Pablo escribió su epístola a los Filipenses en el contexto de la preocupación de la Iglesia por Pablo, durante su primer encarcelamiento en Roma, mientras esperaba su juicio ante Nerón. Los creyentes de Filipos se debieron preguntar cómo se sostenía Pablo ¿Lo estaría desalentando este encarcelamiento? ¿Sería liberado? ¿Podría volver a Filipos para ayudarles con su falta de unidad (Fil. 4: 2) y para fortalecerlos en medio de las amenazas de persecución y las falsas enseñanzas (1: 28-30; 3: 2)? ¿O moriría en Roma y la dulce asociación de ellos en el ministerio terminaría con él? Y, quizás lo más importante de todo: ¿Cómo había afectado esta pérdida de libertad la difusión del evangelio? ¿Las circunstancias adversas de Pablo en la cárcel habían dado un duro golpe a su ministerio del evangelio a los gentiles?

Después de su acción de gracias habitual (Fil. 1: 3-8), y la oración (Fil. 1: 9-11) Pablo comienza la estructura de su carta, en los versículos 12 y 18, tranquilizando a los Filipenses, mostrando que su encarcelamiento, lejos de ser un obstáculo para el evangelio, en realidad había servido para el avance del evangelio. Como él mismo explica:

Ahora quiero que sepáis, hermanos, que mis circunstancias han resultado para el mayor progreso del evangelio, de modo que mi encarcelamiento en Cristo ha llegado a ser bien conocido en toda la guardia pretoriana y por todos los demás.

La guardia pretoriana era una empresa de 9.000 soldados de élite especialmente encargados de proteger el emperador y sus intereses. Al parecer, el caso de Pablo tenía una alta prioridad para Nerón, pues el apóstol encarcelado estaba siendo vigilado las veinticuatro horas del día por la élite imperial. La «cadena» que llevaba (Hechos 28:20; Efesios 6:20) era una cadena larga, de 45 centímetros, que conectaba las esposas de la muñeca de Pablo a las esposas de la muñeca de un guardia romano. No había ni una sola hora del día en la que Pablo no estuviera a 45 centímtros de distancia de un soldado romano de la guardia imperial. Sin embargo, no se trataba del mismo guardia todo el día, ni todos los días. Los soldados tenían turnos de seis horas. Eso significa que, durante casi dos años, Pablo entró en contacto con varios soldados imperiales, cada día eran diferentes y tenía a su disposición a cada uno durante seis horas. Lo que la mayoría de los presos habrían visto como una intromisión negativa, Pablo la vio como una oportunidad ordenada por Dios. Conocía una audiencia cautiva cuando la veía, y reconoció que su situación proporcionaba una oportunidad única para predicar el Evangelio.

La conversación

Te puedes imaginar un guardia preguntando: «¿Por qué estás aquí?». Y Pablo respondería algo como lo siguiente:

Estoy en estas cadenas porque sirvo al Señor Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo carne y nació en Belén de Judea. En humildad y obediencia a la voluntad de Dios. Él murió por los pecadores en una cruz romana bajo la autoridad romana en Israel hace 30 años. Fue enterrado y puesto en un sepulcro vigilado por soldados romanos. Pero tres días más tarde, se levantó de la tumba, lo que demuestra su triunfo sobre la muerte. Después de permanecer con sus discípulos durante 40 días, subió a los cielos delante de los ojos de ellos y está, en este mismo momento, entronado en poder a la diestra de Dios como el Señor del mundo entero. No mucho tiempo después de su ascensión, mientras yo estaba persiguiendo a sus seguidores por corromper la religión judía -poniéndolos en cadenas como éstas, e incluso, aprobando su asesinato- este Jesús resucitado, ¡se me apareció en una luz resplandeciente! Me tiró al suelo, me dejó ciego, y me dijo que yo iba a ser su mensajero, para predicar su Evangelio y fortalecer a la iglesia que una vez traté de destruir. Y desde ese día he entregado cada momento de mi vida a la predicación de las Buenas Nuevas. Porque, debido a su vida, muerte y resurrección, aquellos que dejan de confiar en su propia justicia y confían en Él pueden ser perdonados de sus pecados. A través de Cristo, pueden escapar al castigo de Dios y ser reconciliados con Él. Y un día, pronto, este mismo Jesús vendrá en las nubes, volverá a la tierra, y establecerá Su reino sobre todas las naciones.

Mientras los soldados hablaban con Pablo, observaban su carácter y lo oían hablar. Supieron que él no estaba en la cárcel como un delincuente, sino por predicar fielmente el señorío de Jesús. Esta palabra se extendió por toda la guardia. Ellos hablaban entre sí, y se comentaban unos a otros: «Este hombre no ha quebrantado ninguna ley. Todo lo que tiene que hacer para ser puesto en libertad es retractarse de sus enseñanzas acerca de Jesús de Nazaret, y estará libre para irse. Pero increíblemente, no lo hará ¡Él preferiría perder la cabeza a dejar de predicar este mensaje! «.

Con el tiempo, una cosa asombrosa comenzó a suceder. Dios comenzó a otorgar a estos soldados arrepentimiento y fe en Cristo, uno por uno. Tanto es así que Pablo pudo cerrar la carta a los Filipenses, en el capítulo 4 versículo 22, diciendo: » Todos los santos os saludan, especialmente los de la casa de César». Una multitud de guardias, cada uno por seis horas, durante los dos últimos años, escucharon el evangelio. El mensajero podría haber sido encadenado, pero la palabra de Dios no podía ser encarcelada (2 Tim 2: 9). Y el resultado, por obra providencial soberana de Dios, fue que muchos en la casa del propio César se estaban convirtiendo en seguidores de Jesús.

El gozo de Pablo se encontraba en el avance del evangelio.

¿Qué podemos aprender?

El Señor obró a través de circunstancias. Lo que para la mayoría habrían sido vistas como un obstáculo para el ministerio de Pablo, Dios los usó para avanzar su ministerio. Y ante tal adversidad, su respuesta no fue quejarse, culpar a Dios, o hundirse en el descontento y la depresión. En cambio, se alegró (Phi 1:18) ¿En qué? ¿En circunstancias agradables? ¿En una vida fácil? o ¿En una buena reputación? No. El gozo de Pablo se encontraba en el avance del evangelio. Podía soportar la oposición de amigos y enemigos, y sufrir penalidades como buen soldado de Cristo Jesús (2 Timoteo 2: 3) -porque su ministerio no fue impulsado por una sed de protagonismo, sino por el deseo de agradar al Señor y servirle fielmente.

Particularmente en este año, al igual que Pablo, nosotros debemos aprender a recibir cualquier prueba como una oportunidad enviada directamente de Dios para que el evangelio de Cristo sea conocido. Cuando nos enfrentamos al sufrimiento debemos recordar que el Señor nos está dando una oportunidad para darle más importancia a Él y su salvación al responder de una manera que deja claro que la comodidad, el no tener conflictos, o una vida fácil no es lo que más amamos. Es Cristo.

También tenemos que animar a nuestra gente a aprovechar las oportunidades de evangelización que tienen en sus vidas con las «audiencias cautivas». Probablemente, no estarán encadenados a un soldado romano, pero cada uno tiene obligaciones y rutinas que les ponen en constante contacto con los incrédulos. Tienen que ver esto como una oportunidad para proclamar a Cristo con los vecinos, compañeros de trabajo, miembros de la familia que no hayan sido salvos y así sucesivamente.

Finalmente, el ejemplo de Pablo nos recuerda la eficacia del Evangelio, que tiene el poder de salvar incluso en medio de las circunstancias más oscuras. El mensajero puede estar en cadenas, pero la palabra de Dios no está presa (2 Timoteo 2:9).[1]


[1] Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Cripplagate. Puede consultar el artículo original aquí

 

Mike Riccardi

Autor Mike Riccardi

Pastor de evangelismo en Grace Community Church y profesor en The Master’s Seminary (Los Ángeles, California)

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