Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de Él y clamó, diciendo: Este era del que yo decía: “El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo.” Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia. [Jn.1.14-16]
El hombre a lo largo de la historia se ha caracterizado por la búsqueda incesante de una vida completa, una vida plena. Desde que nace hasta que muere, el ser humano camina consciente o inconscientemente pretende alcanzar la plenitud en toda área de la vida, como la económica social, laboral… El problema fundamental es que el hombre sin Dios carece de dicha calidad de vida. Su camino en busca de la plenitud de vida no es más que un mero bagaje por el desierto esperando una fuente de agua que nunca llega. Si mira en lo profundo de su corazón encontrará un vacío espiritual, por eso se hace preciso determinar ¿de dónde procede dicha plenitud?, ¿Quién es aquel que puede otorgar al hombre una vida plena? Este es sin duda Jesucristo, el hijo de Dios, Emanuel Dios con nosotros.
A lo largo de la historia, la realidad de Jesús en cuanto a su deidad, es decir, su naturaleza divina ha sido puesta en duda. Los propios judíos tenían problemas con esto, al punto que se indignaban porque Jesús decía ser igual a Dios, “Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.” [Jn.5.18] Fue precisamente esta realidad de Cristo como hijo de Dios hecho hombre descolocó y enfureció al sumo sacerdote Caifás, quien rasgo sus vestiduras provocando la condenación de nuestro Señor [Mt.26.63-68]. Sin embargo, en el Evangelio de Juan vemos como Cristo hecho carne es aquel que tiene la plenitud total de la cual nos beneficiamos “Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia.”, [Jn.1.16] Jesús, el verbo, el logos, la palabra, no es una realidad nueva creada para la ocasión, sino que ya existía, ya era, ya estaba con Dios porque era plenamente Dios.
La realidad de la revelación de este Cristo, plenamente Dios y plenamente hombre, puede otorgar al hombre “gracia sobre gracia” teniendo consecuencias acerca de nuestra salvación. Si por un lado creemos que Cristo no era Dios y totalmente hombre, caemos en el error de pensar que su vida en la tierra fue un mero trámite divino y que por lo tanto no sufrió como hombre, no fue tentado como hombre. Por esto Pablo dice “Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” [Fil.2.8]. Por otro lado, si caemos en el error contrario de pensar que Cristo no era completamente Dios, entonces estaríamos ante otro problema y es que solo el hijo de Dios completamente santo, perfecto y sin mancha podía pagar y satisfacer la perfecta justicia de Dios “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.” [2 Co.5.21] siendo el perfecto ejemplo de humillación como Dios y viviendo la vida perfecta como hombre que nosotros jamás podríamos vivir [Fil. 2.6, 7].
Por esto Juan dice “…y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” Juan declara que la misma gloria de Dios, no un destello, no una apariencia, sino la misma gloria, grandeza, esplendor y magnificencia de Dios se manifestaron en Cristo hombre por medio de quien se llevó a término la manifestación de la gracia y la verdad. En otras palabras, Cristo hombre cumplió la profecía de Isaías 9 llevando completando la obra de salvación del hombre. Y solo en este Cristo pleno el hombre podrá vivir una vida plena “Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, y habéis sido hechos completos en El…” [Col.2.9, 10], por tanto el creyente en Cristo disfruta de una vida plena que se nutre de Cristo. Si estás en Cristo, si Él te salvó, tu vida está completa en Él, no necesitas nada más.
En este día reflexiona en tu corazón y comprueba si realmente tienes una vida plena. “Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” [Jn.1.18]. El pecado te priva de la gloria de Dios “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” [Rom.6.23]. Solo en Cristo podrás alcanzar una vida completa y plena que satisfaga el vacío del alma. Él pago por tus pecados en la Cruz, aun siendo plenamente Dios, se hizo hombre y cargó con tu pecado, humillándose hasta la muerte y muerte de Cruz anulando el acta de los decretos que nos era contraria [Col.2.14].
¿Quieres una vida plena? Necesitas al Cristo pleno “Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Y nosotros estamos en aquel que es verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.” [1 Jn.1.11, 12, 20]. Si ya tienes a Cristo, celebra que no necesitas nada más “Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia.” [Jn.1.16].