La pandemia del Covid-19 ha abierto las puertas de un poderoso mundo virtual donde uno puede disfrutar de múltiples servicios sin moverse del sofá de su casa. Los eventos eclesiales no han sido menos y en Internet hoy se ofrece un gran surtido de “cultos a la carta”. La virtualidad se ha apoderado de nuestras actividades dándonos la sensación de completa normalidad, hasta el punto de confundir lo virtual con lo real.
Una de estas confusiones se ha producido en relación a la ordenanza de la Cena del Señor. ¿Permite Dios celebrar la Cena del Señor virtualmente? ¿Dice algo la Palabra de Dios respecto al tipo de reunión en la que debemos de participar de la Cena del Señor? ¿Son el confinamiento o el riesgo a contagiarme razones legítimas como para poder partir el pan y tomar la copa desde mi casa con mi familia? He aquí algunas consideraciones a la luz de la Palabra de Dios.
1. El acto de congregarse
La Biblia enseña que la celebración de la Cena del Señor tiene su sentido en el acto de congregarse. En 1 Corintios 11, Pablo indica hasta en cinco ocasiones que la iglesia estaba reunida o congregada para participar de la Cena del Señor (1 Cor 11:17, 18, 20, 33, 34). El verbo “congregar” se refiere al hecho de venir juntos como grupo, reunirse, juntarse. Se emplea en muchos pasajes de Hechos para referirse a la multitud agolpada, y también se utiliza en algunas ocasiones con respecto a la unión matrimonial (Mat 1:18, 1 Cor 7:5). Por tanto, la acción de “congregarse” tiene el sentido de estar juntos físicamente. Este es el contexto de la celebración de la Cena del Señor, cuando la asamblea de los santos, la congregación, está reunida físicamente.
2. La participación pública en comunidad
En segundo lugar, es importante recordar que la Cena del Señor no es una ordenanza personal o privada, sino que es un mandato dado por el Señor a la iglesia para ser celebrado en comunidad. El apóstol Pablo afirma esto cuando dice “os reunís como iglesia” (1 Cor 11:18) en distinción a la individualidad de comer cada uno en su propia casa (1 Cor 11:22, 33-34).
Por medio de la Cena del Señor, como iglesia proclamamos la muerte y resurrección de Jesús hasta que Él venga. Es un medio diseñado por Dios para proclamar el Evangelio. Como individuos, somos llamados a participar dignamente habiéndonos examinado previamente. Pablo hace este contraste entre la participación de la congregación reunida (v.26) y la participación individual (v.27-28). Además, el contexto del capítulo nos muestra que el apóstol está hablando del culto público y no de algo privado (1 Cor 14:23, 26). Por tanto, la Cena del Señor es una participación pública en congregación y no privada en el hogar.
3. La manifestación de la comunión
En tercer lugar, la Cena del Señor es una manifestación de la comunión de los hijos de Dios. Es decir, es una expresión visible de la realidad espiritual que tenemos en Cristo, la comunión. Esto es lo que el apóstol Pablo reclama a la iglesia en Corinto en 1 Corintios 10:16-17: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo? Puesto que el pan es uno, nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”. La copa simboliza la comunión que tenemos en la sangre de Cristo, y el pan simboliza la comunión del cuerpo de Cristo. Y esto es lo que manifestamos visiblemente cuando participamos de la Cena del Señor, la comunión de “muchos” en un solo “cuerpo”.
Por eso, cuando un hermano continúa en pecado y no se arrepiente, desoyendo las múltiples exhortaciones de los hermanos, la disciplina eclesial termina en excomunión (Mat 18:15-17; 1 Cor 5:13). Es decir, se priva a tal persona de la participación en la Cena del Señor porque ésta es la manifestación visible de la comunión que los creyentes tenemos en Cristo.
4. La práctica de la ordenanza
Finalmente, el libro de los Hechos nos relata cómo la iglesia practicó dicha ordenanza desde el comienzo. Se congregaban para estudiar la Palabra, tener comunión unos con otros, celebrar la Mesa del Señor y dedicar tiempo a la oración (Hch 2:42). Ante una situación de alarma social injustificada, debido a la persecución que sufrían, la iglesia se congregaba igualmente para participar de la Cena del Señor porque entendían que dicha ordenanza debía ser celebrada presencialmente como iglesia congregada. Tenían una razón de peso para quedarse en sus hogares por temor a la persecución y celebrar la Cena del Señor cada uno en su casa. Sin embargo, en obediencia a Dios, continuaban congregándose juntos como iglesia para el partimiento del pan (Hch 20:7).
Conclusión
En conclusión, la celebración de la Cena del Señor es una expresión pública de participación de la comunión en Cristo, la cual requiere que la iglesia esté convocada y congregada visiblemente. Al obedecer dicha ordenanza estamos expresando públicamente nuestra participación de la comunión en Cristo. Somos los santos redimidos por la sangre de Cristo, participando en un solo cuerpo, la iglesia. Y junto con nuestros hermanos anunciamos y proclamamos la muerte de Cristo hasta que Él venga.
Es en tiempos como estos donde más puede crecer nuestro amor y aprecio por la iglesia local, y cuando más puede aumentar nuestro gozo y anhelo por volver a la congregación de los creyentes cada domingo con mis hermanos en Cristo para celebrar la Cena del Señor.