El erudito australiano del Nuevo Testamento, Leon Morris, dijo una vez que el evangelio de Juan es «una piscina donde un infante puede caminar y un elefante puede nadar». Con permiso del Dr. Morris, ya con el Señor, quisiera extrapolar esta realidad a una carta escrita por el mismo autor, Juan, pero unos años más tarde, en la década de los 90 del s. I. Con su primera carta ocurre algo similar, el nuevo creyente puede leerla sin demasiadas complicaciones, mientras que el mayor erudito no puede alcanzar sus profundidades. Pero, así es realmente la Palabra de Dios, ¿verdad?
Quizá, alguno ya ni llegará a leer este párrafo debido a que el propio título del artículo puede dar lugar al desaliento a aquellos que ya han leído, meditado, y escuchado estar carta de Juan en diversas ocasiones. Pero recuerda al elefante…. ¡con la Escritura nunca vas a tocar fondo! ¿Por qué leer la Primera Carta de Juan? (y añadiría: «¿otra vez?»). Permíteme que aporte siete razones fundamentales:
I. Porque debes valorar más el legado recibido
Esto es lo primero que el A/anciano Juan quiere dar a entender a los creyentes en la Asia Menor del primer siglo. Juan les dice que él, junto con el resto de Apóstoles, oyeron, vieron, contemplaron e incluso palparon al glorioso Verbo, a Jesús, Al Dios hombre (1:1-3). Qué gran privilegio, ¿verdad? Aun así, Juan no se considera un cristiano de primera división con respecto a los demás. Sino que tiene la convicción de que al proclamar a Cristo a la siguiente generación, generación que muy probablemente ya no vio ni escuchó a Jesús, ellos van a compartir la misma comunión con Dios que él y los apóstoles tuvieron.
Cuánto más, si cabe, hemos de valorar un legado de Cristo y Su iglesia de 2000 años. Tenemos el mismo libro, las mismas enseñanzas, y la misma comunión con el Señor hoy que los destinatarios de esta carta. Y todo gracias a nuestra unión con Él y a Su Palabra revelada que seguimos proclamando tal y como su iglesia ha hecho a lo largo de los siglos.
Valoremos este legado y seamos fieles a él.
II. Porque debes admirar más a Cristo
La vida de Juan giró en torno al Salvador. Así es, Él tuvo el privilegio de verle cara a cara y aprender en primera persona de Él. Nosotros tenemos que esperar con ansia al nuevo cielo y tierra para esto, pero, mientras tanto, tenemos Su Palabra suficiente que nos apunta a y nos ha de mover a admirarnos más y más de Él. ¿Por qué? Juan responde:
- Porque Él es digno de ser proclamado puesto es el Dios que es vida (1:1-2).
- Porque Él es nuestro Abogado Justo y Perfecto quien sufrió la ira que nosotros merecíamos (2:1-2)
- Porque nos ha dado el ejemplo perfecto de amor sacrificado (2:8)
- Porque vendrá de un momento a otros a rescatarnos (2:28)
- Porque destruyó las obras del diablo que nos llevan a perseverar (3:8).
- Porque nos ha dado vida (4:9; 5:12)
- O, porque el Padre nos ama de forma perfecta en Él (5:1)
Hay más razones, pero solo esta lista nos tiene que llenar de una admiración creciente a nuestro Salvador conforme vamos comprendiéndola más y más.
III. Porque debes sorprenderte menos de los ataques
Un querido hermano compartía hace unos días de su tremendo pesar al ver cómo en las últimas décadas, los ataques contra la Iglesia habían disminuido desde fuera (el mundo), pero habían aumentado desde dentro (la iglesia). Coincido plenamente con él. Y también sé que este hermano, aún apesadumbrado, no estará sorprendido. Juan nos muestra que los ataques y problemas en la iglesia vienen desde dentro, «de nosotros» (2:19). Un dentro que, admitámoslo, crea problemas porque ha bebido demasiado del néctar de fuera. Tenemos más del mundo de lo que pensamos, y la Iglesia es llamada a vivir distinta y piadosamente, así como a proteger de las ideas y filosofías de fuera que se cuelan dentro.
Estoy absolutamente convencido de que este es el mayor problema en la iglesia hoy, y no solo en España, sino en todo el mundo. Por eso debes sorprenderte menos y observar más desde esta carta cómo responder ante esta realidad, teniendo en mente lo que dice nuestro propio editor: «busquemos la gloria de Dios aun si eso supone nuestra propia humillación».
IV. Porque debes crecer en mayor discernimiento
Reconozco que este punto se solapa con el anterior. Puedes llamarlo, «defecto profesional»… porque realmente quiero aportar siete razones por ser un número muy Juanino. Bromas aparte, y aunque no tengamos al mismísimo Juan como anciano de nuestra iglesia, aun así somos llamados a discernir, seamos pastores o no, todos aquellos ataques contra la persona y obra de Jesús.
En el caso de la carta, se trataba de una falta de piedad (1:8; 2:4) que surgía como consecuencia de una falsa enseñanza acerca de la verdadera humanidad de Jesús (ver 2 Juan 7). El creyente, dice Juan, tiene la «unción del Santo» (2:20, 27), esto es, el Espíritu Santo ilumina al creyente para discernir la verdad de su Palabra y rechazar toda nueva enseñanza, por cool, asombrosa y exitosa que aparente ser (2:27).
V. Porque debes dar más fruto para el beneficio de tu Iglesia
Parafraseando a Juan (y ya puestos, a Pedro también): «un cristiano que no crece, tiene que hacérselo mirar». Juan llama a los creyentes a obedecer los mandamientos de Cristo (2:4). Concretamente, su énfasis va a residir en una obediencia al mandamiento de amar a los hermanos (2:9; 3:16, 23; 4:7). Una de las verdades sobre las que el Apóstol se fundamenta es que uno puede «decir misa», pero si su vida no se caracteriza por el fruto espiritual, la cosa va a ir muy mal. Juan reacciona contra aquellos falsos maestros que muestran su hipocresía predicando una salvación sin el Cristo verdadero y sin una vida cristiana verdadera. Por el contra, él llama a mostrar el fruto constante que ha de caracterizar al creyente, incluyendo una vida de constante arrepentimiento del pecado. En otras palabras: da más y mejor fruto, y que tu congregación guste de él.
VI. Porque debes vivir con menos dudas
Primera de Juan es tanto para el más maduro en la fe, como para el neófito. Tanto para el creyente con absolutas certezas, como para el que duda de su salvación. Realmente admiro a Juan y su tremenda sensibilidad. ¿Por qué digo esto? Porque Juan ha puesto el listón muy alto, fíjate lo que dice:
- Cree en el mismo Cristo que los Apóstoles y yo creemos (1:1-3)
- Anda en la luz (1:6)
- No peques (2:1)
- Anda como Cristo anduvo (2:6)
- Ama sacrificadamente a los hermanos (2:7; 3:17)
- Discierne la mentira doctrinal, etc.…
Ahora, un creyente podría decir: «imposible Juan, me estás pidiendo un imposible. Yo no puedo andar como Jesús, yo no soy capaz de dejar de pecar, ni mucho menos amo a mi iglesia como Cristo… no debo de ser creyente». Paradójicamente, la misión de Juan es desechar el miedo que los falsos maestros habrían generado. Él escribe a los que ya creen… para que sepan que tienen vida eterna (4:13). Indudablemente, habría no creyentes entre ellos, y esta carta sacó a la luz su corazón. Pero Juan es sensible a unos cristianos magullados espiritualmente y, a pesar de tan alto standard, recordemos que también expresa que:
- si pecas y no guardas su palabra, en Cristo hay perdón constante (2:1-2)
- si tu corazón te condena porque sientes que no das la talla, Dios conoce tu corazón y tu esfuerzo, confía (3:20-21).
Nadie damos la talla. Es por eso que Cristo es tan glorioso. Descansa en su obra completa de redención.
VII. Porque debes rechazar más imitaciones
Juan termina con lo que puede parecer un giro sorprendente: “hijos, guardaos de los ídolos”. Aunque contextualmente tiene sentido ya que si Juan presenta a Cristo
- como aquel que ofrece vida eterna (1:2; 5:12)
- que intercede ante el Padre (2:1)
- que destruye las obras de Satanás (3:8)
- o que protege al creyente de condenación (5:18) porque en Él está todo lo verdadero y apunta al Verdadero (5:20)
¿Por qué conformarse con el engaño de Satanás que apunta a toda la mentira? ¿Por qué distraernos amando al mundo y las cosas del mundo? (2:15). ¿Por qué consumir veneno cuando podemos degustar unas nutritivas y deliciosas fresas Arnaud? Cristo y su Palabra es mejor porque es lo verdadero.
Puedes considerarte un elefante espiritual, pero debes leer más la Primera Carta de Juan, y nunca tocarás fondo.