La seguridad forma parte de lo más interno del ser humano. Sentirnos seguros es algo que llevamos en nuestro “ADN”, una muestra clara la vemos cuando montamos en un medio de transporte, nos interesamos en conocer la seguridad del mismo, cuál es el porcentaje de accidentes, sistemas de emergencias… De hecho muchos escogen viajar en transporte aéreo porque está considerado el medio de transporte más seguro. Lo cierto es que nos preocupa que sea confiable y queremos sentirnos seguros humanamente hablando.  Ahora bien, ¿qué pasa con la seguridad espiritual? como hijos de Dios confiamos en Él, claro, pero de forma práctica… ¿Existe un lugar donde acudir para sentirnos 100 % seguros de que estamos viviendo en la voluntad agradable y perfecta de Dios? ¿Hay un sitio donde nuestra alma pueda descansar al conocer más al Dios que nos salvó por medio de Su amado hijo Jesucristo?

En la Palabra de Dios no hay ambigüedad como en las palabras de los hombres, no cabe el “tal vez”, “no lo sé”, “quizás”, o una seguridad relativa y dependiente de las circunstancias. Sino que, la Palabra de Dios es 100 % segura, y eso la hace 100 % confiable. Al menos por tres razones:

  1. Es la fuente de verdad (2 Pedro 1:19a)

El apóstol Pedro en su segunda carta afirma esto cuando dice que “…tenemos la Palabra profética más segura...”, y hay dos verdades que se desprenden aquí, una es que la Palabra fue profetizada, la cual no fue un “…asunto de interpretación personal” (2 Pedro 1.20) sino que como el propio Pedro dice más adelante en, 1:21 que esta profecía llegó por medio de hombres movidos por el Espíritu Santo para escribir la Palabra exhalada que salió de la boca de Dios (2 Timoteo 3:16). Dios mismo movió a los autores humanos para escribir las palabras divinas. Y otra verdad aquí es que esta realidad de profecía plena y perfecta de Dios es lo que la hace totalmente confiable, lo cual apunta a que es la fuente de seguridad, firmeza y confianza. Vivimos en un momento de la historia donde el pragmatismo ha tomado la delantera, aquello que funciona en la práctica parece ser tan relevante que se convierte en la fuente de la verdad a imitar, pero Pedro no pensaba así. Si nos fijamos en el antecedente de este versículo, el autor no da validez a su propia experiencia, aun habiendo estado con el mismo Jesús, disfrutando de su enseñanza, su comunión íntima, y más si cabe habiendo disfrutado de una experiencia sin igual en la propia transfiguración donde vio a Cristo en toda Su gloria (Mateo 17:1-8). La fuente de verdad y confianza segura no reside en su propia experiencia sino en la Palabra de Dios.

  1. Es la fuente de luz (2 Pedro 1:19b)

Pedro al usar el símil de la luz alumbrando en la oscuridad está poniendo en perspectiva la realidad de que sin la guía y dirección de la Palabra viviríamos a ciegas espiritualmente hablando. En esa misma línea Pablo declara en Romanos 12:2 que no nos adaptemos a este mundo. Podríamos decir parafraseando el versículo: “no te dejes moldear por la oscuridad de este mundo, sino busca continuamente la luz de la Palabra de Dios para conocer cuál es la voluntad agradable y perfecta de Dios”. Pedro dice “…hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro…” No es una sugerencia, sino que apunta a hacer lo correcto, a hacer lo marcado, lo preciso y debido delante de Dios.

Por otro lado, “prestar atención”. Debes estar alerta, considerar cuidadosamente el camino, tener cuidado por donde pisas. Pedro no habla solo de la luz que la Palabra dio para tu salvación, sino que esta luz afecta a tu diario vivir (Salmo 119:105). Cómo andas, cómo muestras el fragante aroma de Cristo (2 Corintios 2:15) en tu matrimonio, en la educación de tus hijos, en las relaciones personales, con los hermanos en la iglesia, en tu propio vocabulario, el perdón que ejercitas…, todo es un reflejo de Cristo en la medida que caminas en dependencia de la fuente de luz vital que la Palabra provee hasta llegar a “ser pues imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1).

  1. Es la fuente de vida eterna (2 Pedro 1.19c)

Ahora Pedro quiere llevarnos a pensar en esta dirección soberana y eterna de Dios. Y esto es precioso, porque la gloria eterna y final de Cristo será también nuestra. El apóstol nos lleva a observar la meta final y gloriosa que nos espera en Cristo, por eso dice que nos mantengamos nutridos de la verdad y la luz que brota de la Palabra “…hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en vuestros corazones”. ¡Qué glorioso es saber que nuestra confianza no es ambigua! En la Palabra encontramos seguridad plena ante la obra que Dios mismo culminará. “Hasta que el día despunte” alude al regreso de Cristo a por su Iglesia. Mientras tanto, los creyentes deben beber de la fuente segura de verdad y luz que provee la Palabra.

“El lucero de la mañana” hace referencia a Cristo mismo, quien un día será nuestra luz por la eternidad, y a quien adoraremos por siempre. Dios llevara a término la obra de salvación que ha comenzado y llegará un día cuando los hijos de Dios disfrutarán de este lucero de la mañana por la eternidad. Juan movido por El Espíritu Santo dice que “…el Espíritu y la esposa dicen: ven…” (Apocalipsis 22:17) y Cristo mismo afirma “…sí, vengo pronto…” (Apocalipsis 22:20).

Por tanto, hermano, ¿a qué fuente acudirás para saber con seguridad que estás viviendo en la voluntad agradable y perfecta de Dios?, ¿dónde descansa tu alma, al conocer más al Señor que te salvó por medio de Su amado hijo Jesucristo? Te animo a que no mires ni de reojo al pragmatismo y ni aún a tu propia experiencia, ni la de otros para vivir la vida cristiana con plena seguridad y confianza. Mira la Palabra de Dios, escudríñala, obedécela, para que sea la verdad y la luz que apuntan tu vida a la salvación y vida eterna en Cristo.

“La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz” (Romanos 13:12)

Samuel García

Autor Samuel García

Samuel García sirve al Señor en la Iglesia evangélica de León y es profesor del Certificado de Estudios Bíblicos en el Seminario Berea.

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