El trabajo es bueno. Es bueno porque Dios lo diseñó. Es parte de esa creación a la que Dios llamaba “bueno en gran manera.” Y, además, Dios, como parte de ese diseño, incluyó al hombre para trabajar (Genesis 2:5,15). Y resulta implícito en ese mandato el ejercer dominio sobre la creación (Genesis 1:28). El trabajo es el diseño bueno del único Dios bueno que creó todo bueno en gran manera.

Sin embargo, después de la caída, las cosas que Dios creó originalmente buenas han sido torcidas por la corrupción del pecado: la creación, el sexo, el dinero, y sí, el trabajo también. Ahora, en lugar de ser un campo fértil para llevar a cabo el mandato, el trabajo se ha convertido en un campo de minas que pueden explotar en la cara en cualquier momento. En lugar de ser tierra fértil para desarrollar el rol de ejercer dominio, suele ser tierra fértil para todo tipo de pecado, tanto externo con conflictos interpersonales y maltratos laborales, como interno, con la tentación constante a la pereza, queja, murmuración, y una multitud de otros pecados. Y en lugar de gozarnos en nuestro trabajo (Eclesiastés 2:24, 3:22), en muchos casos el trabajo es causa de mucho dolor e insatisfacción. En otras palabras, navegar las dificultades multifacéticas del lugar de trabajo, seas empleado o empleador, presenta un reto enorme para el hombre de Dios. El trabajo es bueno. Pero el lugar de trabajo se ha convertido en campo de batalla. A la luz de esto, la pregunta vital es ¿Cómo responde el hombre de Dios?

  1. Acude a las Escrituras

El Hombre de Dios es un hombre de la Palabra (Josué 1:8, Salmo 1). Su pan diario es cada palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4:4). La labor diaria del hombre de Dios, entonces, es acudir a la Palabra, en oración y por medio del Espíritu, para alimentarse y ser transformado por la renovación de su mente (Romanos 12:1-2). Pero si no estás comiendo diariamente de la Palabra de Dios, no podrás navegar el lugar de trabajo bíblicamente. Nuestra necesidad diaria es llenarnos con la Palabra.

La batalla para el lugar de trabajo comienza aún antes de salir por la puerta de nuestra casa. Comienza cada día, leyendo y meditando en la Palabra de Dios, y respondiendo en oración y adoración.

  1. Trabaja sabiamente

Toda la Biblia está llena de sabiduría para la vida diaria (2 Timoteo 3:16-17), y debemos estudiar todo el consejo de Dios. Pero en particular, Proverbios presenta sabiduría práctica para la vida bajo el reino del Mesías, incluyendo el trabajo. El hombre de Dios debe buscar la sabiduría de Dios para el trabajo para afrontarlo con:

  1. Diligencia y no pereza ni excusas (Proverbios 6:7, 10:4, 12:24-27, 13:4, 21:5, 26:13-14, etc.)
  2. Integridad y justicia, y no deshonestidad (Proverbios 12:22, 13:11, 15:27,16:11, 20:17, 23, etc.)
  3. Dominio propio y humildad y no enojo, palabrería, chisme, o contiendas (Proverbios 3:30, 10:12, 14:17, 29, 15:1,18,28, 16:28, 18:6, 19:11, 26:17, 20-21, 28:25, etc.)

Conoce y aplica hoy la sabiduría bíblica en el lugar de trabajo.

  1. Trabaja como para el Señor

Los jefes y empleados humanos siempre nos darán excusa para no trabajar bíblicamente: “El jefe no es justo. No hay recompensa adecuada. Mis compañeros lo hacen, ¿por qué no puedo yo? Mi compañero no me ayuda, así que yo tampoco le ayudo.” Y un sinfín de pensamientos y reacciones parecidas. Pero cada excusa desaparece, y da lugar al gozo y la bendición en el trabajo cuando recordarnos que no trabajamos para el hombre, sino para el Señor.

Nunca debemos perder de vista el énfasis bíblico de la afirmación “es a Cristo el Señor a quien servís” (Colosenses 3:24). Pablo expone las implicaciones de esta realidad en Efesios 6. Podemos obedecer a nuestros amos terrenales con temor y sinceridad de corazón, como a Cristo (v. 5), no sirviendo para ganar la aprobación del hombre, sino de Cristo, haciendo la voluntad de Dios (v. 6). Servimos de buena voluntad, como para el Señor, sabiendo que nuestra recompensa viene de Él (v. 7-8). Y los jefes no están exentos, sino que son llamados a tratar con justicia a sus empleados, sabiendo que sirven al mismo Señor en los cielos (v.9).

Cultiva hoy la perspectiva bíblica que traerá gozo en medio de tu labor—trabajas para el Señor, y no el hombre.

  1. Haz todo sin murmuración ni discusiones

Hay muchas marcas de un buen empleado. Pero un empleado que no participa en las quejas que fluyen como las cataratas Niágara en el lugar de trabajo, y que afectan y ahogan a todos alrededor, va destacar, sin ninguna duda. Pablo, en Filipenses 2:14, llama al cristiano a hacer todo (¡incluido el trabajo!) sin murmuraciones ni discusiones. Pero es la razón que Pablo aporta en v. 15 la que nos debe motivar a trabajar sin quejas: para que “seáis…hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.”

Las quejas fluyen como el Niágara, pero el hombre de Dios glorifica a su Padre celestial al permanecer firme en el diluvio, no cediendo ante la tentación de murmurar, presentando así un contraste brillante con el mundo pecaminoso que nos rodea.

Hoy propón en tu corazón que en lugar de quejarse y murmurar glorificarás a Dios al “dar gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18).

  1. Proclama y refleja las verdades del Evangelio

El lugar del trabajo es ese ambiente donde el Señor soberanamente nos ha puesto para que seamos testigos de Él, también allí. Tenemos una oportunidad constante de reflejar y proclamar las verdades del evangelio de una manera sabia, sin perjudicar a nuestro empleador. Si podemos conversar y trabajar a la vez, aprovechemos esas oportunidades. Bien sea en los descansos o después de la jornada laboral. El punto es que debemos obedecer los mandatos bíblicos (Mateo 28:18-20, Hechos 1:8, etc.) y proclamar el evangelio a nuestros compañeros de trabajo que viven sin esperanza y sin Dios en el mundo.

Y aun cuando no estamos directamente proclamando el evangelio, podemos reflejarlo. Demostramos nuestra necesidad de un Salvador al confesar y pedir perdón cuando pecamos contra otros, y perdonamos a los que pecan contra nosotros, como nosotros hemos sido perdonado (Mateo 6:14-15, Efesios 4:32). Respondemos al maltrato con humildad, siguiendo el ejemplo de Cristo y reflejando Su carácter (1 Pedro 2:18-25), y mostramos el amor de Dios al amar a los que nos odian al orar por ellos (Mateo 5:43-48).

Pide a Dios que te abra puertas para el evangelio, y te de la habilidad de proclamar a Cristo como debes, con claridad y convicción, sabiamente, aprovechando el tiempo en tu lugar de trabajo (Colosenses 4:3-5).

Conclusión:

Sí, el lugar de trabajo puede ser un campo de batalla debido a nuestra naturaleza pecaminosa, producto de la caída, pero la Palabra de Dios, por medio de la obra del Espíritu, capacita al hombre de Dios para navegar en ese ámbito de la vida de una manera que da honra y gloria a Dios. Hoy busca ser un hombre de Dios conforme a Su Palabra, también en tu lugar de trabajo.

Joseph Grewe

Autor Joseph Grewe

Joseph Grewe tiene una Maestría en Divinidad por The Master’s Seminary y sirve al Señor en la Iglesia Evangélica de León. Joseph está casado con Hannah y tienen 2 hijas.

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