En una época en la que se cuentan calorías y se mide mucho el consumo de azúcar, hablar de dulce y de miel no necesariamente resulta lo más popular. Ni lo más popular ni lo más comercial si de lo que se trata es de ganar el interés de la mayoría. Muchos directamente se abstendrían por no saltarse esa dieta que continuamente se ve interrumpida. Pero así se presenta la Palabra de Dios en el Salmo 119:103 cuando el salmista escribe: “Cuán dulces son a mi paladar tus palabras más que la miel a mi boca”.

Y la idea que está detrás de esta imagen es la de una realidad que resulta satisfactoria, delicada, pura. Tanto que no necesita de aditivos ni de procesos industriales. No son necesarios acidulantes, ni colorantes, ni conservantes. Es un producto gourmet. Y cuando uno la prueba, ella sola sacia, ella sola place. No solamente llena, complace y entusiasma también. ¿Por qué dedicar tiempo a leer y profundizar en las Escrituras?

  1. El acceso a la Palabra de Dios

No hablamos aquí de una búsqueda de Dios por parte del hombre, sino de un acercamiento de Dios al hombre. Dios se ha dado a conocer y no solamente ha revelado Sus propósitos, se ha revelado a Sí mismo, dándonos acceso entrada al conocimiento de Su Persona y de Sus obras (Hebreos 12:1-2). A veces se corre la voz de una promoción especial y hacemos todo lo posible por conocer los detalles, por conseguir que se nos aplique.

¡Esto es mucho mejor que un vale promocional! Hablamos del Creador del Universo, hablamos del Soberano del Universo. Y no existe otro asunto bajo el sol más valioso, más ventajoso, más maravilloso que saber cómo beneficiarnos de ese acceso, que saber cómo disfrutamos de ese acceso, cómo aprovechamos de ese acceso. En palabras de Miguel Nuñez: “Nada influencia o impacta la vida de la humanidad como el conocimiento de Dios. Tú podrás conocer y entender todas las ciencias, y aun así vivir vacío. Pero el conocimiento de Dios es transformador.”[1]

¿Por qué dedicar tiempo a profundizar en este asunto? ¡Porque Dios se ha dado a conocer!… ¡A nosotros, hijos de Adán! Dios nos ha dado acceso a Su Persona y a Sus obras… ¡A nosotros, meros mortales! ¡Podemos conocerle! Repito. Podemos conocerle. Y podemos conocerle porque Dios así lo ha querido. Tenemos acceso a Dios por medio de la Palabra de Dios ¿Cómo no aprovecharlo? ¿Cómo no explorarlo? ¿Cómo no disfrutarlo?

  1. El ataque a la Palabra de Dios

Eso no significa que no haya otros desafíos para la iglesia. Pero nosotros nos encontramos fundamentalmente en medio de esta última amenaza, la que constantemente pretende matizar, soslayar, minusvalorar la Palabra de Dios. Y mientras los ataques y el descrédito a la Escritura no han hecho más que aumentar, la confianza en la Biblia de muchos que se llaman cristianos no deja de reducirse. No es algo nuevo, la más antigua y la principal estrategia de Satanás a lo largo de la historia ha sido atacar y desacreditar lo que Dios dice (Génesis 3:1). Por eso necesitamos confirmar qué es lo que la Escritura afirma, aún acerca de sí misma, pues todas nuestras provisiones, razones y avituallamientos espirituales son ordenados y delineados por medio de la palabra más segura, una que brilla aún en la oscuridad que nos rodea (2 Pedro 1:19).

¿Por qué dedicar tiempo a profundizar en este asunto? porque, a pesar del rechazo y las descalificaciones que ésta enfrenta, confiamos en la valía, la relevancia y los recursos que encontramos exclusivamente en la Palabra de Dios. Ella misma nos capacita para lidiar con estos y otros ataques, pero también nos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3). 

  1. La advertencia de la Palabra de Dios

Dios se ha revelado con el fin de que todos los seres humanos lo conozcamos tal y como Él es, con el fin de que todos los seres humanos lo reconozcamos tal y cómo Él es (Hechos 17:30-31). Paul Wells lo explica de la siguiente manera: “Si conocemos a Dios es porque Él se ha revelado. Gracias a esta revelación, nuestro conocimiento de Dios, aunque incompleto, es verdadero. Para conocer a Dios dependemos de Él.”[2] Pasar por alto el medio que Dios ha provisto para encontrarnos con Él resulta tan atrevido como irresponsable. Como prescindir de la guía y la orientación del fabricante y pensar que podremos sacarle el mejor rendimiento al aparato en base a nuestra propia intuición y experiencia; como pretender construir una casa sin asegurar primero el fundamento adecuado y confiar que estaremos seguros (Romanos 1:22-23; Lucas 6:46-49). Pero no nos referimos aquí a un aparato, ni tan siquiera a una vivienda, hablamos de un alma, la tuya.

¿Por qué dedicar tiempo a profundizar en este asunto? Porque nuestra vida en este mundo, y nuestra vida más allá de este mundo dependen de ello. No conoceremos a Dios, ni reconoceremos a Dios de otra forma.

Conclusión:

¿Por qué dedicar tiempo a profundizar en este asunto? Como gallego que soy, déjame responderte con otra pregunta. La misma que el profeta Isaías planteó muchos siglos atrás a un pueblo atraído y embobado con otras inquietudes e intereses distintos, distantes, disonantes a la Palabra de Dios:

“¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan,

y vuestro salario en lo que no sacia?

Escuchadme atentamente, y comed lo que es bueno,

y se deleitará vuestra alma en la abundancia.

Inclinad vuestro oído y venid a mí,

escuchad y vivirá vuestra alma”

(Isaías 55:2-3)

 

 


[1] Miguel Nuñez, Yo Soy: el Dios que te transforma, (TN: B&H español, 2024) 10.

[2] Paul Wells, Dios ha Hablado (Barcelona, Publicaciones Andamio, 1999), 124.

 

Heber Torres

Autor Heber Torres

Director del Certificado de Estudios Bíblicos. Profesor de exégesis y predicación en Seminario Berea. Pastor de Redentor Madrid.

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