Mi querido hijo,

La Navidad está a la vuelta de la esquina. Sí, tranquilo, “algo caerá” bajo el pino. Pero te escribo para darte otro tipo de regalo, uno de esos regalos que uno no valora al principio pero que luego se convierten en esenciales… como aquellos calcetines de invierno que te compramos tu madre y yo en agosto (de nada). Este regalo viene en forma de esta cartartículo, desde lo profundo de mi corazón de padre, más que eso, surge de un corazón que adora a Cristo y quiere ser tanto o más obediente como la obediencia que yo te demando de ti. Así, vas a permitirme que me enrolle extienda un poco.

En 1 Reyes 2:1-2 leemos cómo el poderoso guerrero, hombre de Dios y rey David está a punto de morir. No ha sido ni mucho menos un padre ideal, pero sí que quiere dejar un legado a su hijo Salomón. ¿Qué es lo primero de lo último que le va a decir?: “Sé fuerte y sé hombre”.

David terminó su vida como rey y guerrero, pero, este carácter ya comenzó a forjarse cuando tenía tu edad, cuando era un jovencísimo pastor de ovejas. Dame unos minutos para explicarte cuán fuerte y cuán hombre fue él desde el principio, y por qué. Retrocedamos unas cuantas décadas y vayamos donde todo comenzó, en un campo de batalla, y es allí donde quiero enseñarte cinco lecciones que, quizá, te sorprendan un poco al principio:

  1. Sé fiel en lo poco.

Primera de Samuel 17 narra cómo el padre de un adolescentísimo David, le había encargado una responsabilidad. ¿Pelear contra un fuerte enemigo? ¿Acaso ser el escudero del rey? No. V.15: “David iba y venía de donde estaba Saúl a Belén para apacentar el rebaño de su padre”. No muy glamuroso, y más teniendo en cuenta que sus hermanos mayores eran guerreros del rey Saúl. Pero, observa con detenimiento: Dios había colocado a David en esta humilde tarea porque estaba preparándole para el futuro. El Salmo 78:70 dice que Dios Escogió a David su siervo, lo trajo de cuidar las ovejas con sus corderitos, para pastorear a Jacob, su pueblo, y a Israel, su heredad.

El corazón de David fue moldeado por medio de su fidelidad en tareas menos vistosas, pero que Dios las usó para responsabilidades mucho mayores. Sé fiel, hijo mío. Sé fiel en lo poco: en hacer tu cama, organizar tu agenda, en tus estudios diarios, con tus hermanos… en tu honra a tus padres. ¡Eso exalta a Dios!… y Él lo usa de maneras inimaginables.

  1. Sométete a tu autoridad

Si cuidar ovejas no es muy glamuroso, menos es la tarea que Isaí, su padre, le encomienda en 1 Samuel 17:17: “lleva grano, pan y queso a tus hermanos en el frente de batalla”.  Sin rechistar, dice el v. 20, David madrugó, “dejó el rebaño con un guarda, y tomando las provisiones, se fue como Isaí le había mandado”. Sabes bien, hijo, que tus padres somos muy imperfectos. Sabes también que aún ese profe que te tiene manía ha sido puesto por Dios. Muchas veces te diremos lo que no quieres oír y te mandaremos lo que no quieres hacer. Cuida tu corazón de la queja, de la tardanza en obedecer. Mira como el joven David, lejos de quejarse, cumple con sus compromisos con excelencia y hace hasta lo que su padre no le pide: madruga para cumplir con su responsabilidad previa de proteger el rebaño.

  1. Sé confiable

¿Recuerdas aquel coche que papá compró de segunda mano … y que acabó pagando tres veces más en reparaciones? Definitivamente aquella marca no era fiable. En contraste a esto, las dos primeras lecciones que hemos visto revelan algo del carácter del David adolescente: se podía confiar en él. Era fiel en cuidar ovejas mientras sus hermanos influencers se llevaban la gloria en la batalla. Se sometía con diligencia a su padre, quien le enviaba con provisiones para ellos, pero se encargaba de dejar el rebaño a buen recaudo. Estos detalles son importantes. Y él quería glorificar a Dios incluso en lo poco, en los pequeños detalles.

Cuantas veces me has oído decir: “deseo confiar en ti, pero también te lo tienes que ganar”. Con el móvil, con tus estudios, con tus amigos… Quiero que seas fuerte, pero eso va más allá del músculo. Tiene que ver, más bien, con ser un hombre en quien se puede confiar.

  1. Ten convicciones

Sé que tienes convicciones fuertes: “si no es de marca, no es de calidad”; “la pizza sin piña”; “el balonmano sí que es un deporte de hombres”. David tenía fuertes convicciones también. Aun siendo muy joven, en su enfrentamiento con el famoso Goliat, ya mostró la mayor y más importante de todas, su fe en Dios: v. 37: “el Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de la mano de este filisteo”.

David tenía la convicción de que un “obstáculo” de casi 3 metros iba a ser fácilmente vencido: “el Señor me ha librado… y me librará del filisteo”. Y la mantuvo aun cuando su propio hermano mayor, Eliab le criticó: v.28: “yo conozco tu soberbia y la maldad de tu corazón, que has descendido para ver la batalla”.

A pesar de la oposición del mundo. De los obstáculos. Mi mejor regalo esta Navidad es el de exhortarte a ser un hombre, y trabajar duro para que tus convicciones crezcan. He de decirte que no eres tan sabio como crees, pero no hay mejor virtud en una persona que la docilidad: sé humilde, hijo, déjate enseñar, especialmente desde la Palabra de Dios.

  1. Sé valiente

“El Señor te entregará hoy en mis manos, y yo te derribaré y te cortaré la cabeza”, dijo David al gigante en el v.46. Sólo un apunte: por favor no uses estas palabras del adolescente David contra tu profesor de Matemáticas.

David es valiente porque viene en el nombre del Señor. Es valiente porque es un joven con fe, porque conoce al objeto de su fe. Y el Señor le dio victoria sobre Goliat. No quisiera que pienses que si obedeces estas 5 lecciones todo va a ir bien y tendrás éxito personal, espiritual, profesional… No. No se trata de eso. Mi regalo para ti en esta cartartículo es animarte a trabajar duro en cada una de estas cuestiones. Pero, y lo más importante, mi deseo es que todo ello surja de un corazón dedicado a Cristo. Sin Cristo en tu corazón, querido hijo, todo lo anterior será meramente moralismo y nada más. Pero mi misión como padre es apuntarte a algo mejor, o a alguien mejor, ¡incluso que David!

Al principio te pedí unos minutos para explicarte cuán fuerte y cuán hombre fue David desde el principio, y por qué. El por qué está enraizado en su fe en Dios. Este era el deseo y el legado de un David en su lecho de muerte para con su hijo Salomón:

“Guarda los mandatos del Señor tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos, sus ordenanzas y sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas” (1 Reyes 2:3)

En otras palabras, sé fuerte y sé un hombre, fiel en lo poco; sometido a tu autoridad; confiable; con convicciones; valiente, pero, y lo más importante, que todo surja de una devoción diaria y constante a Jesucristo, tu Salvador y el mío. Porque Cristo es también mi regalo y mi legado para ti, mi amado hijo.

Espero y confío que, aunque quizá en principio no te haga tanta ilusión como unas deportivas nuevas bajo el pino (¡ups!), este venga a ser muy pronto el regalo más precioso y esencial de tu vida.

Papá.

Tan Molina

Autor Tan Molina

Es pastor de la Iglesia Bíblica de Santiago y es profesor del Seminario Berea.

Más artículos de Tan Molina