La pureza no es el último ‘hashtag’ de moda. A no ser que nos refiramos a la pureza del aire en lugares cerrados en plena pandemia de Covid-19, hablar de pureza es contracultural. Ser puro no es atractivo, no es tendencia. La pureza sexual es vista con desprecio por la sociedad. Sin embargo, la pureza es un mandato de Dios y no una opción. La Palabra dice, “Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación” (1 Tes 4:7). Por tanto, la pureza es un camino mejor.

La pureza sexual es la manera de andar que agrada a Dios. Es la que sigue su voluntad. Por eso el apóstol Pablo escribió, “esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual; que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; y que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto” (1 Tes 4:3-6). En este pasaje observamos tres áreas del cuidado de nuestra pureza sexual.

Apártate de inmoralidad

El entorno social en el que vivimos se burla y critica cualquier pretensión de abstención de inmoralidad sexual. El mundo contemporáneo, al igual que el greco-romano del primer siglo, promueve lo sexual como una mera forma de gratificación personal sin restricción. Pero la voluntad de Dios es nuestra santificación, es decir, que nos abstengamos de inmoralidad sexual.

Abstenerse es apartarse, evitar el contacto, mantenerse alejado. Es huir de todo aquello que nos conduce a la inmoralidad (1 Cor 6:18), como hizo José frente a la seducción de la mujer de Potifar (Gen 39:7-18). No es una invitación a pensar o razonar, es un llamado a escapar, a salir corriendo, apartándose del pecado. Como dijo John Owen, “Mata al pecado, o éste te matará a ti”.

La inmoralidad sexual incluye cualquier tipo de práctica o placer sexual que se produzca fuera de la relación matrimonial entre un hombre y una mujer. A los ojos de Dios es impureza e inmundicia (Gal 5:19-24; Efe 5:3; Col 3:5) de la cual debemos apartarnos para andar en el camino de la pureza sexual. Si no quieres caer, no camines por terreno resbaladizo. No hospedes en tu mente deseos que te conduzcan a la inmoralidad. No los entretengas. Simplemente, apártate.

Domina tu cuerpo

Nuestro cuerpo todavía está sujeto a las pasiones y deseos de nuestra vieja naturaleza caída. Y de ahí la exhortación de este pasaje a saber cómo poseer nuestro propio vaso en santificación y honor. Pablo emplea el término “vaso” de manera figurada para referirse al cuerpo.[1] Y el verbo “poseer” significa ganar el control sobre algo. Por tanto, el apóstol exhorta a los creyentes para que sepan cómo dominar y poseer el control de su propio cuerpo en santidad y honor.

De esta manera, permanecemos apartados y separados del pecado para un uso honroso para el Señor, como dice 1 Corintios 6:13, “el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor”. Poseemos el control para no ser dominados por nuestros impulsos carnales. Tenemos el dominio para no ser arrastrados tras la concupiscencia y los apetitos desordenados. Este es el camino de la pureza.

¿Quién capitanea tu cuerpo? ¿Posees el mando? ¿Diriges tus pasos? ¿O estás cediendo y siendo manejado por tus deseos carnales? Toma las riendas. Sométete a la Palabra de Dios. Pide ayuda al Espíritu Santo que mora en ti. Recuerda que has sido comprado por precio, y por tanto glorifica a Dios en tu cuerpo (1 Cor 6:20).

Protege tus relaciones

La inmoralidad sexual no solo es algo personal. Afecta a las relaciones. Daña al cónyuge, a los hijos, a las familias, a la iglesia, al testimonio frente al mundo. La sociedad quiere hacernos creer que la intimidad sexual es unipersonal, pero la Biblia nos advierte de lo contrario. Por eso, Pablo añade, “que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto” (1 Tes 4:6).

Algunos han entendido que “asunto” se refiere a ciertos negocios o relaciones comerciales que los tesalonicenses tenían entre sí. Pero el apóstol no está añadiendo un nuevo tema, sino continuando el mismo asunto de la pureza sexual, porque la inmoralidad sexual afecta y atenta contra los que nos rodean.

Pablo lo describe como “pecar” y “defraudar”. El pecado sexual transgrede los límites, se entremete en lo ajeno, va más allá de lo legítimo, saca ventaja del mal, se aprovecha con engaño. No solo afecta a uno mismo como vimos antes, sino también a otros. El que no domina su cuerpo y se abstiene de inmoralidad desobedece a Dios, es desleal a su cónyuge, saca ventaja egoísta de sus relaciones, perjudica a otros, daña y atenta contra la santidad de la familia de Dios.

Conclusión

¿Por dónde estás caminando? ¿Estás en el camino de la pureza? Recuerda que pequeñas permisividades en tu vida alterarán el rumbo de tu navegación. Quizás cuando quieras reaccionar, las consecuencias de tus concesiones serán irreparables. Por tanto, apártate de inmoralidad, domina tu cuerpo y protege tus relaciones. Haz de la pureza sexual el ‘hashtag’ de tu vida.


[1] Aunque la versión RV60 traduce “esposa”, el término literal es vasija, recipiente. Pablo lo emplea en 2 Cor 4:7 para decir “tenemos este tesoro en vasos de barro”. Es frecuente que el apóstol use el término de manera figurada como sucede en Rom 9:21-23 o en 2 Tim 2:20-21. De hecho, este último pasaje tiene mucha relación con 1 Tes 4:4 porque habla de la pureza que supone limpiarse de lo pecaminoso para ser un “vaso para honra, santificado”.

David González

Autor David González

Pastor de la Iglesia Evangélica Teis en Vigo (España) y profesor adjunto del Seminario Berea en León (España). Tiene una Maestría en Divinidad de The Master’s Seminary. David está casado con Laura y tienen 2 hijas (Noa y Cloe).

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