Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación, desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor.

1 Pedro 2:1-3 

Hace muchos años, tras un viaje a los EEUU mi pastor le trajo a mi padre un fax de regalo (para los más jóvenes: este aparato fue el precursor del actual email). El fax era de gran ayuda para mi padre, ya que con él podía enviar y recibir todo tipo de documentos a clientes que se encontraban a cientos de kilómetros de distancia. El único «pero» era que, al tratarse de un aparato comprado en otro país, necesitaba conectarlo a la red eléctrica por medio de un transformador de corriente. Pues bien, un día, un servidor, ni corto ni perezoso, decidió enchufar la fuente de alimentación directamente a la corriente y… ¡voilà! Una intensa humareda comenzó a salir del fax; un humo blanquecino con un penetrante olor a plástico quemado pronto invadió toda la casa y alertó a mi desesperado padre, quien asistió cariacontecido a un espectáculo propio de las Fallas de Valencia. El disgusto fue grande y la reparación costosa. Todo por no ser cuidadoso con la alimentación del aparato.

En 1ª de Pedro, el apóstol escribe a creyentes que se encuentran sumidos en plena persecución a causa de su fe. Este pastor afirma algo sorprendente. No les dice que corran. No los exhorta a esconderse. Ni siquiera a enfrentarse a quienes los oprimen. El apóstol escribe y les hace mirar hacia atrás para, entonces, poder mirar hacia adelante. Todo para que, en tiempos difíciles, luchen contra su pecado conectados a la única fuente de alimentación autorizada: la Palabra de Dios.

Recuerda

Pedro comienza el v.1 con un «por tanto». Este «por tanto» es importante pues nos lleva al contexto cercano. Pedro lleva a sus lectores a echar la vista atrás y resume la realidad de su nueva condición. ¿Cuál? Ellos han nacido de nuevo… mediante la Palabra de Dios (1:23) que les fue predicada (v. 25c). Ellos escucharon el evangelio, el Señor les Dios arrepentimiento en Cristo, regeneración, salvación, y santificación. ¿Luchas con el pecado? Eso espero. Y en tu lucha, recuerda quién eres en Cristo. Recuerda que estabas muerto. Recuerda que ahora estás vivo en Él. Recuerda su amor y misericordia por ti, y atesora a Cristo más que a tu pecado. Por eso, en tu momento de debilidad, ora al Señor: “estoy siendo tentado, Señor, pero sé quién era y sé quien soy gracias a Ti. Ayúdame a adorarte desechando todo pecado”.

Desecha

¿Qué va a producir entonces recordar que Él sea precioso en tu vida? Va a motivarte a hacer lo que Pedro les exhorta ahora a hacer: «desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación» (v.1). Pedro les ruega a abandonar unas prácticas pecaminosas que pertenecen a su vida anterior, a la vida antes de Cristo, y les exhorta a que se despojen (como cuando uno se despoja de ropa sucia) de todo pecado que quita cualquier deseo de estar en la Palabra de Dios.

¿Qué solía alimentar tu mente? Todo tipo de maldad; todo tipo engaño o falsedad; todo tipo de máscaras hipócritas; todo tipo de envidias debido al bien del otro; todo tipo de difamación, de chismes, de murmuraciones. Añade el pecado que quieras.

Pero ahora eres una nueva creación, ahora tienes el poder de Cristo para desechar todo poso de pecado en tu vida. Y aunque tu lucha con el pecado no ha terminado, cada vez que pierdas una batalla, podrás acudir al Salvador que obtuvo la victoria final en la cruz y encontrar su perdón, su restauración y tu crecimiento, un crecimiento que viene al desear su preciosa Palabra.

Desea

Pedro entonces llama a los creyentes a desear la Palabra de Dios. Aquí es donde Pedro quiere llegar. El versículo 2 dice: «desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra». De la misma manera que un recién nacido busca insistentemente y necesita constantemente alimentarse de leche materna, el creyente es llamado a discernir su alimento espiritual. En nuestra lucha con el pecado es clave, pues, que podamos discernir aquello que alimenta nuestro corazón y desear lo único que puede traer santificación: la Palabra de Dios.

¿Crees eso? ¿Crees que leer la Palabra de Dios, estudiar la Palabra de Dios, meditar en la Palabra de Dios, aplicar la Palabra de Dios en el poder del Espíritu Santo es la única solución para luchar contra tu pecado? Seamos perseguidos o vivamos en una sociedad libre ¿creemos realmente que acercarnos a la Biblia va a ayudarnos a librarnos de nuestra tendencia a la crítica y la murmuración? ¿Confiamos verdaderamente que el Señor nos ayuda a rechazar la mentira, la ira, o la lujuria desde la Palabra? ¿Que tenemos los recursos espirituales para luchar contra «la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida» (1 Juan 2:16)? La respuesta es un rotundo «sí».

Pedro añade el propósito de desear la Palabra: v. 2b: «para que por ella crezcáis para salvación». El propósito de alimentarse con la Palabra de Dios es crecer en santidad, ser más como Cristo y, por implicación, tener los recursos espirituales para luchar contra el pecado de la misma manera que Él luchó. Y, así, poder tener victoria diaria.

Creyente, a ti que has probado su benignidad, el Señor te llama a escoger bien tu fuente de alimentación diaria. ¡Tu santificación depende de ello! No hay otra manera de luchar con el pecado. Recuerda, pues, su misericordia. Desecha diariamente tu pecado actual. Y desea su preciosa Palabra para perseverar en tu caminar.

Tan Molina

Autor Tan Molina

Es pastor de la Iglesia Bíblica de Santiago y es profesor del Seminario Berea.

Más artículos de Tan Molina