¿Es esta la persona con la que debo casarme? ¿Cómo debo educar a mis hijos? ¿Qué carrera estudio? ¿Es el momento oportuno para cambiar de trabajo? Seguro que estas preguntas han rondado por tu mente en algún momento. Uno podría pensar ¡Ojalá Dios me hablara como a Josué! ¡Ojalá pudiera Dios aconsejarme en asuntos que necesito su dirección! La buena noticia es que sí, Dios continúa hablando hoy. Y la Biblia es el canal por el cual Dios nos habla. Puedes confiar en que Dios continúa hablando hoy por la Biblia, por dos razones: Porque es viva (Heb 4:12-13), y porque es perfectamente útil para salvar y santificar tu alma (2 Tim 2:14-17).

  1. La Biblia es viva porque es la Palabra del Dios vivo. (Heb 4:12-13)

El énfasis del autor está en “viva”. De hecho, una traducción literal sería: “Viva es la Palabra de Dios”. De esta realidad se derivan el resto de atributos que aparecen en los versículos 12 y 13. No es un collar con distintas perlas, sino una perla enorme, preciosa, y “VIVA” es el adorno principal. De este penden el resto: eficaz, cortante, penetrante y poderosa. La Escritura NO es el testamento de un muerto, ni un libro de un autor de siglos atrás. Tampoco es una obra obsoleta que ha perdido el pulso con nuestra vida. Al contrario, es la Palabra viva de un Dios que está vivo y nos habla a través de ella.

Pero no solo está viva, sino que además es la Palabra de Dios, es decir, comparte la misma autoridad que Dios. Es Su propia palabra que Él mismo ha exhalado, ha verbalizado, y ha dado en forma escrita. En 2 Pedro 1:19-21 Pedro afirma que “hombres inspirados (MOVIDOS) por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios”. Fueron movidos por el Espíritu Santo, de la misma manera que el viento impulsa las velas de un barco. Jesús advirtió a los discípulos que vendría “el Consolador” (Jn. 14:26) y “Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho”. Pedro comprendió esta realidad y equiparó las cartas de Pablo con el resto de la Escritura, poniéndolas a la misma altura que el Antiguo Testamento (2 Ped. 3:15-16).

Su ORIGEN es perfecto, proviene de Dios mismo. Por lo tanto, cuenta con la AUTORIDAD de Dios. No es un libro de ciencia ficción, no es una novela histórica, no es un tratado de botánica. Lo que lees en la Biblia es lo que Dios afirma. Si te la tomas a chiste… te estás riendo del Dios que ha exhalado Su Palabra, te estás burlando del Dios omnipotente, omnisciente, creador y sustentador del universo.

  1. La Biblia es perfectamente útil para salvar y para ayudarte en el proceso de santificación (2 Tim 2:14-17).

La primera utilidad de la Palabra es la salvación (2 Tim 2:14-16a). El Antiguo Testamento apuntó a Cristo. Jesús mismo lo afirma en Juan 5:16-47 al presentar tres testigos, de menos a más importante, para demostrar que Él es el Hijo de Dios: Juan el Bautista (v. 33); las obras dadas por el Padre (v. 36); y las Escrituras (v. 39). Pero el Antiguo Testamento señala también la necesidad de fe en las promesas de Dios (Gn. 15:6 a la luz de Rom. 4:1–3). La Palabra tiene poder para llevar al ser humano a reconocer su pecado y su necesidad de justificación en Cristo (Gálatas 3:24). La salvación viene de la mano del Espíritu Santo mediante la Palabra (Efe 5:26-26; 1 Ped 1:23-25; Rom 10:14-17).

La segunda utilidad es la santificación, que no es otra cosa que la “experiencia progresiva o creciente de más santidad y menos pecaminosidad”[1]. Pablo enfatiza hasta cuatro áreas en las que vemos su utilidad en la santificación:

A.- Para enseñar. Es la única característica que diferencia a un anciano de un diácono (1 Tim. 3:2). La Escritura nos ENSEÑA, y enseñarla a otros ha de ser una cualidad en aquellos que la predican (2 Tim 2:15). Tiene que ver con enseñar, predicar la doctrina correcta y sana, la que está de acuerdo con la Palabra. No puedes enseñar otra cosa, porque es la Palabra la que va a ayudar a alcanzar la santidad de aquellos que te escuchan y la obedecen.

B.- Para reprender (o redargüir). Este es un término negativo que solo se utiliza aquí en todo el Nuevo Testamento. Implica CORRECCIÓN como consecuencia del pecado (Tito 1:9). La PALABRA va a corregir tu pecado, y cuando te salgas de la senda marcada… te hará ver que estás fuera del límite.

C.- Para corregir. Es similar a la anterior, pero en sentido POSITIVO: llevar por el buen camino. Como ese toque de callado para que la oveja siga por el camino sin

desviarse, así la Palabra guía los pasos del creyente (Salmo 119:105). De una manera positiva te marca la senda por la que has de caminar.

D.- Para instruir en justicia. Es la misma palabra que se utiliza para educar a un niño en función de su madurez. Aquí vemos la EFICACIA de la Palabra: Te instruye para que conozcas la voluntad de Dios, sin importar edad, idioma, estado civil o lugar de residencia, porque es EFICAZ.

Y estas cuatro utilidades conllevan dos efectos:

1.- Perfecto. Es la única vez que se utiliza esta palabra en el Nuevo Testamento. Nos habla de algo idóneo, que no tiene falta, que es equilibrado, que se complementa como un tornillo y una tuerca, como anillo al dedo y, en este caso, hace del creyente un cristiano completo y maduro a la luz de la Palabra de Dios. ¿Cómo se ha logrado este estatus? Obedeciendo la Escritura.

2.- Equipado para toda buena obra. Este es el objetivo de la voluntad de Dios: tener las herramientas adecuadas, conocer la voluntad de Dios para andar en ella.

Puedes confiar en que Dios continúa hablando hoy por la Biblia, porque es viva (Heb 4:12-13) y porque su es utilidad perfecta (2 Tim 2:14-17), tanto para salvar como para ayudarte en el proceso de santificación.

Así es como Dios continúa hablado hoy, por medio de la Biblia.

 

[1] Richard Mayhue y John MacArthur, Teología Sistemática (Grand Rapids: Portavoz, 2018), 62.

Daniel Corral

Autor Daniel Corral

Sirve al Señor en una iglesia en Pontevedra y es profesor en el Seminario Berea (León, España).

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