Si algo tenemos todos claro es que somos parte de la generación más preparada de todos los tiempos. A nivel académico, los jóvenes estudian carreras, maestrías y cualquier ciclo formativo que los capacite para acceder a un puesto de trabajo y, aunque haya diferentes motivaciones por las cuales estos jóvenes se preparan, la principal motivación es que quieren estar capacitados para poder ejercer su puesto de trabajo y recibir así una remuneración económica. Pero sí trasladásemos esta meta de preparación al área espiritual en el ministerio de la iglesia, la pregunta vital que todo siervo de Dios debe hacerse a sí mismo sería ¿estoy preparado para servir al Señor? No con la meta de recibir una remuneración económica, sino con la meta de recibir la aprobación de nuestro Padre celestial y servirle estando preparados para toda buena obra.
Precisamente esa fue la pregunta que yo mismo me hice en el año 2014 cuando comencé a formarme en la Palabra a través del seminario Berea. Dicha pregunta me llevó a revisar las razones por las cuales servía a Dios. Y mi tiempo en Berea ha respondido con creces, aportándome además tres razones de peso por las cuales creo que deberías prepararte para servir al Señor en toda buena obra.
- La motivación correcta: La gloria de Dios.
Estar expuesto a la Palabra de Dios estos seis años en el seminario Berea ha ordenado mi motivación. En otras palabras, aquello por lo que sirvo al Señor. Muchos desean servir al Señor en la predicación de la Palabra, pero la motivación debe ser la correcta delante de Dios. El Señor llama al ministerio en este caso de la predicación y enseñanza de la Palabra a quienes se humillan para dar la gloria a Dios Padre por medio de Cristo. Un ejemplo sublime de esto lo vemos en el propio apóstol Pablo, quien en su defensa ante Agripa, al relatar su propia conversión dice que tras caer al suelo humillado dijo “¿Quién eres, Señor?…” [Hch.26.15], a lo que el propio Jesús respondió declarando que, es el Señor y encomendando a Pablo diciendo “…levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo…” [v.16]. El punto está claro, Pablo se convertiría en un “ministro”, esto es un siervo y testigo de los misterios de Dios [1 Co.4.1] con la meta de extender el Evangelio, no para su propia gloria, sino para la gloria de Dios. Saber que soy un simple servidor, que no trata de inventar ningún mensaje retorico y pulido que atraiga a las masas, sino que soy un simple vocero que ha bajado a las profundidades de la riqueza y la sabiduría de Dios ya reveladas [Ro.11.33] confiando con certeza que “…tenemos la palabra profética más segura…” [2 Ped.1.19] que no fue revelada por voluntad humana, “…sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios.” [2 Ped.1.21]… ¡qué gran realidad! La cual Berea ha apuntalado en mi corazón, y por la cual debes formarte.
Una vez esto fue claro en mi vida en Berea, surgió la pregunta ¿basta con tener la motivación correcta? esto me llevo a la segunda realidad que ha supuesto para mi formarme en la Palabra a través de Berea, y que a su vez es una razón de peso por la cual deberías prepararte para servir al Señor en toda buena obra.
- El mandato bien entendido: La preparación
Muchas personas se quedan en la motivación, sin pasar al siguiente paso, obedecer el mandato de Dios a estar preparado, capacitado. Este mandato no procede de los hombres sino de lo alto. Si tienes la motivación correcta de servir al Señor exponiendo Su Palabra por y para Su gloria, entonces el mandato a estar preparado será inseparable. No puede existir una dicotomía entre ambos, la Palabra de Dios es clara al respecto. Pablo le dice a Timoteo “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado…” [2 Ti.2.15]. Este “procura con diligencia” apunta a la realidad de hacer el máximo esfuerzo por alcanzar algo, en este caso la aprobación de Dios. Pero si seguimos leyendo vemos con claridad donde debía Timoteo [y todo siervo de Dios] poner su diligencia: “…como obrero que no tiene de qué avergonzarse…” [v.15b]. Es evidente que si un obrero se avergüenza ante su maestro es porque no está, en este caso, enseñando la verdad pura de la Palabra. Por eso Pablo le dice a Timoteo que la clave de su mandato bien entendido, un obrero que no se avergüenza, es porque “… maneja con precisión la palabra de verdad…” [v.15c]. Este verbo usar o manejar tiene la connotación de cortar por la marca, seguir el patrón, no salirse de lo marcado. Por eso Pablo incide que lo que manejamos no son nuestras palabras, no es un mensaje relevante para la sociedad, sino la Palabra de verdad. ¡Gloria a Dios porque Berea me ha capacitado para pasar de la motivación correcta a la preparación correcta siendo formado en la Palabra! Sin atajos, sin tapujos, sin estrategias humanas, solo la única y poderosa Palabra de Dios la cual es “…viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos…” [Heb.4.12].
Pero no solo he encontrado en Berea la motivación correcta y el mandato bien entendido, sino que hay una tercera realidad que ha a su vez es una razón de peso por la cual deberías prepararte para servir al Señor en toda buena obra.
- La meta correcta: El crecimiento Espiritual
Como hombres de Dios, con la motivación correcta y el mandato bien entendido, debemos apuntar a la meta correcta. Pablo tenía un encargo solemne para Timoteo, que no era otro que “Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción” [2 Ti.4.2]. No debemos perder el objetivo, esto es algo que el seminario Berea ha clarificado en mi corazón, debo no solo estar capacitado para trazar con precisión las Escrituras, sino que, la meta es predicar la Palabra, todo el consejo de Dios, en todo tiempo, momento y circunstancia, con el fin de que los hermanos en la iglesia sean reprendidos, corregidos e instruidos en las Escrituras [2 Ti.3.16]. La idea aquí es enseñar el camino por medio de la verdad inspirada de Dios, la cual es útil para corregir los pasos y marcar el camino correcto con la instrucción divina. La meta es capacitar a los santos para el servicio a Dios y la iglesia [Ef.4.12]. La meta correcta de todo hombre de Dios es la madurez espiritual, lo que Pablo llama “…que el hombre de Dios sea perfecto…” [2 Ti.3.17]. Pablo no está hablando de perfección humana, sino de madurez espiritual, y el seminario Berea ha fortalecido mi vida espiritual por medio de la motivación, el mandato y la meta correcta en mi vida y ministerio. Lo cual me ha dado la oportunidad de poder estar “…equipado para toda buena obra” [2 Ti.3.17].
Berea me ha equipado con las herramientas vitales para sacar del pozo de la sabiduría de la Palabra de Dios y crecer en madurez espiritual, con una meta clara, edificar a los santos, evangelizar a los perdidos y dar la gloria a Dios por medio de Cristo, primero en mi vida y familia y después en aquellos que Dios me da la oportunidad de predicar la Palabra poderosa de Dios.
Estar expuesto a las Escrituras y las diferentes ramas de la teología, ha supuesto para mi vida y la de mi familia un tiempo precioso de claridad, crecimiento y firmeza espiritual para vivir a la luz de la Palabra de Dios. Y considero que son tres razones de peso por las cuales deberías formarte en también en el estudio de la Palabra de Dios.
“Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.” [Hch.17.11]