El contexto actual de pandemia en el que vivimos ha traído muchos cambios a nuestras vidas, sin embargo la crisis económica va a traer aún mayores cambios que afectarán a muchas familias. En medio de esta situación es lícito preguntarse cuál es el papel de la Iglesia. ¿Está la Iglesia llamada a solucionar los problemas sociales del mundo?Lo cierto es que una parte importante de la Iglesia en el mundo cree que sí, que hemos sido llamados a trabajar en paralelo con nuestra labor espiritual, en la obra social.

El Evangelio social es un movimiento que está resurgiendo con fuerza en estos últimos años. Lejos de ser un movimiento moderno, tiene sus raíces en los movimientos socialistas del evangelicalismo liberal, de los Estados Unidos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Su figura más representativa fue el pastor Walter Rauschenbusch (Cristianismo y la crisis social, EEUU, 1907). Ellos abogaban, basándose en una mala interpretación de Mateo 6:10 y una escatología post-milenialista, que la iglesia se involucrase en la resolución de las problemáticas sociales del mundo para que, de este modo, el reino de Dios fuese instaurado en el mundo. Dicho de otra forma, esta perspectiva social de la Iglesia nace de una mala comprensión de la Escritura, pero el problema más grande que subyace en este movimiento es que se promueve otro evangelio en el que el centro deja de ser Cristo para poner allí al hombre y sus necesidades.

A pesar de esto, este asunto no es ni mucho menos fácil de dilucidar. La Iglesia no está llamada a socorrer a los pobres del mundo como norma general, no hay base bíblica real para sostener tal punto de vista, pero sin embargo se le demanda, como una orden que no puede eludir, que se ocupe de los pobres en medio de ella (1ªTim. 5:8). Lo que cabría considerar es si en algún sentido o en algún contexto en particular, esta obligación de la Iglesia se extiende más allá de sus fronteras o más bien está limitado su ámbito de actuación. Como ya mencioné, no existe un texto en la Escritura que imponga a la Iglesia alguna obligación social de cara a los de afuera. Cuestión aparte son los actos de misericordia que somos llamados a ejercitar para con nuestro prójimo, pero eso no hace de la obra social un ministerio de la Iglesia como institución.

Algunos podrían apelar a Santiago 1:27 para fundamentar la obligación de la Iglesia de ocuparse de los pobres sea cual sea su trasfondo o situación o contexto, pero esto no es así. El propio contexto de la carta de Santiago deja claro que él está tratando un problema dentro de la Iglesia. En Santiago 2:14-16 el autor hace referencia directa a los hermanos, y aun si abriésemos más el abanico de posibilidades y nos fuéramos al 2:1-4 veremos que el ámbito es dentro de la iglesia, con los que vienen al lugar de la iglesia, y en aquel entonces, en un contexto de persecución, la gente no entraba a visitar una Iglesia por curiosidad, lo más probable es que si estaban en la reunión es porque ya habrían respondido al evangelio de lo contrario muy probablemente no se arriesgarían a ir.

El otro texto al que también podría recurrirse para defender un ministerio de obra social como parte del llamado de la Iglesia está en Mateo 25:31-46, Aparentemente este pasaje clama por un ministerio de cuidado de los pobres y los necesitados y en parte es cierto, pero se circunscribe en el ámbito de la Iglesia y para la Iglesia, puesto que Jesús dice claramente, “uno de estos hermanos míos” (vers. 40). Solo desde una perspectiva católico-romana uno podría entender este texto como extensible a los incrédulos, puesto que Jesús jamás llamará sus hermanos a aquellos que lo rechazan como su Señor.

¿Debemos entonces decir que estamos exentos de cubrir las necesidades de los pobres si estos no pertenecen a nuestro circulo más cercano o a la Iglesia? La parábola del buen samaritano, donde Jesús explica precisamente quien es mi prójimo, deja claro que tu prójimo no es necesariamente uno en tu círculo, sino más bien, uno al que te encuentras y que está en necesidad es al que debes mostrar amor cubriendo su necesidad en la medida de tus posibilidades. Debemos ser sabios, pero también generosos a la hora de administrar la bendición económica que hemos recibido de Dios y actuar entonces en conciencia. Pero esto aplica en el ámbito privado. Esta parábola no aplica a la Iglesia, como institución inaugurada por Cristo.

¿Quiere decir esto que la Iglesia no debe hacer obra social?, la obra social en la Iglesia debe responder a criterios de eficiencia conforme a la filosofía de ministerio de la Iglesia, la cual a su vez debe emanar de principios bíblicos. Dicho de otro modo, cualquier ministerio que la Iglesia realice debe tener como fin principal la extensión del evangelio, lo cual es el fin último de la Iglesia en este mundo (Mt. 28:19-20). Nuestras congregaciones harán bien en mostrar el amor de Cristo al cubrir las necesidades de nuestros prójimos en momentos puntuales de necesidad acuciante donde la compasión de Cristo debe ser mostrada, cómo puede ocurrir en las circunstancias de crisis económica actual, pero sin dejar a un lado ni descuidar su labor espiritual. ¿Quién cubrirá las necesidades espirituales si la Iglesia se dedica a cubrir las necesidades materiales?

El Señor mostró compasión con los incrédulos, pero no a costa de su ministerio principal, la redención de ellos (Marcos 1:35-38). Sigamos su ejemplo. La Iglesia ha sido llamada principalmente a suplir una necesidad espiritual, no material. Hemos sido llamados a cumplir los propósitos de Cristo, no la agenda social del mundo.

José Da Maia

Autor José Da Maia

José Da Maia es graduado de Predicación Expositiva y anciano de la iglesia Gracia Soberana en Vigo

Más artículos de José Da Maia