Estoy terminando una biografía de Jorge Muller; tal vez el siervo de Dios más conocido en los últimos dos siglos como un héroe de la fe. Muller vivió de 1805 a 1898 y es renombrado por su obra entre huérfanos en Bristol, Inglaterra. Fue en esta ciudad donde Muller atendió a más de 10.000 huérfanos, vistiéndolos, dándoles de comer, proveyendo cuidado en sus orfanatorios sin jamás pedir un centavo a nadie, excepto a Dios por medio de la oración. A lo largo de su vida, Muller contó más de 50.000 respuestas especificas a sus peticiones en oración a favor de los huérfanos. Realmente la trayectoria de este siervo de Dios me ha impactado personalmente de manera singular. Pero Dios desea que cada uno de nosotros, así como sucedió en la vida de los discípulos del Señor, y de este Muller, aprendamos a vivir por fe y dependencia absoluta de nuestro Padre Celestial.

El apóstol Pablo nos dice en 2 Corintios 5 que como creyentes andamos por fe y no por vista.

Hebreos capitulo 11 nos dice que “sin fe es imposible agradar a Dios”. La fe es el elemento sobresaliente del cristianismo verdadero. No se trata de una fe ciega sino que es una fe basada en la evidencia revelada en Escritura, la Palabra de Dios, pero es fe y vivimos por fe. Y es crítico que cada uno de nosotros que somos cristianos, maduremos y crezcamos en nuestra fe de tal manera que no sea una fe nominal y débil sino una fe real y día a día más fuerte, en la medida que pasamos por varias pruebas y respondemos con fe a lo que el Señor trae directamente o providencialmente permite en nuestra vida. La meta es lo que Pedro, uno de estos discípulos, después de haber aprendido sus lecciones de fe, escribe en su primera epístola: En lo cual os regocijáis grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; a quien sin haberle visto, le amáis, y a quien ahora no veis, pero creéis en El, y os regocijáis grandemente con gozo inefable y lleno de gloria (1 Pedro 1:6-8).

En lo Evangelios notamos que los discípulos tenían que aprender acerca del poder de la fe, porque en corto tiempo Jesús ya no estaría con ellos. Pero el poder todavía estaría a su disposición y les seria accesible por medio de la fe. Ellos, igual que nosotros hoy, tenían que aprender a pedir y confiar que, aunque Jesús ya no estuviera con ellos, Su poder era accesible para los que creen en él. Pero, ¿Cuánta fe es necesaria? ¿Qué grado de fe es necesario para que Dios responda? En una ocasión un hombre dijo: ¡creo, pero ayuda mi incredulidad! (Marcos 9:24) Obviamente el Señor no espera fe perfecta. Si ese fuera el caso ninguno tendría esperanza. Todo lo que nosotros podemos ofrecer es fe imperfecta, fe mezclada con dudas. Especialmente cuando recién comenzamos a caminar con el Señor, damos tropezones, somos débiles, iniciamos el ejercicio de la fe que con el tiempo, a través de las pruebas y viendo las respuestas de Dios, se va fortaleciendo y desarrollando.

La lección es que solo Dios y su poder va a lograr cualquier tipo de respuesta espiritual. Y ese poder solo se obtiene por medio de la oración de fe. Esta no es una lección en cuanto a cómo hacer milagros, echar fuera demonios, o resucitar a muertos. Sino como un cristiano puede hacer que el poder de Dios se haga manifiesto en aquellas cosas que son la voluntad de Dios. Ciertamente la salvación de almas es una de estas. La obra de santificación en nuestra vida es también su voluntad. Todas las cosas que su Palabra nos enseña son su voluntad y El desea cumplir en nosotros y a través de nosotros. Todo esto necesita el poder de Dios y ese poder esta a nuestra disposición siempre por medio de la oración de fe. La falta de fe, la desconfianza, el depender en nuestra propia astucia e inteligencia no logra los propósitos de Dios.

Cuando pensamos en la fe de Jorge Muller pensamos que tal vez que él fue un hombre privilegiado con el don especial de la fe. Pero  en su autobiografía él mismo reniega de tal noción, y escribe: “la fe que yo he aprendido a ejercitar a favor de los orfanatorios y mis necesidades personales no es el don de fe del cual habla 1 Co. 12:9. Mi fe es la misma fe que se encuentra en cada creyente, y su crecimiento lo observo en mi…poquito a poquito ha estado incrementando en los últimos 57 años. No pienses, querido lector, que yo soy un extraordinario creyente….estate quieto en la hora de la prueba y tu verás la ayuda de Dios si confías en Él”. La oración de fe, aunque débil, mueve la mano de Dios a favor nuestro en respuesta a la fe y en conformidad a Su voluntad. Porque como Jesús enseñó: Todas las cosas son posibles para el que cree  (Marcos 9:23).

Henry Tolopilo

Autor Henry Tolopilo

Henry Tolopilo desarrolla un amplio ministerio de predicación y enseñanza en EEUU e Iberoamérica y es profesor del Seminario Berea (León, España)

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