El psicólogo Abraham Maslow diseñó en su día la conocida como pirámide de la jerarquía de necesidades, en la que estipuló que la meta final para la humanidad no es otra que lo que él mismo llamó la “autorrealización”.[1] No debería sorprendernos que este modelo se haya hecho popular y prevalente como paradigma para los ámbitos de la educación, negocios, obra social,… porque se centra en lo que más quiere: exaltar el “yo” y la gratificación del “yo” por encima de todo.
Tristemente, esta obsesión pecaminosa con el “yo” está presente, y evidente, cuando se trata de la asistencia y participación de muchos en la iglesia. Muchos llegan los domingos pensando en cómo la iglesia puede cumplir las necesidades del “yo”, preguntando ¿cómo puedo sentirme yo cuidado y amado en mi iglesia? ¿Cómo puedo recibir yo y ser servido yo en mi iglesia? Pero este egoísmo diabólico contrasta radicalmente con nuestro Señor Jesús, quien dijo: “El que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos” (Mateo 10:26-28). Jesús nos revela que, en la economía de Su Reino, la verdadera “autorrealización” no consiste en elevar el “yo”, sino en negarnos a nosotros mismos y hacernos siervos en semejanza a Él. Y las Escrituras claramente reorientan la perspectiva del ciudadano de este Reino para ya no priorizar el ser servido, sino el servir a Cristo en Su iglesia.
Considera solo cinco de las muchas razones que existen para servir a Cristo en tu iglesia local:
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Amor por Cristo
Si amas a Cristo, debes servir en la iglesia, porque la iglesia es Su cuerpo (Efesios 1:22-23), y lo que hacemos a Su cuerpo, se lo hacemos a Él. Como el Señor dice en Mateo 25:40, 45: “en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis”.
Además, la iglesia también es Su novia (Apocalipsis 21:9). Es ella a quien Él “amó y se dio a sí mismo por ella para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra” (Efesios 5:25). Si amas a Cristo, también amarás Su novia preciosa, buscando que ella se presente a Él “una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada” (Efesios 5:27). Pero si amas a Cristo, servir Su iglesia también es un mandato. Juan 14:15 dice: “Si me amáis, obedeceréis mis mandamientos”, y en el mismo contexto, Jesús da su mandamiento repetidas veces: “Un mandamiento os doy: que os améis los unos a los otros que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros” (Juan 13:34, 15:12). Y tal como Pedro mostraría su amor por Cristo apacentando a Sus ovejas (Juan 21:15-17), así también amamos a Cristo poniendo nuestra vida por los hermanos (1 Juan 3:16)
Si amas a Cristo, sirve en Su iglesia.
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Imitación de Cristo
El propósito eterno de Dios para el creyente es conformidad a Cristo (Romanos 8:29-30, 1 Juan 3:1-3). Y en Juan 13:1-17, Jesús declara explícitamente que hemos de seguir Su ejemplo, diciendo: “Si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”. Cristo nos ha mandado ser conformado a Él en Su servicio humilde y abnegado con nuestros hermanos (Filipenses 2:3-8).
Si quieres imitar a Cristo, sirve en Su iglesia.
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Conformidad del cuerpo a Cristo
El servicio en la iglesia no se trata solo de nuestra conformidad personal a Cristo, sino también de la conformidad de toda la iglesia a Cristo. Efesios 4:11-16 presenta el plan de Cristo para Su iglesia, que bajo liderazgo designado por Él (v. 11), los miembros sean capacitados para la obra de la edificación de la iglesia (v. 12). Una edificación que termina cuando todo el cuerpo llegue a “la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (v. 13). En otras palabras, conformidad a Cristo. Pero este crecimiento de la iglesia en conformidad a Cristo solo ocurre cuando estamos todos “hablando la verdad en amor” (v. 15) y sirviendo “conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro” (v. 16).
Si quieres que la iglesia crezca en conformidad a Cristo, sirve en Su iglesia.
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Mayordomía de dones dados por Cristo
La iglesia solo crecerá en conformidad a Cristo si todos Sus miembros están sirviendo según Su “funcionamiento adecuado” designado por Cristo quien dio dones (Efesios 4:7), por Su Espíritu dando un don espiritual “para el bien común” (1 Corintios 12:7). Sin embargo, estos dones nos son trofeos para colgar en la pared sino para usar. En 1 Pedro 4:10 el apóstol manda que “Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”. El propósito de ese don es usarlo sirviendo, pero al no usarlo desperdiciamos la gracia de Dios para la edificación de Su iglesia.
Si quieres ser un buen mayordomo del don que Cristo te ha dado, sirve en Su iglesia.
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Amor por los elegidos en Cristo
Cuando Jesús entregó Su Gran Comisión de ir y hacer discípulos hasta los confines de la tierra, la entregó no solo a los doce, sino a toda la iglesia. Como Jesús dice en Mateo 24:14, “el evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones”, pero es por medio de iglesias locales que este Evangelio resuena (1 Tesalonicenses 1:8). Puede ser que nunca vayas a las junglas más remotas, pero al servir en la iglesia, participas en la capacitación de creyentes para el evangelismo y de futuros pastores y misioneros que serán enviados para plantar iglesias y proclamar el Evangelio a los que han sido ordenados a vida eterna (Hechos 13:1-3, 48).
Si deseas ver la salvación de los elegidos en Cristo, entonces sirve en Su iglesia.
Maslow se equivocó
No se trata del “yo”. Las Escrituras demuestran que no servimos en la iglesia para nosotros, para gratificar el “yo” o alcanzar la “autorrealización”. Servimos en la iglesia para alcanzar la verdadera “meta final de la humanidad”: La gloria de Dios. Servimos en la iglesia para que “A Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén” (Efesios 3:21).
[1] Maslow, Abraham, Toward a Psychology of Being (1957).