Uno de los mayores shocks que me llevé al mudarme con mi familia a la zona de San Francisco, EEUU, para estudiar en el seminario, fue observar la tremenda variedad cultural de esa zona. Yo, un provinciano español (a mucha honra) en la soleada bahía, cuna del movimiento hippie, zona de pandillas, de mil tatuajes por metro cuadrado, y con una colosal diversidad étnica que incluye, entre otros, muchos estilos musicales.

Un estilo, por cierto, que poco a poco fue encandilándome, fue el hip hop, también conocido como rap. Tradicionalmente, este estilo musical está asociado a la violencia urbana y a un lenguaje tremendamente provocador y violento. Pero cuál fue mi sorpresa al descubrir que muchos creyentes de nuestra congregación escuchaban a artistas de hip hop cristiano. “Menudo oxímoron”, pensaba yo. “¿Cómo es esto posible?” Fue la letra lo que me convenció. La profundidad teológica de estos hermanos compositores es tal que no pasó mucho tiempo hasta que pasó a formar parte de la cultura musical en casa… No es fácil de imaginar a mis pequeños-rubios-como-el-sol rapeando, pero ¡qué gran fuente de buena teología está siendo! Uno de estos artistas expresa los siguiente:

“La teología es el estudio de Dios, y es fundamental;

La doxología es una expresión de alabanza a Dios.

El caso es que toda teología debería conducirnos a la doxología.

Si tienes teología sin doxología, lo que queda es una ortodoxia fría y muerta.

Por otro lado, una doxología sin teología produce idolatría, porque se tratará de una expresión de alabanza, pero no informada por la Verdad de quién es Dios (…). ¡Dios se preocupa por ambas!”[1]

Amén a estas palabras.

Creo que en muchos contextos evangélicos hemos artificialmente dicotomizado el tiempo de alabanza congregacional. Por un lado, si una congregación canta canciones con una teología verdadera y profunda, parece que el nivel de respuesta emocional ha de ser cuanto menos, castrense. Mientras que aquellas donde existe una mayor expresión externa, la tendencia es a pensar que la teología de las letras tiene el nivel de primero de escuela dominical. Pero “Dios se preocupa por ambas”, porque Dios busca a adoradores que le adoren en espíritu y verdad.

Esto es lo que le dijo Jesús a una mujer samaritana que buscaba la satisfacción en su vida por medio de sus relaciones amorosas, según nos narra Juan 4. En este texto, Jesús enseña que la adoración no depende de ningún lugar (ni el monte Gerizim, donde adoraban los samaritanos, ni Jerusalén, el lugar central de la adoración israelita bajo el Antiguo Pacto), sino que va a depender de lo que va a ocurrir muy pronto. En el v. 23 Jesús dice: la hora viene y ahora es. Es decir, es a partir de la obra de redención de Cristo que los verdaderos adoradores van a ser identificados y van a responder en pleitesía a Dios. ¿Qué significa entonces esta adoración en espíritu y verdad?

En un contexto donde el énfasis en la adoración era, tristemente, externo solamente y centrado en un lugar concreto, el Señor mete el dedo en la llaga y expresa que, a partir de su obra de salvación, aquellos que recibirán el Espíritu Santo ahora tendrán la capacidad de adorar a Dios de corazón (en su espíritu) y con un conocimiento íntimo y personal, todo gracias al sacrificio del Hijo. Esto es adorar en espíritu, lo cual incluye, por cierto, una emoción. Pero esta emoción no está construida sobre nada, sino sobre la verdad de quién es Él. Por eso Jesús añade “y en verdad”. Como dice mi amigo el rapero: una doxología sin teología es idolatría. Uno puede adorar, alabar, con toda sinceridad y con gran emoción… pero si esto no está fundamentado en la verdad de la Palabra, no estará adorando al Dios trino de la Palabra, la cual es la única revelación verdadera del único Dios verdadero.

Dios Padre se preocupa, pues, de que sus adoradores tengan ambas características. Debemos (v. 24) adorarle en espíritu y en verdad. Ahora, ¿cómo ha de afectar esta realidad a lo que cantamos en nuestras iglesias? Nos hemos pasado siglos peleando por si tal o cual instrumento y estilo musical debería tocarse o no. Hemos dividido iglesias por tener o no tener una batería, o porque no se cantan himnos, o porque solo se cantan himnos y no alabanzas modernas. Todo esto mientras la mala teología ha irrumpido por la alfombra roja de los ministerios de alabanza que son parte de iglesias que no cuidan lo que se canta porque no cuidan lo que se enseña desde el púlpito. Pero los verdaderos adoradores hemos de adorar y alabar a Dios basándonos en la verdad de la palabra de Cristo (Col 3:16). Esta palabra debe habitar en nosotros, ha de residir, ha de estar insertada en nuestro corazón diariamente. Cuando esto ocurra, entonces comenzaremos a prestar atención a aquello que cantamos. Queremos ser precisos y cuidadosos a la hora de la predicación. Gloria a Dios. Pero ahora es cuando hemos de comenzar a darnos cuenta de que una gran fuente de teología viene a través de nuestras alabanzas.

Por tanto, déjame dejarte estas tres breves aplicaciones:

  • Discierne lo que cantas: es decir, lee con atención la letra de las canciones mientras cantas. A veces uno llega al final de la canción y ni se acuerda de qué ha cantado. Es fundamental, pues, que seamos conscientes de lo que expresamos en alabanza. Canta la verdad con tu entendimiento.
  • Delimita lo que cantas: dicho teológicamente: sé tikismikis. Si hay canciones que, por mucho cariño que las tengas, no tienen una teología objetivamente correcta, deséchalas, por muchos años que tengan. O ponlo en conocimiento de tus ancianos (los verdaderos “líderes de alabanza” de tu congregación). Es mejor tener un cancionero más pequeño con canciones correctas tipo bistec, que una gran variedad de comida basura.
  • Disfruta lo que cantas: el teólogo Jonathan Edwards decía que “el servicio de cantar alabanzas a Dios parece ser designado enteramente para excitar y expresar afectos religiosos”.

Deja, pues, que las verdades que esas canciones bien escogidas expresan muevan tus afectos y emociones por tu Señor y Salvador. Sé también consciente de que estás cantándolas junto con tu familia espiritual redimida, juntos dando gracias al Señor por su obra redentora.

  • (este es el bis): No puedo exhortarte a cantar afinado… ¡pero sí a cantar fuerte! (Salmo 98:4-6).

Sí, los verdaderos adoradores debemos esforzarnos en cada aspecto de nuestra vida, estemos congregados o disgregados, para así poder ofrecer una doxología al Señor que surge como una respuesta a una teología través de Su Palabra (1 Cor 10:31). Pero cuando se trata de cantarle, recordemos de que este no es un asunto menor, sino que nuestra responsabilidad es ofrecerle algo más que una canción. El llamado es el de usar una herramienta efectiva creada por Él como es la música y la letra, por medio de la cuales nuestro Rey y Salvador ha de ser reverenciado por su pueblo, ¡incluso con hip hop!

            [1] Shai Linne: Lirical Theology Part 2: Doxology Intro

Tan Molina

Autor Tan Molina

Es pastor de la Iglesia Bíblica de Santiago y es profesor del Seminario Berea.

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