Mi amigo Brian creció en una familia católica nominal, pero vivía rodeado de creyentes. Le habían hablado del evangelio varias veces, sin embargo lo rechazaba cada vez que lo escuchaba. Una vez, viajando por Europa en tren, mientras pasaba por Italia, una persona se sentó a su lado entablando una conversación con él. Le dijo que era pastor evangélico y le presentó el mensaje de Cristo. Dios tocó su corazón, se arrepintió y comenzó a seguir a Cristo. Al volver a su país, Brian siguió creciendo espiritualmente, asistió a un seminario, y ahora es pastor.
Cuando escuché esta historia de sus labios, dije: “¡Qué coincidencia!”
Brian sabía que no había sido una coincidencia y me corrigió inmediatamente. Realmente no lo fue, sino que había sido obra de Dios. Esto es lo que llamamos la providencia de Dios.
La providencia divina es la doctrina que afirma que Dios está involucrado en Su creación y hace Su voluntad en ella, como quiere y cuando quiere, porque es el Soberano del universo.
Cuando pienso en la providencia de Dios, recuerdo el libro de Rut. Se trata de un libro apasionante. Lo tiene todo. Aunque a primera vista parece que esta historia está repleta de coincidencias, en realidad nos muestra cómo Dios obra Su voluntad en las vidas de Sus hijos.
La historia narra los sucesos de una familia israelita de Belén, que escapando de una hambruna, emigra a Moab, uno de los enemigos de Israel. Una vez allí, el padre de familia, Elimelec muere y sus hijos se casan con mujeres moabitas.
Los dos hijos mueren, y Noemí, la madre, se queda sola con las dos nueras a quienes les dice que vuelvan a la casa de sus padres. Una de ellas, Rut, se queda con Noemí y juntas regresan a Belén para el tiempo de la cosecha de la cebada.
Al llegar a Belén, Rut se entera de una ley que protegía a los pobres, y decide ir a espigar a un campo, para que Noemí y ella puedan subsistir. Sin saberlo llega al terreno de un hombre piadoso llamado Booz, un pariente de la familia de Noemí. Rut trabaja de tal forma que es un ejemplo para todas las personas que están allí, tanto que Booz decide ayudarle y le dice que todos sabían lo que ella había hecho por su suegra.
Cuando Rut llega a la casa, le cuenta a su suegra donde había trabajado y como Booz la había tratado, al ver la amabilidad de Booz, una vez en la a casa, Noemí le dice que no solamente Booz era un buen hombre, sino también que era el pariente redentor; un pariente que podía redimir a la familia, casarse con Rut y poder comprar sus campos para que ellas puedan vivir tranquilas.
Rut le pide a Booz que la redima, Booz le dice que él quisiera, aunque no es el pariente redentor más cercano, pero que iba a hablar con esta persona.
Finalmente, por casualidad, el pariente más cercano, decide rehusar su derecho de redimir a estas mujeres y Booz termina casándose con Rut, redimiendo los campos y así asegurando el futuro para estas dos mujeres y sus descendientes.
El libro termina con una genealogía, Rut 4:18-22 “Estas son las generaciones de Fares: Fares engendró a Hezrón, Hezrón engendró a Ram, Ram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró a Booz, Booz engendró a Obed, Obed engendró a Isaí e Isaí engendró a David.”
Rut culmina apuntando a David, quien sería el rey de Israel, el hombre conforme al corazón de Dios. Todo lo que ha pasado en esta historia dirige nuestra vista a esta genealogía.
- Si Elimelec no hubiese ido a Moab, no tendríamos a David.
- Si Elimelec no hubiese muerto, no tendríamos a David.
- Si Mahlón no se hubiese casado con Rut, no tendríamos a David.
- Si Dios no hubiese visitado a su pueblo y dado pan, no tendríamos a David.
- Si Rut no hubiese vuelto con Noemí, no tendríamos a David.
- Si Rut no hubiese tomado la iniciativa de espigar en el campo de Booz, no tendríamos a David.
- Si Booz no hubiese sido generoso y amable con Rut, no tendríamos a David.
- Si Noemí no hubiese tomado la iniciativa enviando a Rut a la era para hablar con Booz, no tendríamos a David.
- Si Booz no hubiese hablado con el fulano, no tendríamos a David.
- Y, si Booz no se hubiese casado con Rut, no tendríamos a David.
- Y, si Dios no hubiese concedido un niño a Rut y Booz, no tendríamos al rey David.
- Y, si no hubiese tenido a David, ¡no tendríamos al Mesías!
El libro de Rut apunta al Mesías, apunta a Cristo. Dios obra en medio de las “coincidencias” para hacer Su voluntad.
La historia de Rut realmente lo tiene todo: es una historia triste, alegre, romántica y de salvación, en la que vemos a un Dios involucrado en la vida de Sus hijos y que se glorifica en la redención, no solamente de una familia en la época de los Jueces, sino que se glorifica en la salvación de muchos por medio de ese linaje que preservó.
Todo lo que pasa a nuestro alrededor es resultado de la providencia de Dios porque Él está involucrado en la vida de Su creación. En verdad, esto nos hace confiar en Él. Por la providencia de Dios podemos confiar en Él, aunque a veces las coincidencias de la vida nos lleven a dudar de lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
Podemos meditar en nuestras vidas y ver que todo lo que pasa, día a día, semana a semana, año a año, todo lo que sucede está dentro de la providencia de Dios, hasta lo que parece más difícil.
Todo lo que ha sucedido en tu vida está dentro de Su providencia, por eso podemos adorar Su nombre y someternos a Su soberanía.