¿Entiendes lo que lees? –preguntó Felipe. ¿Cómo podré, a menos que alguien me guíe? –respondió el alto oficial de la reina. Esta conversación en el camino de Jerusalén a Gaza, que Lucas relata en el Libro de los Hechos, nos muestra que leer la Escritura no garantiza poder entenderla y es necesario una guía para entenderla correctamente. El propósito de este artículo es sintetizar en cinco principios fundamentales algunas claves para el estudio de la Biblia.
Principio #1: Conoce qué es lo que lees
La Biblia es la Palabra de Dios, y por tanto leerla es oír la voz de Dios. Dios se reveló al hombre de una manera completa y definitiva por medio de la Escritura. Y lo hizo mediante la inspiración verbal y plenaria de sus palabras (2 Tim.3:16). Dios apartó y preparó a hombres que fueron movidos por el Espíritu Santo para escribir su revelación (2 Ped.1:21). De manera que la Biblia no es el resultado de la iniciativa humana sino de la obra divina.
Por tanto, dicha Palabra es sin error en los manuscritos originales y es infalible, de modo que siempre es verdadera y no puede errar ni conducirte al error. Dios es veraz, y por ende, Su Palabra es la verdad, suficiente y sin necesidad de nada más. Lo que Dios dice es suprema autoridad. Y es la completa y perfecta instrucción para la vida del ser humano, para su salvación y su santificación (Sal.19). Así es el libro que estudiamos.
Principio #2: Averigua la intención original del autor
Aunque la Biblia es Palabra de Dios, esto no elimina el papel crucial que tuvieron los autores bíblicos. Cada uno de los 66 libros de la Biblia fueron escritos por un autor en particular, dirigido a una audiencia concreta, en una circunstancia determinada. Determinar qué pretendía el autor bíblico que entendieran sus lectores originales es la clave para entender la Biblia.
Lamentablemente, la tendencia de muchos intérpretes de la Biblia es ignorar la intención del autor tratando de responder directamente a la pregunta “¿qué significa la Biblia para mí?” El problema con este acercamiento es que lo que la Biblia signifique para ti es irrelevante, porque el verdadero significado de la Escritura no está en la interpretación del lector, sino en la intención original del autor movido por el Espíritu Santo. Como dice Gordon Fee: “Un texto no puede significar lo que nunca significó. El verdadero significado del texto bíblico para nosotros es lo que Dios originalmente quiso decir cuando habló por primera vez”.
Principio #3: Examina el contexto del pasaje
El contexto es el elemento más importante a la hora de interpretar la Biblia, porque cada versículo está inmerso en un contexto histórico y literario que determina su significado. ¿Irías a la segunda hoja de una carta y leerías una o dos oraciones en el medio de un párrafo sin leer nada más? Lo mismo sucede con la Escritura. En primer lugar, debemos comprender las circunstancias históricas, culturales y geográficas en las que el autor bíblico escribió. Este estudio debe incluir un análisis del autor, los destinatarios, fecha, lugar, y costumbres. A la vez es crucial conocer la ocasión o propósito que motivó al autor a escribir (¿por qué y para qué escribió?). Roy Zuck dijo: “Dado que existe una brecha cultural entre nuestros días y los tiempos de la Biblia, y dado que nuestro objetivo en la interpretación de la Biblia es descubrir el significado original de las Escrituras cuando se escribieron por primera vez, es imperativo que nos familiaricemos con la cultura y las costumbres bíblicas”. En este paso del proceso es útil consultar buenos recursos como introducciones bíblicas, manuales bíblicos o Biblias de estudio.
En segundo lugar, debemos considerar el pasaje como parte de una unidad literaria más grande. Esto tiene relación con la forma concreta del pasaje (género literario) y con las palabras, frases, párrafos, libro y testamento que rodean el pasaje en cuestión. De esta manera cada pasaje bíblico requiere contestar estas preguntas: ¿Cómo se relaciona este pasaje con los párrafos adyacentes? ¿Cómo se relaciona con su sección dentro del libro? ¿Cómo se relaciona con el propósito del libro? ¿Cómo se relaciona con los escritos del autor? ¿Cómo se relaciona con el Testamento completo? Cuando conocemos el contexto entonces estamos preparados para investigar los detalles específicos del pasaje.
Principio #4: Entiende la gramática del texto
No podemos comprender un texto si no entendemos las normas gramaticales básicas del lenguaje. Éstas nos ayudan a entender la ordenación de las palabras y sus relaciones en la oración. De esta manera podremos identificar las oraciones principales y subordinadas, así como la función de sus nexos. El objetivo es saber qué dice el pasaje y cómo lo dice.
En este paso también es importante observar e identificar las partes de cada oración prestando especial atención a los verbos. El verbo describe la acción y por lo general un verbo imperativo será la clave del pasaje. Además, es necesario conocer el sujeto y a quienes se refieren los pronombres. Las conjunciones son clave para identificar la lógica del autor porque nos ayudan a observar las explicaciones, conclusiones, razones, transiciones, y condiciones.
Principio #5: Identifica el significado de las palabras
Cualquier palabra por sí sola es capaz de proporcionar un número variado de significados, pero solo cuando se haya en un contexto determinado se delimita lo que significa. El estudio de la Biblia requiere identificar el significado preciso de la palabra en su contexto. ¿Qué pretendía el autor bíblico que sus lectores originales entendieran con el significado de esa palabra?
No bases tu investigación en lo que dice el diccionario de la RAE. Recuerda que cada palabra en castellano es una traducción de una palabra hebrea o griega. Ten en cuenta que la raíz de una palabra no necesariamente determina su significado en el texto. Piensa que el uso de cada palabra pertenece a un marco temporal y no tiene por qué ser igual al actual. El contexto del pasaje siempre es prioritario sobre otros contextos secundarios para comprender la palabra.
Conclusión
Obviamente este artículo no resuelve ni explica todas las reglas hermenéuticas para el estudio de la Biblia, pero es mi intención que sirva para señalar algunos aspectos clave, ineludibles al interpretar un pasaje. La tarea no es fácil, pero sí es deleitosa, porque sus palabras son “más dulces que la miel y que el destilar del panal” (Sal.19:10)