Hace algunos años, Dios tocó mi corazón con un encuentro que nunca he olvidado. Fue un almuerzo con un pastor de los Estados Unidos junto con algunos pastores portugueses más. Este pastor nos contó cómo su iglesia ya había plantado cuatro iglesias en ocho años. Nos quedamos asombrados e incluso escépticos ante su testimonio. Pero queríamos saber cómo era posible. Nos habló de la pasión que tenía su iglesia por hablar de Jesús en su vecindario, de cómo el Señor trajo crecimiento espiritual y numérico a la iglesia y levantó hombres que querían servirle como pastores. Nos dijo que identificaron a estos hombres, motivaron a algunos miembros a mudarse con ellos a alguna otra ciudad y por mucho tiempo oraron y ayunaron. Y lo demás es historia: 4 iglesias en 8 años. La más reciente, en 2017, ya contaba con 400 personas. Ese día me di cuenta de que hacia esta dirección era a dónde debíamos orientarnos como iglesia si algún día queríamos ser una iglesia que obedeciera la Biblia.

En la primera parte de este artículo argumenté que para ser una iglesia que planta otras iglesias hemos de tener la evangelización de los pueblos, las lenguas y las naciones como una prioridad, hay que estar llenos del Espíritu, hay que orar y hay que invertir en hombres para hacer la obra de Dios. En esta segunda parte, deseo concluir con tres marcas más que he observado en el libro de los Hechos, al que considero un verdadero manual para la plantación de iglesias.

  • Las iglesias que plantan otras iglesias tienen la predicación como el medio para la obra de Dios.

Creo, por el testimonio de las Escrituras, que el pecador se salva por la predicación de la Palabra de Dios (Rom 10:17; Lucas 8:11; Santiago 1:18; 1 Pedro 1:23). El Señor Jesús ordenó que en Su nombre se predicara el arrepentimiento para perdón de pecados (Lc. 24:46-47). Esa fue la práctica de los apóstoles y sus asociados. En el libro de los Hechos, la predicación está vinculada al crecimiento de la Iglesia (Hch.6:4, 7; 8:5; 12:24; 13:49; 19:20). Los discípulos entienden que la predicación es un mandato (4:18-20; 5:27-31; 10:42-43), que debe ser expositiva (Mateo 28:18-20; Hechos 20:26-28) y Cristo céntrica (20:20-21). Y esto ha de ser visible, al punto de que sea fácilmente reconocible que la iglesia está siendo fiel a esto, a la predicación de la Palabra, del Evangelio y de Cristo. Que no se esconde de las cuestiones controvertidas de nuestro tiempo, sino que enseña todo el consejo de Dios. Que los nuevos candidatos al ministerio y a la plantación de iglesias son hombres fieles, ministros de Cristo y buenos administradores de los misterios de Dios, que predican a tiempo y a fuera de tiempo, que reprenden y corrigen a los hombres con la Palabra de Dios.

  • Las iglesias que plantan otras iglesias son ellas mismas la base de la obra de Dios.

Cuando leemos el libro de los Hechos, todos lo tenemos claro: la iglesia local es la base de la labor misionera o de la plantación de nuevas iglesias. Cuando leemos Hechos nos damos cuenta de que la iniciativa de plantar iglesias es coordinada por la Iglesia, y aún en el caso en el que algo sucede sin ningún tipo de estrategia, como en el caso de las persecuciones, la iglesia local es llamada a organizar y a coordinar. Es la iglesia la que planta iglesias. Es en la iglesia local donde se forma, se envía, se apoya y se recibe a los misioneros. El libro de los Hechos puede ser bosquejado entre tres iglesias: a) la Iglesia de Jerusalén – 1:1-11:18; 12; b) la Iglesia de Antioquia – 11:19-30; 13-18; c) la Iglesia de Éfeso – 19-28. Estas Iglesias plantaban otras iglesias porque tenían hermanos que compartían el evangelio (11:19-20), estaban llenos del Espíritu y de gracia (4:31, 33; 11:21, 23, 26), contaban con líderes piadosos, comprometidos con la oración y la Palabra (6:2-7; 11:25-26; 13:1-3) y eran generosos (4:33-35; 11:27-30; 2ªCo.8:1-5; Fil.4:10-20).

  • Las iglesias que plantan otras iglesias lo hacen aún en tiempos de tribulación y con pocos recursos.

En el libro de los Hechos observamos que la labor misionera y evangelizadora tiene lugar en medio de la tribulación. A pesar de la penosa situación, el Evangelio avanzó y surgieron nuevas iglesias. Podemos observar esta misma realidad en los viajes misioneros de Pablo y su conclusión al respecto:Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” (Hechos 14:22). Lucas nos muestra el sufrimiento que los siervos de Dios habrían de experimentar a causa del trabajo misionero. Pedro y Santiago escriben cartas para animar y enseñar a la Iglesia a vivir para la gloria de Dios en medio de la tribulación. Jesús nos lo advirtió: “en el mundo tendréis tribulación” (Juan 16:33). Pero nada de esto impidió el progreso del Reino de Dios por medio de la proclamación del Evangelio. La falta de dinero no resultó un obstáculo para las misiones. El Espíritu Santo no necesita dinero para actuar (3:1-8), de hecho, es el mismo Espíritu el que provee los recursos (4:32-37) y juzga nuestras ofrendas (4:36-5:5).

Estas son las marcas de las iglesias que plantan otras iglesias. Y observando cada una de estas marcas, nuestra conclusión es doble. Por un lado, tenemos delante un llamado solemne a la iglesia a interiorizar estos distintivos para que podamos ver al Espíritu Santo usando nuestras vidas para la expansión del Reino. Por otro lado, recibimos un modelo detallado en cuanto al tipo de iglesias que habremos de plantar. A pesar del rápido crecimiento numérico, la iglesia del primer siglo se preocupaba por la clase de iglesias que se plantaban. Los escritos del Nuevo Testamento constituyen la revelación de Dios, pero reflejan el esfuerzo y el interés de hombres de Dios comprometidos con la labor de que las iglesias que nazcan sean iglesias verdaderas, esto es, fieles a lo que la Palabra de Dios enseña. ¡Que el Señor nos permita seguir su ejemplo!

 


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Mario Pina

Autor Mario Pina

Es pastor en la Igreja Baptista de Miratejo (Lisboa - Portugal). Graduado en el Seminario Berea.

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