¿Cómo puedo orar sin cesar? O, al menos, ¡durante un rato! Sin despistarme, sin dispersarme, sin desesperarme… Este pensamiento invade la mente de muchos cristianos con un genuino deseo de orar hasta paralizarlos, bloquearlos o desanimarlos. Al punto de que su vida de oración ha terminado por convertirse en un suplicio o, en el mejor de los casos, en un desorden. No es algo nuevo, ciento cincuenta años atrás, J. C. Ryle ya había despertado la voz de alarma al escribir que: “Vivimos en días de abundante profesión religiosa. Ahora hay más lugares de culto público que antes. Hay más personas que asisten a ellos que antes. Y, sin embargo, a pesar de toda esta religión pública, creo que hay un gran descuido de la oración privada.”[1]
Tristemente, esta experiencia se repite con más frecuencia de la que pensamos, y afecta a todo tipo de creyentes, aún aquellos que destacan por su devoción y pasión por las cosas de Dios. El mismo John Piper confesaba lo siguiente en uno de sus libros: Si trato de orar por personas o circunstancias sin tener la Palabra frente a mí para que guíe mis oraciones, suceden varias cosas negativas. Lo primero es que tiendo a ser repetitivo… solo oro por las mismas cosas todo el tiempo. Otro aspecto negativo es que mi mente tiende a divagar.[2]
Sabemos que orar no es una preferencia, debemos hacerlo (1 Tesalonicenses 5:17). Creemos que el Dios de los Cielos nos escucha, y no solamente atiende a nuestras oraciones, sino que Él responde nuestras peticiones (Lucas 11:9-13). Somos conscientes de que orar es bueno para nuestra salud espiritual, y el gozo y la paz son algunos de los muchos beneficios que produce en nosotros (Filipenses 4:6-7). Pero, llegado el momento, ¿por dónde empezamos? Y… ¿por dónde continuamos?
Sin duda, hay una manera acertada y suficiente de responder esta pregunta. Por medio de Su Palabra, Dios nos proporciona todos los recursos y herramientas que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3), y la oración ocupa un lugar destacado entre todos ellos. El mismo Señor Jesucristo va a instruir específicamente cómo deberían orar sus discípulos (Mateo 6:5-13). Y, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos una gran variedad de oraciones que nos servirán como ejemplo y guía a la hora de dirigirnos a nuestro Padre Celestial. Por destacar algunas de ellas, podríamos comenzar por leer las contenidas en pasajes como los aquí incluidos: Salmo 51; Nehemías 1:4-11; Daniel 9:1-19; Juan 17:1-26; Colosenses 1:9-12; o Efesios 3:14-19.
Pero, además de acercarnos con la atención debida a estos y otros muchos textos de la Escritura, podemos beneficiarnos del estudio que varios hermanos han llevado a cabo a lo largo de los siglos, con el fin de que entendamos y nos apropiemos de lo que la Palabra de Dios nos enseña con respecto a la oración. Entre los que están disponibles en castellano, hemos seleccionado los siguientes, confiando en que su lectura nos ayudará a seguir creciendo en esta área vital como hijos de Dios:
A solas con Dios
El pastor MacArthur disecciona con una exégesis cuidada y a la vez accesible la llamada “oración del Padre nuestro” dentro del Sermón del Monte, explicando cada uno de los elementos que la componen y ofreciendo distintas vías en las que esta enseñanza de Jesús puede ser aplicada en cualquier contexto.
Donald S. Whitney, conocido por otros libros acerca de la importancia y los beneficios de hacer uso de los “medios de gracia”, nos propone una forma de orar sencilla, pero enriquecedora. Permitir que la propia Biblia ejerza de maestro y piloto a través de sus propias páginas, facilitará nuestra concentración y proveerá de un número extraordinario de temas sobre los cuales podremos orar.
De entre los muchos autores que han escrito acerca de este asunto de la oración, algunos han pasado a la historia por su fidelidad y compromiso con esta disciplina espiritual. John Bunyan, es uno de ellos. El predicador y escritor inglés fue, ante todo, un hombre que entendió la profunda necesidad que los creyentes tenemos de acercarnos a Dios privada y periódicamente. Y en esta breve obra analiza distintas áreas que enfatizan la bendición y el poder de la oración.
Un llamamiento a la renovación espiritual
¿Cómo estar seguros de que incluimos los asuntos adecuados cuando nos presentamos ante el Trono de la Gracia? Donald Carson examina todas y cada una de las oraciones del apóstol Pablo contenidas en el Nuevo Testamento, apuntándonos a un modelo valioso y conveniente, tanto en los énfasis que se proponen como en las cuestiones que se resaltan en estas oraciones.
Terminamos esta breve selección de herramientas útiles con la referencia a esta extraordinaria antología breves oraciones, cuyo origen se remonta a la era de los puritanos. A pesar de haber sido escritas cuatro siglos atrás, su vigencia y frescura resultarán en consuelo y orientación para el alma de todo aquel que anhela crecer en su vida de oración.
Conclusión:
Confesemos nuestra debilidad en esta área, pero pongamos a un lado toda excusa, siendo diligentes ante lo que la Palabra de Dios nos enseña. Pongamos a un lado todo aquello que nos entorpece y nos aleja de un camino que únicamente puede ser recorrido de rodillas. Y, haciendo un buen uso de los recursos mencionados aquí, oremos y velemos como el Señor Jesucristo nos exhortó a hacer (Mateo 26:41). ¡Nuestra vida espiritual depende de ello!
[1] Véase J. C. Ryle, Un llamado a la oración (FL: Chapel library, 2020), 9 .
[2] Véase Donald S. Whitney, Orando la Biblia (TN: B&H Publishing Group, 2016), 11.