Una de las frases mas comunes que se escuchan por ahí durante esta época del año es ‘el espíritu de la navidad’  Pero ¿En qué consiste exactamente este espíritu de la navidad?

Para la industria del licor el espíritu de la navidad viene en una botella, porque en estos días las compañías de bebidas alcohólicas tienen ingresos millonarios. Algunos hablan del “espíritu de navidad” cuando en una familia deciden no pelearse y, si es posible, perdonarse por las ofensas cometidas durante el año. Muchos piensan que el espíritu navideño se expresa mandando tarjetas de buenos augurios y deseando felices fiestas a amigos y seres queridos. Para otros el espíritu de navidad es simplemente la alegría de reunirse y celebrar las fiestas como familia. Para demasiadas personas “navidad” es recordar la tristeza que invade sus corazones porque no tienen recursos, ni amigos. Han perdido seres queridos, están enfermos, o simplemente solos. Para la mayoría de la gente el espíritu de navidad es comprar regalos. A pesar de las restricciones, podemos observar mensajeros trayendo y llevando paquetes y aun las tiendas están atoradas de clientes comprando cosas para estas fechas… Pero, ¿Qué es el espíritu de la navidad? ¿divertirse con familiares? ¿dar y recibir regalos? ¿reunirse en familia para celebrar “las fiestas”?

El espíritu de la navidad es adoración, alabanza, gratitud y Gloria a Dios. En Mateo 2 leemos: Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, he aquí, unos magos del oriente llegaron a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente, y hemos venido a adorarle.

La adoración es la actitud más característica de la navidad, concretamente, por el nacimiento del Salvador del mundo. Es la actitud interna de un corazón lleno de gratitud por lo que Dios ha hecho, en el que el adorador no está para nada preocupado por sí mismo, sino que su mente está centrada en Dios y todo lo que Él es. ¿Qué momento más propicio para adorar que la época de la navidad? ¡En estos días recordamos lo que Dios ha hecho para procurar la salvación de Su pueblo!

En Lucas 1, María irrumpe en una magnifica expresión de adoración y alabanza que recoge todas estas realidades:

Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva;

pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada. Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso;

y santo es su nombre. Y de generación en generación es su misericordia

para los que le temen.

María dio a luz a una criatura que era Dios hecho carne, pero tristemente esta realidad ha sido pervertida en la adoración a María, como si ella hubiera contribuido a la divinidad de Jesús. Lo cierto es que esto nos da una imagen confusa y distorsionada de esta joven y no concuerda con lo que ella misma expresa en este salmo de adoración. En este canto, María no es el objeto de adoración, sino la adoradora. Y aquí María representa el verdadero espíritu de la Navidad. Se trata de una adoración interna, intensa, habitual y también humilde.

María estaba absolutamente asombrada de que Dios se haya fijado en alguien como ella para ser el instrumento por medio de quién el Salvador vendría al mundo. Noten que un corazón humilde no esta pensando en sí mismo. Ella no esta2 enfocada en sí misma. ¡Dios es el centro y enfoque de su atención!….mi alma engrandece al Señor…mi espíritu se regocija en Dios. No vemos que en sus palabras exista un sentido de importancia personal….No piensa: “Señor, tu has elegido a la persona correcta, honestamente conozco a muchas mujeres que no son tan piadosas como yo”…es claro que María no opina nada por el estilo. Nuestra tendencia humana, como criaturas caídas que somos, es de enorgullecernos con el menor elogio. Pero sus pensamientos y emociones estaban totalmente entregadas a la adoración humilde de Dios. María sabía que ella era una pecadora necesitada de un Salvador. Pero el Señor no cambió su estatus social. No llegó a ser reina porque el Salvador había venido por medio de ella a esta tierra. Continuó siendo una sierva de Dios y en la misma condición social y económica de siempre. Lo que sí cambió en ella fue su estatus espiritual, así como la condición espiritual de todo individuo que cree en el Señor Jesucristo para salvación.

Y, como resultado, no solo adora por lo que El Señor hizo a favor de ella, sino por lo que El haría por millares después de ella. Esta joven exalta a Dios por su propia salvación, ¡pero también por la salvación de otros! En esta época en la que tantas personas están tan obsesionadas por su bienestar personal, resulta apropiado examinarnos y ver lo que nos mueve a adorar a Dios: le adoramos porque Él nos ha salvado, pero también porque Él vino a salvar a muchos otros también.

Un verdadero adorador, un hijo de Dios consciente de sus bendiciones espirituales incomparables, es una persona que en lo profundo de su corazón adora continuamente. La adoración verdadera no esta conectada a las circunstancias fluctuantes de nuestra vida ni a lo que marca el calendario. Por eso es que Pablo exhorta a los creyentes a estar siempre gozosos, orar sin cesar y dar gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús. (1Tesalonicenses 5:16–18). Pero, sin duda, en estos días tenemos ante nosotros una oportunidad única para mostrar al mundo en qué consiste el verdadero espíritu navideño. ¿Cómo? honrando a Aquel que siendo rico se hizo pobre, para salvar a los que estaban muertos en sus delitos y pecados. ¡Gloria a Dios en las alturas!

Henry Tolopilo

Autor Henry Tolopilo

Henry Tolopilo desarrolla un amplio ministerio de predicación y enseñanza en EEUU e Iberoamérica y es profesor del Seminario Berea (León, España)

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