Hace 100 años este artículo nunca se hubiese escrito. De hecho, lo que aquí se describe hubiese sido una verdad de Perogrullo, pero la impasibilidad de Dios ha sido una doctrina olvidada en el último siglo. El teísmo clásico[1] ha sido cambiado por un teísmo emocional, por un Dios que siente lo que sentimos y sus emociones son como las nuestras.
Pero, ¿qué quiere decir que Dios es impasible? Cuando afirmamos que Dios es impasible estamos diciendo que Dios no sufre, ni está sujeto a un cambio emocional como nosotros sus criaturas. El teólogo Matthew Barrett, escribe, “nosotros adoramos a un Dios quien está totalmente en control de quien es él y de lo que hace”. [2] Dios no es como nosotros que actuamos en base a cómo nos sentimos y lo que pensamos de algún tema; como criaturas estamos sujetos a cambios de ánimo, cambios de humor, y hasta oscilaciones de talante. Pero Dios no es así.
Entonces, cuando Dios habla de Su amor, o de Su ira, ¿quiere decir que no son sentimientos? La respuesta es complicada, es un sí y al mismo tiempo, no. La respuesta simple es que no son sentimientos como los que tú y yo tenemos. Como seres humanos amamos, tenemos arrebatos de ira, nos enfadamos y hasta sufrimos cuando vemos la injusticia que nos rodea. Pero Dios no es un ser emocional. Es verdad, Dios ama. Dios tiene compasión. Dios está airado, pero estos sentimientos, si podríamos llamarlos así, no son respuestas a agentes externos, ni tampoco Dios es víctima de pasiones pecaminosas como nosotros que sí respondemos con miedo, temor, ansiedad, avaricia, lascivia y hasta con enojo. Esto es muy importante porque cuando hablamos de sentimientos, pensamos que Dios siente las mismas emociones que nosotros, pero no es así. Dios no cambia Sus sentimientos o emociones en función de como somos nosotros, y como nos comportamos, ni tampoco sus sentimientos son iguales que los nuestros. Dios tiene 100% control sobre ellos.
Hace 70 años, en medio del Holocausto judío en la Segunda Guerra mundial, un teólogo muy conocido en Alemania, enseñó lo que él calificó como “la doctrina de la esperanza”.[3] Suena bien, ¿verdad? Esta doctrina de la esperanza decía que Dios sufría y padecía cuando veía las atrocidades de los campos de concentración, como quizás nosotros sufrimos al ver documentales de lo que sucedió en esos tiempos. A primera vista esta idea suena muy bien a nuestros oídos. Tú y yo, cuando vemos las atrocidades del mundo, cuando vemos la injusticia de todos los días, sufrimos y padecemos, y pensamos que Dios, de la misma manera, sufre. Puede que esta idea suena bien, pero no es una idea bíblica. ¿Por qué? Porque Dios no es como nosotros. Dios no sufre, ni padece al ver las atrocidades y las injusticias de este mundo porque Dios verdaderamente tiene control sobre sus emociones.
Hace unos meses leí de una analogía que explicaba esta verdad[4]:
Imagínate que tu casa se está quemando. En medio de la locura de salir de tu casa, te das cuenta que has podido salir con tu esposa y uno de tus hijos, pero tristemente, dos de tus hijos se quedaron atrapados en las llamas. Una situación desoladora. Te sientes impotente; no puedes hacer nada. Al ver esto, viene tu vecina, la más maja de todas, la que siempre te ayuda y cuida a tus hijos y cuando ella ve que tus hijos están dentro de la casa, rompe en llanto y comienza a arrancarse el pelo del sufrimiento. Segundos después, viene el otro vecino, de la casa de al lado y cuando observa que tus hijos están en casa, atrapados por las llamas, empieza a gritar, se empapa de gasolina y se prende fuego. Mientras intentas entender que es lo que está sucediendo a tu alrededor, tus ojos ven a un bombero que vestido con todo su equipo entra a tu casa y rescata a tus dos hijos y te los trae en brazos. Ese bombero no necesitaba pasar por aquel sufrimiento para saber exactamente que es lo debía hacer… debía salvar a tus hijos… Y NADIE diría que no tuvo compasión por no haberse manifestado o pasado por aquella situación, de hecho, fue el único que podía actuar para salvarlos.
De la misma forma, Dios no necesita experimentar tu dolor, no necesita experimentar tu pérdida, ni tu sufrimiento para ser un Dios de compasión. ¿Por qué? Porque Dios es un Dios de compasión. Recuerda que de esa manera Yahveh se describe a sí mismo en Éxodo 34 “Lento para la ira y grande en misericordia”. Me encanta lo que escribió San Agustín en sus Confesiones, hablando de la compasión de Dios, “Por eso tú, Dios mío, que amas las almas mucho más copiosa y elevadamente que nosotros, te compadeces de ellas de modo mucho más puro, por no sentir ningún dolor. Pero ¿quién será capaz de llegar a esto?”[5]
Agustín entendía que Dios no necesitaba sufrir como nosotros para amarnos y compadecerse de nosotros. Y podíamos ir más allá aún: Dios, por ser Dios, puede compadecerse perfectamente, puede amar perfectamente y puede airarse perfectamente porque no está sujeto a cambios de ánimos, ni cambio de actitud.
Entonces tenemos que preguntarnos, ¿qué significa la impasibilidad de Dios para nosotros? Me gustaría centrarme en tres implicaciones de esta doctrina para el creyente:
- Dios no es como nosotros.
Cuando venimos delante de un atributo como la impasibilidad de Dios, tenemos que entender que Dios no es como nosotros. Dios es Dios, y nosotros no lo somos.
Números 23:19 dice,
“Dios no es hombre, para que mienta,
ni hijo de hombre, para que se arrepienta.
¿Lo ha dicho El, y no lo hará?,
¿ha hablado, y no lo cumplirá?”
Aquí en este pasaje, Dios se revela a un profeta impío, Balaam, y le dice, yo no soy como vosotros, de hecho, no soy hombre, ni hijo de hombre… por si queda alguna duda. Yo no cambio, ni me arrepiento… cuando hablo, lo que dije se cumple.
Isaías 55:8-9 dice,
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos —declara el SEÑOR.
Porque como los cielos son más altos que la tierra,
así mis caminos son más altos que vuestros caminos,
y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”
Dios es totalmente diferente que nosotros… y esto nos habla de cada una de sus perfecciones también. Dios no es como tú, ni como yo… y cuando hablamos de sentimientos, cuando hablamos de su respuesta a los seres humanos y cosas fuera de ÉL… Dios no responde como tú y yo responderíamos. ¿Por qué? Porque Dios es Dios y tú y yo, no somos como Él.
- Dios no cambia.
Sí, ligado a su impasibilidad está su inmutabilidad. Dios no cambia, porque Dios es un Dios inmutable, un Dios que su propia palabra dice que no puede cambiar. Si la naturaleza de Dios no puede cambiar. Si Sus promesas no pueden cambiar. Entonces Sus emociones no cambian. Hay un par de versículos que nos ayudan con la inmutabilidad de Dios:
“Salmo 33:11 El consejo del SEÑOR permanece para siempre,
los designios de su corazón de generación en generación.
Santiago 1:17 Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación.
Hebreos 13:8 Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.”
La inmutabilidad de Dios en Sus emociones o en Sus sentimientos nos anima a saber que Dios no va a actuar como nosotros actuamos. Nuestro amor es muy voluble, pero el Amor de Dios no cambia… aunque nosotros pequemos… aunque pequemos todos los días, Dios, en Su amor, nos ha salvado y nos santificará hasta el día de Jesucristo. Esto tiene que traer tanto ánimo a nuestros corazones. ¿Verdad?
Y finalmente…
- Podemos confiar en Dios
Así es, solo podemos confiar en un Dios impasible, No podríamos confiar en un Dios que tiene cambios de humor, un Dios que tiene cambio de ánimo, un Dios que es inestable o volátil. ¡No! Solo podemos confiar en un Dios impasible.
Y quizás pienses, impasible, ¿eso quiere decir que Dios no le importa que es apático, o estoico? No para nada, Dios no está gobernado por Sus emociones y su amor es perfecto, su misericordia es perfecta, su ira es perfecta… Piensa en ello, no tienes que preguntarte si puedes orar hoy porque quizás esta de mal humor, puedes confiar en Su perfecta justicia porque Él es el único cuyas emociones no cambian.
La impasibilidad de Dios nos tiene que animar a orar a Él, a venir delante de Su trono y orar. La impasibilidad de Dios nos tiene que animar a confesar nuestro pecado y venir delante de nuestro Padre amoroso que busca relacionarse con sus hijos.
[1] El teísmo clásico, es el teísmo que se centra en Dios como el Ser omnisciente, omnipresente, trascendente, inmanente, simple, inmutable, impasible y atemporal.
[2] Matthew Barrett, “None Greater: The Undomesticated Attributes of God”, 115.
[3] Jürgen Moltmann, “Teología de la Esperanza”, Ediciones Sígueme. 1999.
[4] Adaptado al mi contexto en España de una analogía que presenta M. Barrett en su capítulo sobre la Impasibilidad de Dios en el Libro, “None Greater: The Undomesticated Attributes of God”
[5] Confesiones de S. Agustín. 2:3.