El 13 de julio del 2008 tuvo lugar una de las batallas más feroces de la guerra de Afganistán. Doscientos guerrilleros talibanes atacaron a las tropas de la OTAN posicionadas en la base militar próxima a Wanat. Nueve soldados perdieron la vida y veintisiete fueron heridos de gravedad. La investigación posterior reveló que estos soldados se quedaron indefensos en los momentos más enzarzados del combate porque sus armas, que habían salido defectuosas, se encasquillaban con frecuencia.[1]

Si el arma de un combatiente deja de funcionar en medio de la batalla, éste puede darse por muerto. De manera similar sucede en la vida espiritual. Una de las armas del creyente frente a la tentación es la Palabra de Dios, la cual nunca se encasquillará. No obstante, a menudo los cristianos acaban siendo derrotados, a pesar de haberse defendido con esta arma infalible. Aunque, en estos casos la investigación demostraría que la derrota no fue provocada por una deficiencia en el arma, sino porque el creyente no supo blandir la Espada del Espíritu. Todo cristiano necesita aprender a manejar esta Espada, y el mejor espadachín para entrenarle es Cristo. Él es el único que blandiéndola peleó con Satanás cara a cara y salió victorioso.

Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el Diablo mismo (Mat 4:1). Satanás no desaprovechó esta oportunidad y le atacó tres veces seguidas.

En la primera tentación, aprovechándose de que estaba hambriento y débil físicamente por haber ayunado durante cuarenta días y cuarenta noches (4:2), le sugirió que ya que era el Hijo de Dios y podía hacer lo que quisiese que convirtiese en pan unas piedras del desierto (4:3). El pecado no habría sido hacer ese milagro, sino haber actuado como Dios en una situación que el Padre determinó que experimentase como hombre. Si Su Padre, quien sabía que tenía hambre, no le había provisto de alimento, no quería que comiese todavía. Así que, por muy capaz que fuese de ejecutar la propuesta del Diablo, Jesús no debía hacerlo.

Jesús venció a la tentación citando la Escritura: “Escrito está: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’” (Mat 4:4 [Deu 8:3]). Al citar este pasaje afirmó que la comida que necesitaba para el sustento de Su vida humana no era el pan, sino cumplir todo lo que el Padre le había dicho (Juan 4:34). Él no podía hacer nada por cuenta propia (Juan 5:19), incluyendo los milagros. Si Su Padre no le había ordenado convertir esas piedras en pan, Jesús por muy hambriento que estuviese, debía confiar en la Palabra del Padre y esperar en Su provisión.

Satanás no se quedo con los brazos cruzados. De manera astuta le retó a que se tirase abajo desde el pináculo del templo (Mat 4:5), porque, al fin y al cabo, esa misma Palabra en la que Jesús se acababa de amparar, también prometía que Dios enviaría a Sus ángeles para proteger a Sus santos (Mat 4:6 [Sal 91:11-12]).

Jesús responde otra vez citando la Escritura: “está escrito: ‘No tentaras al Señor tu Dios’,” (Mat 4:7 [Deu 6:16]). El hecho de que este pasaje comience afirmando que fue el Espíritu quien lo llevó al desierto para ser tentado por el Diablo (Mat 4:1) indica que esa fue la voluntad del Padre. De manera que, Jesús, al citar Deuteronomio 6:16, no estaba reprendiendo a Satanás por haber tentado al Dios Encarnado. En esta segunda tentación el Diablo intentó utilizar la sumisión de Cristo a la Palabra que demostró en la primera en Su contra, pero Él se dio cuenta de las artimañas de Su Enemigo, y responde que por mucho que la Escritura prometa la protección de Dios, no será Él quien le ponga a prueba a ver si cumple Sus promesas.

Satanás no tiró la toalla, y viendo la disposición de Jesús de someterse a la Palabra de Su Padre, le tienta una vez más, ofreciéndole una alternativa para recuperar los reinos de este mundo, sin tener que obedecer el mandato del Padre de entregar la vida (Juan 10:18). El Diablo le prometió todos esos reinos con tal de que Jesús le adorase (Mat 4:8-9). Una vez más, Jesús responde con la Palabra y cita Deuteronomio 6:13 y 10:20: “escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y solo a El servirás’,” (Mat 4:10). Es decir, la Palabra le instruía a que sólo podía postrarse ante el Padre, razón por la que nunca lo haría ante Satanás.

La manera en la que Jesús blandió la Espada del Espíritu frente a los ataques del Diablo enseña al creyente dos movimientos defensivos contra la tentación:

  1. La mejor defensa frente a los ataques de la carne, el mundo, y el Enemigo es conocer profundamente lo que la Biblia afirma sobre el pecado y cada pecado en particular, además de tener grabado en el corazón como por fuego la respuesta específica que enseña ante esos ataques del Enemigo, tal y como hizo Jesús. Este tipo de conocimiento requiere de mucho esfuerzo y trabajo, no viene por ciencia infusa, pero es vital para no caer en la tentación.
  2. Por otro lado, el fin de este conocimiento no es conocer sino obedecer. El conocimiento por sí mismo no es suficiente frente a la tentación. No se trata de saber versículos de memoria para citárselos a Satanás y recordarle lo que Dios dijo, como si de alguna forma inexplicable se hubiese olvidado.

Jesús con cada repuesta, no estaba tirando versículos al aire, como si fuese una guerra de bolas de nieve entre Él y Satanás. El Diablo estaba buscando engañarle para que desobedeciese a Dios, pero Él respondió con la verdad que necesitaba obedecer. En cada una de las tentaciones se defendió con la espada del Espíritu. La Escritura estableció el camino por donde necesitaba andar. No se iba a apartar a izquierda o derecha según las indicaciones de Satanás. Por eso el creyente se esfuerza en conocer la Palabra, porque cuando es tentado a seguir un camino fuera de la voluntad de Dios, la Palabra le recuerda por dónde debe caminar.

Al igual que Cristo es posible salir victorioso ante la tentación. Para ello, es necesario que los creyentes sepan manejar y blandir la Espada del Espíritu, y sus movimientos defensivos más eficaces son conocer y obedecer la Palabra.


[1]https://www.cbsnews.com/news/in-2008-afghanistan-firefight-us-weapons-failed/.

Rubén Videira

Autor Rubén Videira

Decano académico de Seminario Berea. Profesor de exégesis. Master en Divinidad y Teología.

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