tanto, estaban instruidos teológicamente. Orígenes cita 1 Timoteo 3:3 y afirma que “apto para enseñar” significa “capaz de convencer a los contradictores” y “ser instruido” (véase Orígenes, Ωριγενουσ Κατα Κελσου, 3.48, en J. P. Migne, Patrologia Graeca: Greek Text, Patrologiae Cursus Completus [París: J. P. Migne, 1857], 11:984)