Una de las deficiencias de la iglesia local hoy en día es la falta de claridad y compromiso con su misión en el mundo. Por un lado, muchos están poniendo el énfasis y el esfuerzo en tareas secundarias que distorsionan nuestra prioridad. Por otro lado, muchos están ofreciendo una versión “ligera” del mensaje de salvación que debemos proclamar.

Ante esta situación, mi propósito con este artículo es animar a la iglesia local a no perder de vista la clara misión que Cristo nos ha encomendado, y a no delegar en ministerios “para-eclesiales” la labor que sólo la iglesia local puede y debe hacer. Para eso, quisiera que observásemos tres pruebas en el Nuevo Testamento de que la iglesia es el plan del Señor para la Evangelización. No son las únicas, pero estas tres nos ayudarán a reafirmar nuestro compromiso, y a renovar nuestra confianza en el plan de Cristo.

La primera prueba la encontramos en el pasaje de Mateo 28, conocido precisamente como la Gran Comisión. En estos versículos (16-20), podemos observar que Cristo convocó a sus discípulos para encomendarles una tarea: hacer discípulos. Esta tarea va más allá de los once que Mateo confirma que, por lo menos, estaban allí. Es muy probable que muchas más personas estuvieran presentes, pero lo cierto es que no era una tarea que solo ellos tenían que desempeñar y únicamente restringida a aquellos hombres. Y la prueba es que ellos mismos exhortaron a los creyentes a obedecer el llamado de Cristo. El libro de los Hechos contiene varios ejemplos de esta realidad, como la iglesia que el Señor levantó en Antioquía por medio de otros discípulos a parte de los apóstoles (Hch. 11:19-26).

Esta tarea también va más allá de la proclamación del mensaje, más allá de predicar el Evangelio. Los discípulos tenían que ser bautizados, lo cual implicaba un compromiso público con la iglesia local de Cristo, y tenían que ser enseñados, lo cual ocurría en el contexto de la iglesia local de Cristo. El objetivo en la misión no es que las personas crean el mensaje solamente. El objetivo es que las personas crean, se comprometan, y sigan a Cristo, viviendo de acuerdo a toda Su enseñanza. Hay mucho más en este pasaje. Pero, sin duda, esta “comisión” prueba que el plan del Señor para la evangelización es la iglesia local. Se trata de discípulos de Cristo haciendo discípulos de Cristo. Y Cristo no estableció ningún otro medio para esta labor, aparte de Su iglesia.

La segunda prueba la encontramos en la carta de Pablo a los Filipenses, cuando, después de informar de como el Señor estaba prosperando Su obra a pesar de que Pablo estaba en la cárcel, Pablo exhorta a los Filipenses a comportarse de una manera digna del Evangelio (Fil. 1:27-30). Pablo resalta en este pasaje la importancia de luchar unánimes por la fe del Evangelio. El énfasis del apóstol está en el esfuerzo incansable de proclamar y defender la fe, y de hacerlo unidos. Lo cual es una prueba más de que la misión parte de la iglesia y está centrada en el Evangelio. Pablo no les hubiera llamado a sufrir por causa del Evangelio, si todo lo que tenían que hacer es ayudar a las personas en su necesidad física y material, y si todo lo que tenían que predicar es un mensaje que no ofendía a nadie.

Pablo les recuerda su propio conflicto (1:30), su sufrimiento por causa de ser fiel al Evangelio. Si la iglesia no sufre este conflicto en el mundo, será porque no está haciendo lo que Cristo le ha encomendado, será porque el mundo está “cómodo” con lo que la iglesia está haciendo.

La tercera prueba que quisiera mencionar la encontramos en la carta que Pablo escribe a Tito, su colaborador en el ministerio. En el segundo capítulo Pablo exhorta a Tito a que hable lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Y a continuación le explica como la lealtad a la Palabra de Dios produce un testimonio que impacta al mundo.

Una obediencia de los creyentes que, por su fidelidad a la doctrina de Cristo, hacen que el nombre de Dios no sea blasfemado, hacen que el enemigo no tenga nada con que acusar a los creyentes, y hace que la doctrina de Dios sea adornada. Es, en resumen, el poderoso respaldo de vidas santas que confirman el poder del mensaje proclamado. Y es la manera en que la iglesia local, por medio de una vida radicalmente diferente a la vida del mundo, hace que Dios sea exaltado, y que el Evangelio de Cristo sea proclamado sin hipocresía.

Como decía al principio, hay más pruebas. Pero estas nos recuerdan que Cristo dio órdenes precisas, que no necesitan ser actualizadas por causa de nuestra cultura, o según la sociedad en la que vivimos… Que el Señor de la iglesia nos dio un mensaje poderoso que no necesita ser modificado, sino “adornado” con vidas fieles a la Palabra de Dios, respaldado con una sincera obediencia a la sana doctrina… Y que el Señor Jesucristo confía plenamente en Su iglesia, en Su plan, y yo diría que parece que Él confía más en nosotros, que nosotros mismos.

Así que dejemos a un lado distracciones y distorsiones; dejemos a un lado demandas humanas; y sigamos dedicándonos fielmente a la misión que se nos ha encomendado, haciendo discípulos de Cristo, luchando unánimes por la fe del Evangelio, y adornando con nuestras propias vidas la doctrina de nuestro gran Dios.

Jonatán Recamán

Autor Jonatán Recamán

Pastor en la Iglesia Evangélica de Pontevedra (España) y profesor del seminario Berea (León, España).

Más artículos de Jonatán Recamán