Muchas son las causas que pueden llevar a una persona a la soltería, pero es común que con el devenir de los años los solteros sientan cierta vergüenza sobre su estado. El entorno social ejerce mucha presión cuando llegas a cierta edad y todavía no tienes pareja. Las comidas familiares son ocasión ideal para el complot de las celestinas. Las amistades se enfrían y se distancian porque se han perdido las afinidades. Y en la iglesia llueven las indirectas porque la soltería es vista equivocadamente como una carencia. ¿Es malo ser soltero? ¿Se puede ser soltero y agradar a Dios? ¿Dios me bendice menos si no me caso? ¿Cómo sé que Dios quiere que me case o que sea soltero? Estas preguntas son las que Pablo trata en el capítulo 7 de 1ª Corintios. 

El apóstol comienza el capítulo afirmando que la relación sexual es exclusiva para el matrimonio entre un hombre y una mujer (v. 1-5). Por tanto, la soltería requiere inevitablemente la abstinencia sexual. Pablo explica que, dicha abstinencia, es una concesión en el matrimonio (v. 6), pero es una exigencia en la soltería. Se concede cuando hay acuerdo mutuo entre los cónyuges bajo las condiciones del v. 5, pero se requiere siempre para los no casados. Con este preámbulo, los versículos 7 al 9 presentan tres características del estado de soltería que nos ayudan a tener un concepto bíblico de la misma y nos guían a tomar o aconsejar buenas decisiones en un paso tan crucial en la vida.

1. La soltería es un don

La primera característica es que la soltería es un don de Dios. El apóstol expresa su deseo de que los creyentes corintios no casados se queden solteros. Dice: “yo desearía que todos los hombres fueran como yo” (v. 7). Para Pablo, dadas las circunstancias que rodeaban la iglesia de Corinto, su preferencia era que los hermanos no se casasen, pero esto no era un mandamiento para el celibato (ni para ellos ni para nosotros) sino un consejo apropiado dada la situación (7:25-28, 32, 40). 

No obstante, el apóstol reconoce que cada uno “ha recibido de Dios su propio don” (v. 7), ya sea casarse o no casarse. Es Dios quien da la capacidad para poder vivir de una manera (casado) o de otra (soltero). Tanto el matrimonio como la soltería son dones de Dios, concedidos por Él a cada uno. Y, por tanto, uno no es más espiritual que el otro. El celibato no es un estado más espiritual que el matrimonio, ni viceversa. Ambos son dados por Dios. 

Por tanto, la soltería es una capacidad dada por Dios para poder vivir en abstinencia sexual permanente. Y esto no es algo para todos, sino solo para aquellos a quienes Dios lo da. Así respondió Jesús a sus discípulos: “no todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado” (Mateo 19:11). La soltería es un regalo de Dios. No es una condición inferior, ni algo vergonzoso. Ser soltero puede formar parte del plan perfecto de Dios para tu vida.

2. La soltería es beneficiosa

La segunda característica de la soltería es que es beneficiosa. Pablo dice de los no casados que “es bueno para ellos quedarse como yo” (v. 8), es decir, no casados. El término ‘bueno’ se refiere a algo beneficioso, provechoso, ventajoso. Pablo lo reitera en el v. 26 (“es bueno”) dando a entender que debido a la situación presente de Corinto era beneficioso no casarse. Esto puede resultar llamativo dado que el matrimonio es el plan instituido por Dios para el hombre y la mujer sobre el que se fundamenta la familia (Gen. 2:24). Sin embargo, en el contexto de Corinto había razones suficientes para no casarse. 

En los vs. 25-35, Pablo expone cuatro razones de porqué la soltería es beneficiosa. En primer lugar, debido a la “presente aflicción” (v. 26), una angustia fruto del mundo caído en el que vivimos, un mundo sujeto a vanidad y corrupto por el pecado, donde hay dolor, enfermedad, y llanto. En segundo lugar, debido a los problemas y conflictos de la vida (v. 28) que atribulan el matrimonio por la convivencia de dos pecadores. En tercer lugar, la brevedad del tiempo en este mundo y la no eternidad del matrimonio (v. 29-31). Y, por último, las preocupaciones necesarias que conlleva cuidar una familia y la tensión que esto provoca en el servicio al Señor (v. 32-35).

Ser soltero es bueno, es ventajoso, es beneficioso. Obviamente esto no quiere decir que el matrimonio es malo. El matrimonio es bueno (Gen. 2:18). El que halla esposa halla el bien (Prov. 18:22). Pero, si Dios te ha dado el don de la soltería, no lo desprecies ni lo desperdicies. Aprovecha el tiempo y dedícalo a servir a Dios.

3. La soltería requiere dominio propio

La soltería no es una opción disponible para todos, sino que exige una condición. El apóstol Pablo afirma: “si carecen de dominio propio, cásense” (v. 9). La condición es tener dominio propio para poder mantener los impulsos y deseos sexuales bajo control. Este dominio propio, como vimos antes, es dado por Dios. Él da la gracia y el contentamiento necesarios para vivir en abstinencia sexual.

Pero, si no puedes dominar tu deseo sexual, entonces casarte es lo que debes hacer. No hay otra opción. Una vez más el pasaje indica que no hay otra manera de satisfacer tu impulso sexual que no sea en el ámbito del matrimonio (v. 2). Por ello, si no tienes el don de continencia, casarse es imperativo, porque “mejor es casarse que quemarse” (v. 9) por una pasión ardiente que no puedes controlar.

Conclusión

¿Me caso o no me caso? Todo joven debería hacerse esta pregunta a la luz de este pasaje bíblico, considerando que la soltería no es un estado de segunda clase ni una condición menos espiritual. La soltería es un don de Dios que Él concede para vivir en abstinencia sexual. Además, es buena y beneficiosa, pero requiere dominio propio. Si Dios te ha dado este don, entonces podrás vivir satisfecho y contento sin casarte. Sin embargo, si no tienes la capacidad de dominar tu deseo sexual, Dios no te ha dado dicho don y por tanto debes casarte.

David González

Autor David González

Pastor de la Iglesia Evangélica Teis en Vigo (España) y profesor adjunto del Seminario Berea en León (España). Tiene una Maestría en Divinidad de The Master’s Seminary. David está casado con Laura y tienen 2 hijas (Noa y Cloe).

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