R. C. Sproul, uno de los teólogos más reconocidos e influyentes de las últimas décadas, dijo que, “Si quiero saber lo que la iglesia cree, solo tengo que ver lo que canta.” Estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación, porque lo que una iglesia canta es un fiel reflejo de lo que esa iglesia en particular cree, y esto es lo que debería llevarnos a prestar especial atención a la selección de las canciones que cantamos. ¿Qué deberíamos tener en cuenta a la hora de decidir que cantamos en la iglesia?
El canto congregacional no es una opción para la iglesia de Cristo, no solo porque alabar a Dios es uno de los mandatos más repetidos en la Escritura, y porque la gran mayoría de las veces en las que somos exhortados a alabar al Señor, el mandato es a hacerlo por medio de cantar canciones, utilizando instrumentos. Un excelente ejemplo lo tenemos en el Salmo 95, en el que la idea principal nos recuerda que la vida que agrada a Dios es la de aquellos que se entusiasman ante Su grandeza y Su gracia. Y parte de esa vida y actitud es cantar con gozo al Señor, y aclamarle con salmos, con música, con canciones acompañadas de instrumentos. Y en el contexto del Nuevo Testamento, vemos que apóstoles como Pablo exhortaban a la iglesia a hacer lo mismo (Colosenses 3:16). La misma alabanza, con la misma actitud, y enfocada en el mismo Dios, cuya grandeza es inescrutable, y cuya gracia es incomparable.
Así que, lo que una iglesia canta, dice mucho de lo que esa iglesia cree. Por esta razón, mi propósito con este artículo es que pensemos bien en lo que estamos cantando, y en la manera en que decidimos qué canciones cantamos en nuestras iglesias. ¿Qué deberíamos tener en cuenta? ¿Qué parámetros deberíamos considerar a la hora de seleccionar una canción para cantar en la iglesia?
El primer parámetro es que debería ser una canción bíblicamente correcta. Sé que esto es una obviedad, pero no debemos perder de vista el poder que la música tiene para grabar letras en nuestra mente. Muchos creyentes el miércoles ya no se acuerdan bien de la predicación que escucharon el domingo, pero pueden recordar perfectamente las canciones que cantaron. Y por eso, también debemos pensar en el peligro que la música tiene, porque si no cantamos lo bíblicamente correcto, estaremos esparciendo el error en la iglesia.
El segundo parámetro es que debería ser una canción excelente en su letra y música. La letra no solo debería ser correcta, sino que, debido al poder de la música, y sobre todo, debido al que es el objeto de nuestra alabanza, la letra debería ser excelente. La letra debería ser lo más digna posible del Dios al que adoramos. No deberíamos conformarnos con una canción que no refleja bien las perfecciones de nuestro gran Dios, ni que expone claramente Sus únicas y misericordiosas obras. Y, por supuesto, para la música de la canción deberíamos tener el mismo estándar. Esos himnos y canciones que perduran en la historia, son los que muestran la poderosa unión de una letra excelente con una música excepcional.
El tercer parámetro es que debería ser una canción que exalta al Dios trino. El problema con las canciones en muchas iglesias es que están más centradas en el que canta que en Aquel a quien se canta. Y esta es una tendencia que sutilmente se introduce en nuestro repertorio, porque nos dejamos arrastrar más por las emociones que por las excelencias de nuestro Dios. Nuestras emociones deberían ser estimuladas por una comprensión más profunda de quién es Dios y lo que ha hecho. Nuestras mentes deberían estar impregnadas de las excelencias de Cristo, y nuestros corazones deberían ser movidos por las verdades que el Espíritu Santo guió a escribir a los autores bíblicos. Además, el propósito de la alabanza es exaltar al Dios trino, y no elevarnos a nosotros mismos.
El cuarto parámetro es que debería ser una canción fácil de aprender y de cantar para la congregación. Hay canciones que son compuestas para “solistas”, para cantar con un registro de voz particular, y con capacidades que la mayoría no tenemos. Este tipo de canciones solo se deberían cantar como una participación especial, si es apropiada, y sobre todo, si la letra sirve para edificar a la iglesia. Pero con respecto al canto congregacional, la congregación debería ser tenida en cuenta a la hora de seleccionar la canción, porque la intención es que la iglesia cante unánimemente, y aunque las habilidades musicales varíen, la disposición y la motivación deberían ser la misma. Por eso, una canción cuya melodía es difícil de aprender y de cantar, debería ser descartada, aunque cumpla los demás parámetros.
El quinto parámetro es que debería ser una canción con un estilo musical que trasciende las generaciones. A menudo vemos esta realidad en los Salmos, que “una generación cantará tus obras a otra generación, y anunciará tus hechos poderosos.” (Salmo 145:4). La iglesia de Cristo es única en muchos sentidos; uno de ellos es que en ella cohabitan varias generaciones diferentes, que cantan lo mismo. Esto es precioso, y una muestra del poder del Espíritu de Dios. Por eso, el estilo musical no debería ser una distracción; debería ser un medio, y no un fin.
En relación con esto, el sexto parámetro es que debería ser una canción con un estilo alejado de los que son claramente mundanos. No valen todos los estilos, aunque no haya una prohibición especifica en la Biblia. Hay estilos musicales que claramente han sido creados para promover lo que es claramente contrario a la voluntad de Dios. Así que, esos estilos deberían ser desechados, aún si la canción cumpliera con los parámetros anteriores.
Finalmente, el último parámetro que deberíamos tener en cuenta es que la canción haya sido escrita por autores que tienen un buen testimonio en la iglesia y en el mundo. En este caso entiendo que hay diferencias de opinión. Algunos dicen que, si la canción es excelente en su letra y en su música, no debería importar que el autor o los autores de esa canción hayan supuesto un perjuicio para el testimonio de la iglesia. Pero creo que, en estos casos, el principio debería ser el mismo que el que debemos aplicar con la predicación. De la misma manera que un sermón está “ligado” al que lo predica, yo creo firmemente que una canción está ligada a quienes la componen. Puede parecer demasiado riguroso, pero lo cierto es que no deberíamos ser menos cuidadosos con lo que cantamos, que con lo que predicamos.
Como argumentaba al principio, lo que una iglesia cree se refleja en lo que una iglesia canta. Y la selección de canciones es responsabilidad directa de los pastores de la iglesia. Así que, no rebajemos el estándar en aquello que es principal. Deberíamos pensar correctamente lo que cantamos, para que lo que cantamos nos lleve a pensar correctamente.
 
					
					 
	