El enemigo, Satanás, tiene como primera tarea procurar que la Palabra de Dios no sea obedecida, y para esto lo que más busca es que no sea proclamada. Con un simple vistazo a la iglesia moderna, confirmamos como ese plan maligno está surgiendo efecto.  Muchos ministros, aún con pasión por el ministerio y con gran talento para enseñar, son mal influenciados a poner a un lado la enseñanza bíblica y cambiarla por diversas formas de entretenimiento. De este modo persiguen llegar más fácilmente a esta generación. Sirva como ejemplo lo que un autor escribe a un grupo de seminaristas, exhortándolos a “limitar sus sermones a 20 minutos… y a no olvidar mantener sus mensajes ligeros e informales, rociándolos con humor y anécdotas personales”.[1]

La iglesia ya no parece ser el lugar donde Dios confronta, exhorta y conforta a Su pueblo por medio de la exposición fiel de su Palabra. En cambio, se ha sacado a Dios de la ecuación y el centro ha pasado a ser el hombre. Las reuniones son más entretenidas, la música es más llamativa, la apariencia tecnológica es más moderna, pero los “sermones”, tolerables. J.I. Packer acertadamente comenta lo siguiente sobre el experimento de iglesia moderna de esta generación: “sospecho que la perplejidad dispersa hoy en día sobre la relevancia del evangelio del Nuevo Testamento debe verse como el juicio de Dios en dos generaciones de predicación inadecuada por predicadores inadecuados” [2]. Este comentario apunta al corazón de lo que ha sido sacrificado en nuestros púlpitos en los años recientes: la predicación fiel de la Palabra de Dios. Como D. A. Carson dice: “parece ser que el término predicación bíblica es un anuncio de muerte en la iglesia moderna”.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Con un simple vistazo al Nuevo Testamento nos damos cuenta de que la predicación era algo central para la iglesia primitiva. Como dijo Charles Dargan, “la predicación es una parte esencial y una característica distintiva del cristianismo, y en consecuencia la historia más amplia de los movimientos religiosos generales incluye la de la predicación”.[3]

Alto concepto del hombre

La primera razón por la que la predicación fiel de la Palabra ha sido sacrificada en la iglesia moderna, es por el sentido antropocéntrico que prima en muchos ministerios. Este tipo de enfoque se manifiesta de diversas formas que, en última instancia, exaltan al hombre como el centro y propósito de la creación. Coloca a Dios como un siervo que existe para cumplir los deseos del hombre. Esto es lo que hace que este tipo de predicación sea tan popular. Nacemos adorándonos a nosotros mismos. Está en nuestras venas a causa del pecado original. Nuestra carne siempre nos dice que tengamos un alto concepto de nosotros mismos. De modo que, el escuchar constantemente lo grandioso que somos y que el propósito de Dios somos nosotros, nos fascinamos.

El gran problema es que este tipo de predicación es el resultado. Al no ser este el modelo intencionado por Dios según Su Palabra, no tendrá un fruto genuino. No logrará producir un arrepentimiento genuino, una humildad genuina, un espíritu de adoración o una preocupación genuina por la iglesia. ¿Por qué? la razón radica en su propio carácter y contenido. No consigue que los hombres se centren en Dios y en sus pensamientos, o que estos sean temerosos de Él en sus corazones. Este modelo, antibíblico, se preocupa exclusivamente por ser “útil” para el hombre —para traer paz, consuelo, felicidad y satisfacción— pero muy poco por glorificar a Dios.

Las “iglesias” caracterizadas por este tipo de predicación convierten a sus oyentes en espectadores y no en miembros genuinos del cuerpo de Cristo. Esto, por lo tanto, es sumamente peligroso, ya que muchos son erróneamente guiados a pensar que son discípulos de Cristo cuando en realidad no lo son. En Hebreos 10:24-25, un pasaje muy utilizado para exhortar a los creyentes a no dejar de congregarse, el autor lo que realmente está haciendo es un llamado no solo a asistir, sino a ser participantes genuinos en la congregación de los santos.

Bajo Concepto de Dios

La otra razón, la cual es la causa principal de la crisis en la predicación, es el bajo concepto de Dios en la fe y practica de estos predicadores. El motivo más profundo en el corazón de Dios es Su propia gloria y, por lo tanto, toda la creación existe para traer gloria a Su nombre. Él creó mentes humanas para entender Su gloria, creó corazones humanos para deleitarse en Su gloria. La Biblia es clara en cuanto a esto. En Isaías 48:9-11 Dios dice:

Por amor a mi nombre contengo mi ira, y para mi alabanza la reprimo contigo a fin de no destruirte.  He aquí, te he purificado, pero no como a plata; te he probado en el crisol de la aflicción. Por amor mío, por amor mío, lo haré, porque ¿cómo podría ser profanado mi nombre? Mi gloria, pues, no la daré a otro.

De estos tres versículos brota el deseo enfático de Dios de traer gloria a Su nombre. La gloria de Dios es Su pasión y Él no permitirá que otra cosa tome la gloria que le pertenece. Sin embargo, no se puede glorificar a Dios más allá de lo que se conoce de Dios. La manera en como el ser humano puede deleitarse en Dios está directamente relacionada a su conocimiento de Dios. Por eso es tan importante un conocimiento correcto de la persona de Dios. Estoy convencido de que la causa principal del estado anímico de muchas iglesias está en que no conocen al Dios que dicen adorar. A.W. Tozer, en su libro El conocimiento del Dios Santo, apuntó a eso cuando dice:

“El bajo concepto de Dios que se tiene casi universalmente entre los cristianos es la causa de cien males menores en todas partes entre nosotros… La disminución del conocimiento de lo santo ha traído nuestros problemas. Un redescubrimiento de la majestad de Dios contribuirá en gran medida a curarlos… La adoración es pura o baja según el adorador tenga pensamientos elevados o bajos de Dios. Por esta razón, la cuestión más grave ante la Iglesia es siempre Dios mismo, y el hecho más portentoso acerca de cualquier hombre no es lo que pueda decir o hacer en un momento dado, sino cómo concibe a Dios en lo profundo de su corazón.” [4]

Esto es algo que está en el corazón de la Palabra de Dios. Un Dios no conocido no puede ser confiado, servido ni adorado. Es por esto que es imposible para el hombre cumplir el propósito eterno con el que fue creado sin conocer al Dios verdadero. Jesús lo puso de esta manera en Juan 17:3, “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. La vida eterna se trata de conocer a Dios y la manera específica que Dios ha dado para cumplir ese propósito de conocerle, es a través de Su Palabra.

La única forma efectiva de que la iglesia pueda permanecer firme ante los tiempos que vivimos y no sucumbir por la anemia espiritual es levantando en alto el concepto de Dios por medio de la predicación fiel de la Palabra.

 


[1] Doug Murren, Baby Boomerang: Catching the Boomer Generation as They Return to Church (Ventura, Calif.: Gospel Light Publications, 1990), 103.

[2] J. I. Packer, The Preacher and Preaching: Reviving the art in the Twentieth Century, ed. Samuel T. Logan (Phillipsburg, N.J.: Presbyterian & Reformed, 1986), 17.

[3] Dargan, History 1:12. See also Edwin Charles Dargan, The Art of Preaching in the Light of Its History (Nashville: Southern Baptist Convention, 1922) 14-15.

[4] A.W. Tozer, The Knowledge of the Holy (New York: HarperCollins, 1961), pp. vii-viii.

Ángel Cardoza

Autor Ángel Cardoza

Casado con Yamel y tienen cinco hijos, obtuvo su doctorado en predicación en The Master´s Seminary y es pastor de la Iglesia Cristiana de la Comunidad (República Dominicana)

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