Pocas cosas están tan infravaloradas en nuestra sociedad como el manual de instrucciones. Ya sea que pertenezcas al selecto grupo de personas que lo leen de tapa a tapa, como al inmenso número de aquellos que lo pasan por alto mirando únicamente los dibujos, lo cierto es que su utilidad es innegable. Es él quien marca y establece cuál es la utilidad y el correcto funcionamiento en base al autor que lo diseñó.
Los cristianos tenemos también un manual divino. Todo lo que hacemos y todo lo que somos debe de estar gobernado y arraigado en las enseñanzas de la Palabra de Dios. Es de ella misma que fluye también cómo debe conducirse la iglesia de Cristo (1ª Tim. 3:15). Por esta razón, cada elemento que constituye las reuniones en las que la iglesia participa, tiene que estar establecido por Dios por medio de Su Palabra. La adoración corporativa no va a ser menos. De hecho, dada su importancia, tenemos que prestar especial cuidado para hacerlo de la manera que le honre a Él. Por lo tanto, ¿qué principios generales fluyen de la Palabra de Dios que deben regir la adoración corporativa? Intentaremos agruparlos de manera general en estos 4 principios.
Primer principio: Debe de estar centrada en Dios, exaltando a Jesucristo, por medio del Espíritu.
El salmista lo tenía claro: “Engrandezcan al Señor conmigo. Y exaltemos a una Su nombre” (Sal. 34:3). Lo vemos también en el Nuevo Testamento, donde Pablo, escribiéndole a los efesios y colosenses, les dice: “cantando y alabando con vuestro corazón al Señor”; “cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones”. (Ef. 5:19-20; Col. 3:16-17) Aquí tenemos un dilema, porque si nadie busca a Dios (Rom. 3:11), ¿cómo es que el hombre puede adorarle?
La única razón es porque Jesucristo ha sido el único Mediador entre Dios y los hombres (1ª Tim. 2:5), satisfaciendo la ira de Dios cuando sufrió Su ira en la cruz, (Jn. 19:30) proveyendo de salvación a los pecadores. De esta manera, un Dios justo, puede ser misericordioso con el pecador, sin comprometer su carácter totalmente santo. Estas Buenas Noticias del Evangelio son las que proveen el medio por el cual nosotros podemos ahora, adorar a Dios. Estar centrados en Cristo es exaltar su obra en el Calvario.
Sin embargo, es por la gracia mostrada en la obra del Espíritu Santo en nuestra salvación (Tito 3:5-6), que podemos conocer lo que Cristo ha hecho en nuestro favor (1ª Cor. 2:12). Cuán rápido pierde el ser humano el foco de aquello que está haciendo. No debe de ser así cuando se tratar de la adoración. Ésta tiene como objeto magnificar el nombre de Dios, enfocándonos en Cristo, para que por medio del Espíritu podamos vivir vidas que el den toda la gloria a Él.
Segundo principio: Debe edificar al cuerpo de Cristo.
Otras de las prioridades en la adoración corporativa es la edificación de la iglesia (Ef. 4:12-13). Somos ayudados a llevar la verdad bíblica a nuestra mente, poniendo a Dios en el lugar que se merece y enfocando nuestros ojos únicamente en Él.
La iglesia cristiana en la actualidad, peca de cantar canciones demasiado superficiales y centradas en el hombre. No necesitamos canciones acerca de temas triviales. Necesitamos ahondar en las profundidades de la divinidad y tener una teología sana que podamos cantar. La selección de canciones, y la letra a la que la congregación esté expuesta será un medidor excelente para saber en qué punto espiritual está la congregación. Si nuestras canciones no contienen la verdad del Evangelio y hasta pudieran ser cantadas por otros grupos o religiones es urgente cambiar nuestro repertorio.
Tercer principio: Debe estar liderada por los pastores de la congregación.
Ha sido para mí un gran descubrimiento en estos últimos años que el verdadero líder de la adoración es el pastor de la iglesia (Heb. 13:17; 1ª Tes. 5:12-13). Él es, basándose en la Palabra, quien debe guiar a la congregación en la adoración, a la misma vez que es responsable por ella. Esto incluye: la selección de canciones, la manera en la que encajan y que hacen fluir el servicio para la predicación de la Palabra, la respuesta en adoración a lo que se ha predicado; supervisar, pastorear y darle dirección al grupo de músicos: cómo deben de tocar, cuál debe de ser la filosofía que gobierne el ministerio, qué estilo vamos a utilizar, qué prioridad vamos a darle a la música en comparación a las voces congregaciones; a la misma vez que motiva a la iglesia que se reúne a alabar al Señor dando las razones bíblicas adecuadas (Sal. 117), y una larga lista de responsabilidades más. Es una cuestión bíblica, someterse a los ancianos (Heb. 13:17), aún a pesar de nuestras preferencias o gustos en la adoración congregacional.
Cuarto principio: Debe tener lugar de manera presencial.
Internet nos ha dado infinidad de buenos recursos, pero también otras posibilidades que antes no teníamos. Últimamente, y con más fuerza después de la pandemia del año 2020, han surgido las llamadas iglesias online o iglesias en casa. En esencia, cada uno de manera individual y en su propio salón, parece que puede tener o disfrutar de los mismos beneficios que estando presencialmente en la iglesia. Pero ese no fue el diseño de Cristo. Él espera que su iglesia se reúna (Hch. 2:42, 46, 20:7; 1ª Cor. 14:26). Aún si cabe el autor de Hebreos nos lo deja más claro (Heb. 10:24-25); por lo tanto, estando presentes, la adoración corporativa nos exhorta a las buenas obras y nos anima a dar nuestra vida como adoración al Señor (Rom. 12:1-2), para vivir vidas que le den gloria exclusivamente a Él.
La adoración corporativa, es un tema que impregna las Escrituras de principio a fin, por lo que debemos de aferrarnos a nuestro manual de instrucciones divino, para establecer los criterios adecuados para su puesta en práctica de una manera que glorifique a nuestro Dios.
Si pudiéramos resumir todo en unas breves palabras, sería de la manera en que John MacArthur lo expresó: “La adoración corporativa debe enfocarnos en Cristo para que tengamos vidas que le agraden a Él”.