Snoopy es una de las tiras cómicas más populares del siglo XX. En una de ellas, dos de sus personajes, Lucy y su hermano Linus, aparecen mirando por la ventana. Es un día muy lluvioso, y Lucy comenta asustada: “Vaya, mira cómo llueve, ¿y si se inunda todo el mundo? –Eso nunca sucederá –responde Linus con rotundidad. –En el capítulo nueve de Génesis, Dios prometió a Noé que nunca volvería a inundar la tierra, y la señal de su promesa es el arcoíris. Entonces Lucy, aliviada, confiesa –Me has quitado un gran peso de encima. A lo cual Linus contestó –La sana teología sabe cómo hacer eso”.

En ocasiones, esta es la realidad que vivimos en cuanto a los sucesos de los últimos tiempos. Oímos predicciones acerca del fin del mundo, vaticinios de quién será el Anticristo, de cómo identificaremos la marca de la bestia, y hacemos conjeturas de las pandemias, guerras y terremotos. Todo esto llena nuestra mente de inquietud y desconcierto, como le sucedía a Lucy, porque tener un entendimiento confuso de los sucesos escatológicos nos lleva a la turbación y agitación de nuestra vida. Por eso la Escritura es clara y enfática en recordarnos qué esperamos o debiéramos esperar del día de mañana. ¿Cuál es el próximo suceso? ¿En qué debemos fijar nuestra mente?

El apóstol Pablo concluye la 1ª Carta a los Corintios con este recordatorio (1 Cor.16:22) “Maranata”, ¡Señor nuestro, ven! Esta expresión es una transliteración del arameo que sin duda los corintios entendían como una especie de consigna de la iglesia del primer siglo. Pablo, cuando escribe a los filipenses, también les recuerda “El Señor está cerca” (Fil. 4:5). El apóstol Juan concluye el último libro de la Biblia con este mismo énfasis en palabras del Señor Jesucristo, “vengo pronto” (Ap. 22:7, 12, 20). La venida del Señor es inminente, es lo que esperamos. No hay ningún otro suceso previo. Debemos vivir esperando la venida de Cristo (1Cor. 1:7; Fil. 3:20). Y cuando Él venga esto es lo que sucederá:

  1. La resurrección de los creyentes

En primer lugar, los creyentes que han muerto serán resucitados (1Cor.15:23). El apóstol Pablo afirma esta verdad en base a la resurrección de Cristo. Cristo ha sido resucitado de los muertos, y por tanto Él es las “primicias”. Cristo es la garantía de la resurrección de los Suyos. Cristo es el primer fruto y es representativo del resto que resucitarán en Su venida. Cuando Cristo descienda del cielo, sonará la trompeta, y los muertos en Cristo resucitarán primero (1Tes. 4:16) con cuerpos incorruptibles (1Cor. 15:52). 

  1. La transformación de los creyentes

Cuando Cristo venga, no todos dormiremos, pero todos seremos transformados con cuerpos glorificados (1Cor. 15:51). Dios dará a cada creyente su propio cuerpo identificable (1Cor. 15:38), pero transformado y adecuado para la eternidad con nuestro Señor. Un cuerpo libre de la corrupción del pecado. Un cuerpo glorioso, sin la intrusión del pecado ni su efecto devastador, que cumplirá a la perfección el propósito y el diseño de Dios. Un cuerpo inmortal, que no muere, no enferma, no envejece. Un cuerpo espiritual, gobernado y guiado a la perfección por el Espíritu Santo. Un cuerpo celestial conforme a la imagen de Cristo.

Esta transformación será instantánea, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos (1Cor. 15:52). Y sucederá cuando Cristo venga a recoger a Su iglesia, cuando suene la trompeta final. Esta trompeta sonará para convocar y reunir a la iglesia de Cristo para recibir al Señor en el aire (1Tes. 4:16). Como dice 1ª Tesalonicenses 4:16-17, “Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre”.

  1. El arrebatamiento de los creyentes

Finalmente, los creyentes, con cuerpos transformados, seremos arrebatados para recibir al Señor en el aire. El verbo “arrebatar” deja bien claro que será algo repentino, en el cual seremos arrancados de este mundo. Esta es la misma idea que el apóstol Pablo describe en 1ª Tesalonicenses 1:10. El creyente espera “de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. Esperamos la venida de Cristo, y Él nos librará de la ira que viene. En el contexto de la carta, la ira venidera es la ira que vendrá en el “día del Señor”, la “destrucción repentina” que atrapará al incrédulo, pero no al creyente (1Tes. 5:2-4). El creyente será arrebatado porque “no nos ha destinado Dios para ira, sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1Tes. 5:9).

Cristo vendrá y arrebatará a Su iglesia en las nubes, así como Cristo fue alzado por una nube en el día de su ascensión. Y lo hará para que le recibamos en el aire. Cristo no posará sus pies sobre la tierra. Nosotros ascenderemos al encuentro con el Señor en el aire. Seremos tomados en las nubes y arrancados de este mundo sobre el cual entonces vendrá gran tribulación (Ap.  3:10). Este tiempo de ira y destrucción sobre la tierra durante 7 años terminará con la segunda venida de Cristo “desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego” (2Tes. 1:7-8). Entonces Cristo vendrá a la tierra para juzgar con el fuego de Su juicio (Mat. 25:31). Pero esta venida difiere mucho del encuentro que esperamos para estar siempre con el Señor (1Cor. 1:7-8, 3:13, 4:5; 2Cor. 5:10; 1Tes. 5:23).

Conclusión

La escatología produce consuelo, alivio, y ánimo. Saber lo que nos traerá el mañana alienta nuestra vida y fortalece nuestra obediencia al Señor. Dios reveló Su plan futuro para que tengamos sosiego y confianza en Su Palabra. No caigamos en el error de pensar que no podemos saber qué sucederá. Frente a tantas discrepancias escatológicas evitemos el error de pensar más en el presente que en el futuro, porque esperamos su venida, ¡Maranata!

David González

Autor David González

Pastor de la Iglesia Evangélica Teis en Vigo (España) y profesor adjunto del Seminario Berea en León (España). Tiene una Maestría en Divinidad de The Master’s Seminary. David está casado con Laura y tienen 2 hijas (Noa y Cloe).

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