Después de haberles llamado al arrepentimiento, en Marcos 1:15 Jesús añade un segundo elemento como parte de su mensaje: “creed en el evangelio.” Pero antes de creer en el evangelio, se ha de conocer en qué consiste en lo que se ha de creer.
¿Qué es el evangelio? La palabra evangelio proviene de su homónima en griego y significa “buena noticia”. En el AT y la literatura antigua se usaba para informar de una victoria, los griegos la utilizaban también para otros acontecimientos destacados como el nacimiento de un hijo, y los judíos la empleaban igualmente para diversos sucesos que en suma eran motivo de celebración. El evangelio de Jesucristo es una buena noticia sin parangón. Es la buena noticia. Ha de proclamarse ampliamente, correr como la pólvora y recibirla con gran alegría y regocijo. Se utiliza en el NT para referirse al nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Es el acto final por el que venció al pecado y a la muerte, y ahora por Cristo es posible el perdón y la reconciliación con Dios, quién nos hace sus hijos y partícipes de la herencia eterna en Cristo Jesús (Efesios 1:3-14).
La buena noticia, termino que por cierto siempre se usa en singular en el NT, era necesaria para equiparse a la mala noticia que preside la humanidad desde el jardín del Edén; la caída de Adán. Por ser pecadores por naturaleza, y por consiguiente pecar, estábamos condenados (Romanos 3:23; 6:23; Efesios 2:1-3). Era una vida mísera como esclavos del pecado y esperando el justo juicio de Dios. Una derrota asegurada. Pero la gran noticia es Cristo, a quien el creyente, como afirma 1 Tesalonicenses 1:10, espera que vuelva de los cielos tras haber resucitado, quien nos libra de la ira venidera. En Cristo hay salvación (1 Tesalonicenses 5:9).
Jonathan Edwards, considerado por muchos como el gran teólogo americano, y uno de los predicadores destacados del Gran Despertar de mediados del S.XVIII, predicó durante esa época un sermón que llegó a ser célebre: “Pecadores en las manos de un Dios airado.” El mensaje, que domingos antes había causado escaso efecto en su propia congregación, impactó de tal manera a los que lo escucharon en otra ciudad que literalmente se agarraban y subían a los bancos, según Edwards describía lo que significaría estar en las manos de Dios como pecadores culpables, sin escapatoria posible (Deuteronomio 32:35b).
La única manera de alcanzar misericordia, es decir, no recibir lo que nos merecemos por nuestro pecado hacia Dios, es por medio de Jesús. 1 Pedro 3:18 afirma que “Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.” 1 Timoteo 2:5 reafirma: “Porque hay un sólo Dios y un sólo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.” El pecador arrepentido tiene que creer en el evangelio. Cristo es el evangelio.
¿Qué es creer? El verbo en sí significa afirmar tal noticia como cierta, como verdadera. Confiar en ella como el único medio de salvación de lo que está por llegar. Asimismo, la gramática en el original nos indica que además de una afirmación positiva de esta noticia como cierta, creer también requiere una aceptación personal y un compromiso con la misma.
Por lo tanto, ¿qué conlleva creer en el evangelio? En primer lugar conlleva creer intelectualmente. Hemos de afirmar que el mensaje del evangelio es verdad. El contenido principal del evangelio es que Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día (1 Corintios 15:1-4). Para la mayoría es muy complicado afirmarlo intelectualmente. Sin embargo, para aquellos criados en un contexto religioso no les causa ningún problema. ¡Pero cuidado, porque la Biblia nos advierte contra la mera creencia intelectual! Santiago 2:19 afirma, “Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan.” Una mera creencia intelectual no es todo lo que conlleva creer para salvación en términos bíblicos.
En segundo lugar conlleva creer personalmente. No es tan sólo afirmar un concepto abstracto, sino que tiene implicaciones personales. No es una fe heredada, ni una tradición, ni una religión. Romanos 10:9 afirma: “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo.” Tú eres el que ha de confesar con tu boca que Jesús es Dios, que es el Señor de tu vida, que es tu Salvador y creer que Él murió en la cruz en tu lugar, para perdonarte tus pecados y darte salvación.
En tercer lugar conlleva creer comprometidamente. Esta parte es la que más enfatiza el NT, pero menos se acentúa actualmente. Era y es fácil caer en una mera creencia personal e intelectual, pero infructuosa, y por lo tanto, irreal y falsa. Por eso buena parte del mensaje de Jesús, de las epístolas paulinas y de 1 Juan es una advertencia sobre la falsedad de una supuesta fe que carece de fruto espiritual y compromiso real con su Señor y Salvador. El mismo Señor Jesucristo afirmó en Lucas 9:23-24 “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de mí, ése la salvará.” La Gran Comisión es coherente con este énfasis, ya que nos llama a hacer discípulos, seguidores de Jesús. Una verdadera creencia salvífica comienza con una nueva manera de pensar, pero resulta en una nueva forma de vivir (Juan 3; Efesios 4:17-32). El resultado es una nueva vida en Cristo que está caracterizada por las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:8-10).
¿Anhelamos un cambio? ¿Deseamos presenciar un avivamiento? El mensaje de la Gran Comisión es el que lo producirá en la voluntad de Dios para su gloria. Este fue el mensaje de Jesús (Marcos 1:15), el mensaje de Pablo (Hechos 20:20-21), el mensaje de George Whitefield y es el mensaje de los seguidores fieles del Señor hasta que Cristo regrese o nos lleve a su presencia. En palabras de Martyn Lloyd-Jones, gran predicador del S.XX, que recoge Ian Murray en su biografía: “¿Quieres encontrar un relato de lo que el evangelio ha hecho? No vayas a los libros a encontrarlo, sino mira las vidas de los pecadores transformados. La verdadera historia de la Iglesia se encuentra en las vidas de los (hombres arrepentidos) que ha producido. No se puede escribir un relato del arrepentimiento de un pecador, el verdadero relato es el hombre mismo”.
Mi oración es que seamos fieles al presentar el evangelio verdadero de Cristo y que este produzca cambios verdaderos, que Dios hoy conceda arrepentimiento y fe genuinos, y así comience un gran despertar en nuestro país. El avivamiento sólo tiene unas palabras, las de Jesús: “Arrepentíos y creed en el evangelio.” Estos son los dos elementos indispensables del mensaje de la Gran Comisión.