La Torre Eiffel es hoy día el alma de París. Sin embargo, cuando fue construida muchos la consideraron horrible y desproporcionada. Artistas y críticos la llamaron “monstruo de hierro” y “una aberración para la ciudad”. El tiempo y la verdad siempre van de la mano, y la torre se ha convertido un monumento emblemático, no sólo para la ciudad sino para el mundo entero. Esta obra arquitectónica representa el progreso, la elegancia y la modernidad, simboliza el amor y la belleza, y su admiración atrae a más de seis millones de turistas al año. Salvando por mucho las diferencias, Cristo es la persona más importante y valiosa del universo. Él es Dios (Col. 1:15). Sin embargo, desde su primera venida hasta nuestros días no han sido pocos los escépticos que han puesto en duda tanto su deidad como su suficiencia.
Cuando el apóstol Pablo escribió a la iglesia de Colosas en el primer siglo, los creyentes estaban enfrentando este mismo problema. Muchos, influenciados por la sabiduría humana, desafiaron la deidad y la suficiencia de Cristo. La filosofía gnóstica ponía en duda que Cristo fuera Dios puesto que para ellos la materia era mala, y Dios no podría encarnarse en un ser corporal (Col. 2:8-9). El legalismo judío cuestionaba la suficiencia de Cristo al añadir ritos, tradiciones, leyes y obras humanas que pretendían colaborar con Cristo en la salvación (2:16-17). El misticismo hacia su parte al querer añadir experiencias humanas, visiones y la autosugestión (2:18-19), y el ascetismo añadiendo prohibiciones como el aislamiento, la austeridad y los castigos corporales. Todos con un mismo fin: rebajar a Cristo y Su suficiencia para elevar al hombre y su capacidad.
La Palabra de Dios responde con rotundidad. Cristo es superior. La carta a los Colosenses es una muestra de ello. Pablo presenta una defensa sólida de la supremacía de Cristo por quién es y lo que ha hecho. Así, en sus primeros tres capítulos encontramos doce razones por las que Cristo es supremo:
- Porque es Dios (1:15, 19; 2:9): Es la representación visible y exacta de Dios. No algo parecido o similar, sino la plenitud de la Deidad.
- Porque es Redentor (1:14): Por medio de Su sangre derramada en la cruz obtenemos el perdón de los pecados.
- Porque es Creador (1:16): Todo lo que existe fue creado por medio de Él y para Él.
- Porque es Sustentador (1:17): Por su poder mantiene cohesionadas todas las cosas para el correcto funcionamiento del universo.
- Porque es Señor (1:18; 2:10, 19): Él es la cabeza de la iglesia, pero también de todo poder y autoridad.
- Porque es Reconciliador (1:20-21): Su reconciliación es primeramente cósmica, desbancando el gobierno diabólico en el mundo, y devolviendo a Cristo al lugar de autoridad que le pertenece. Pero también es personal, reconciliando por su muerte a los creyentes con Dios.
- Porque es la Esperanza de gloria (1:27): Su morada en los creyentes por medio de Su Espíritu trae la esperanza de la vida eterna.
- Porque es Suficiente (2:3, 10): Toda la sabiduría y conocimiento espiritual se encuentra en Cristo por lo que estamos completos en Él.
- Porque es Salvador (2:11-14): Fuimos circuncidados espiritualmente en Él (v. 11), sepultados y resucitados con Él (v. 12), vivificados por Él (v. 13) y perdonados por Él (v. 14).
- Porque es Vencedor (2:15): Triunfó públicamente en la cruz sobre Satanás y su séquito.
- Porque es nuestra vida (3:4): Al unirnos a Cristo en su muerte y resurrección, Él se convierte en nuestro dueño, y la razón por la que vivimos. Nuestra vida ahora está enfocada y gobernada por Él.
- Porque es el todo y en todos (3:11): Esta frase abarca todo lo dicho y lo que pudiera faltar.. Cristo es todo debido a lo que es y a lo que ha hecho, y habita en todos Sus hijos sin distinción.
Entonces, ¿Cuál debe ser nuestra respuesta ante la grandeza y supremacía de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo? Pongamos nuestra vista en las cosas de arriba (3:1), viviendo bajo los principios y valores de Cristo; vivamos en continua renovación espiritual (3:10), mortificando el pecado (3:5-9) y vistiéndonos del carácter de Cristo (3:12-15); anhelemos ser gobernados por la Palabra de Cristo (3:16) para pensar y actuar como Él; hagamos todo para Su fama y honra, con gratitud (3:17), y cumplamos Su voluntad en todas las áreas de nuestra vida (3:18-25).
Muchos hoy son críticos todavía con la Torre de París. Sin embargo, sólo unos segundos bajo su inmensa estructura son suficientes para corroborar que se trata de un monumento singular y preeminente. Cuando conocemos a Cristo y Su obra se hace realidad ante nuestros ojos, nuestra respuesta comienza con asombro y reverencia y continúa con adoración y obediencia. Nos encontramos ante el Dios Supremo del universo. Quizá todavía muchos lo rechazan, pero un día, ya sea obligada o voluntaria, con tristeza desoladora o gozo inefable, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Fil. 1:11). Porque el tiempo y la verdad siempre van de la mano.