Como padre, al mandar sentarse a mi hija en su silla para la comida, no tengo que darle una lista larga de razones. Basta el simple hecho de que su padre, con la autoridad que Dios le ha dado, le ha mandado sentarse. Lo mismo sucede para nosotros al contestar la pregunta de si la iglesia debe evangelizar hoy. No necesitamos una lista larga de razones. Basta saber que nuestro Señor, que tiene autoridad sobre todas las cosas, nos ha mandado hacer discípulos, y que el mandato es vigente hasta el fin del mundo (Mateo 28:18-20).[1]
Hacer discípulos es un mandato, y debemos obedecer sin más pretextos. Pero como si este mandato no fuese suficiente, las Escrituras presentan muchos más motivos de por qué el evangelismo es una prioridad para la iglesia hoy, y podemos ampliar esta lista con 2 razones más que se encuentran en 2 Corintios.
- La Gloria de Dios
No hay duda de que la obediencia trae gloria a Dios (Juan 15:7-10). Pero, como el apóstol Pablo bien sabía, el evangelismo trae abundante gloria a Dios. Al defender su ministerio en 2 Corintios y explicar por qué aguanta tanto sufrimiento (4:7-12) al proclamar el glorioso evangelio, Pablo da una de sus motivaciones principales en 4:15: “Porque todo esto es por amor a vosotros, para que la gracia que se está extendiendo por medio de muchos, haga que las acciones de gracias abunden para la gloria de Dios.”
A primera vista, parece que es el amor a los creyentes que motiva a Pablo en su labor (y lo es), pero no es su razón principal. Su ministerio de proclamar el Evangelio es “para que…las acciones de gracias abunden para la gloria de Dios”. Su motivo es la gloria de Dios. Y Pablo entiende cómo la proclamación del evangelio resulta en la gloria de Dios: La gracia. Porque el evangelio es el mensaje de la gracia de Dios. Revela como hombres muertos en sus delitos y pecados (Efesios 2:1-3) son trasladados de muerte a vida, del reino de las tinieblas al reino de Cristo (Colosenses 1:13). Es el mensaje de como hombres dignos de la maldición del infierno eterno reciben toda bendición espiritual en Cristo: son escogidos, santificados, adoptados como hijos, perdonados, y reciben una herencia eterna garantizada con Cristo (Efesios 1:3-14). Es el mensaje de reconciliación con Dios (2 Corintios 5:18-21), y que lleva a una eternidad de gozo en Su presencia (Salmo 16:11). Y todo esto es por la gracia de Dios en Jesucristo, revelado en el evangelio (Tito 2:11, Juan 1:16). Y solo por la proclamación del evangelio es que esta gracia se extiende a más y más personas.
Pablo proclamaba el evangelio para que la gracia alcanzase a más personas, pero no con un fin centrado en el hombre, sino en Dios. Porque cuando los pecadores reciben la gracia de Dios, esto produce un resultado inmediato en su vida: acción de gracias. Si eres creyente, lo has experimentado. Cuando viste por primera vez que la carga pesada de tus pecados fue quitada, que fuiste perdonado, y que fuiste reconciliado con Dios, ¿qué brotó de tu boca en torrentes incesantes? ¿No fue un canto de acción de gracias? Es lo que rebosa del corazón de un alma redimida. El clamor de su corazón es “¡Gracias Dios por tu gracia en la cruz de Cristo! ¡Gracias por salvarme! Te alabo, te adoro.” Las acciones de gracias a causa de la gracia abundan para la gloria de Dios.
Cuando el evangelio es proclamado, y los pecadores reciben la gracia y pasan de muerte a vida, el resultado es una abundancia de acción de gracias y adoración por toda la eternidad. Si deseas y amas la gloria de Dios, ¡predica el evangelio!
- El encargo de Dios
Al seguir explicando su ministerio, en 2 Corintios 5:18-21, Pablo presenta otra razón para el evangelismo. En el versículo 18, dice que Dios “nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación.” Cada creyente ha sido reconciliado con Dios, y esto por la sangre de Cristo, “no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones” (v.19), proclamándonos justos por medio de Cristo (v. 21).
Pero inseparable de nuestra reconciliación, cada creyente también recibe un llamado a participar en esta reconciliación, como vemos en v.18-19 “y nos dio el ministerio de reconciliación…y nos ha encomendado la palabra de la reconciliación.” Las palabras griegas traducido “dio” (δίδωμι) y “nos ha encomendado” (τίθημι), transmiten la idea de dar un encargo o dar al cuidado de otro. Dios nos reconcilió, y a la misma vez nos ha entregado el ministerio de reconciliación. Esto podría asustarnos, pues nos damos cuenta de que no somos capaces de reconciliar ni a otros, ni a nosotros mismos con Dios (Salmo 49:7-9). Por eso Pablo clarifica en el v. 19 el significado de recibir este ministerio de reconciliación: “y nos ha encomendado a nosotros la palabra de reconciliación.”
El ministerio que recibimos por encargo de Dios es el ministerio de proclamar el mensaje de la obra completa de Cristo. Dios, en Cristo, ya dio provisión para la salvación por Su muerte y resurrección. Pero Él ha puesto en nuestras manos la tarea de la Palabra de reconciliación. Dios nos ha hecho embajadores de Cristo, rogando al mundo que por medio de Él sean reconciliados con Dios (5:20), y somos colaboradores con Él por la proclamación de este mensaje (6:1). Es una gloriosa realidad: los reconciliados son reconciliadores, al proclamar la palabra de reconciliación. Los salvados participan en la salvación de otros, porque “agradó a Dios, mediante la necedad de la predicación, salvar a los que creen” (1 Corintios 1:21). Mano a mano con la reconciliación con Dios que nos lleva a la adoración, viene el encargo de Dios con la palabra de la reconciliación, por medio de la proclamación.
Que el Señor ayude a Su iglesia a fielmente cumplir el encargo de proclamar la palabra de reconciliación por medio de la gracia que está en Cristo, para que por esta gracia las acciones de gracias abunden para la gloria de Dios.
[1] Puedes leer por qué la iglesia debe obedecer la gran comisión hoy en este articulo escrito por Rubén Videira