En 2003 me preparaba para ir a estudiar al Instituto Bíblico de Palabra de Vida en Argentina. Esa decisión despertó en mi iglesia una serie de reacciones. Por un lado, estaban los que se emocionaban por ver a Dios levantando a alguien de la iglesia para ser un misionero o un pastor en el futuro. Pero, por otro lado, estaban los que creían que ir a un instituto bíblico o seminario era una pérdida de tiempo, y tenían sus argumentos. El más famoso: “la letra mata, pero el espíritu vivifica”, queriendo decir que estudiar la Palabra me iba a matar y que debía pensar en ser un pastor que solo dependía del Espíritu para hacer el ministerio. Yo sé que hay mucho que decir acerca de esta afirmación, pero simplemente diré que este argumento viene de una falsa interpretación y aplicación de 2Cor. 3:6 y que el Espíritu usa la Palabra de Dios para hacer su obra. Pero, tristemente, es cierto que hay muchas iglesias que lo creen así. El otro argumento que usaron, más sutil, fue: “ese es el trabajo de la iglesia, no de un seminario. Solo hay seminarios porque la iglesia no hace su trabajo”. Es verdad que los seminarios no aparecen en el Nuevo Testamento y que no son una ordenanza del Señor. Es cierto que debe ser la tarea de la iglesia y, de una forma específica, de los pastores el entrenar a nuevos pastores para el ministerio (2Tim. 2:2). Pero creo que tener seminarios no afecta lo que la iglesia debe y puede hacer. El problema está en cómo debemos ver los seminarios y la importancia que tienen para nuestros ministerios en las iglesias locales.

Yo amo la iglesia. No puedo pensar en mi vida cristiana sin la iglesia local. Me enojo cuando veo que hay algo que está compitiendo con la iglesia local en la vida de los miembros de la iglesia. Pero no creo que los seminarios sean un competidor con la iglesia, en verdad, los seminarios son y deben ser un ministerio de la iglesia local, sujeto al liderazgo de esta. Estoy de acuerdo con estas palabras de B.B. Warfield:

“Proporcionar una formación completa a un joven que aspira al ministerio no es tarea del seminario, sino del presbiterio, y no hay ninguna otra organización que pueda desempeñar esta función. El seminario es sólo un instrumento a disposición del presbiterio para ayudar a formar a los jóvenes que aspiran al ministerio. Un instrumento, por supuesto, pero no el instrumento, ya que el presbiterio dispone de otros instrumentos para llevar a cabo esta labor”.[1]

Y es un instrumento importante. No para convertir estudiantes, o darles el inicio de una vida de piedad (aunque si contribuya para eso), pero la función de los seminarios y la ayuda que dan al liderazgo de la iglesia es de entrenar a los candidatos al ministerio en aquello que van a hacer. En eso, el seminario fue y sigue siendo un lugar especial para mí.

El apóstol Pablo recordó a su hijo en la fe, Timoteo, lo que Dios esperaba de él: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad”. (2Tim. 2:15). La razón para esto es porque solo por medio de la Palabra las personas ganan sabiduría para la salvación (3:14-15) y solo por medio de las Escrituras los creyentes pueden ser maduros (3:16-17). Por eso el apóstol exhorta una vez más: “Predica la Palabra” (4:1-2). Los seminarios son instrumentos que ayudaron al candidato al ministerio a hacer esta labor importante en la iglesia de Cristo. Este es el gran propósito de los seminarios. ¿Podría la iglesia hacer esto? Claro que sí, pero seamos honestos, es muy difícil encontrar en una sola iglesia hoy en día los suficientes maestros o pastores que pueden formar, de una manera exhaustiva a los candidatos. Por eso, en mi opinión, es bueno que iglesias de bajo una misma confesión y fe se junten para hacer un seminario y se apoyen en la formación de sus futuros ministros.

Además, aunque hay siempre riesgos, hay también muchos beneficios. Estar en el instituto bíblico y lidiar con diferentes compañeros de diferentes países me preparó mucho para ministrar a distintas personas. Estar en el Seminario Berea me ayudó a tener un ministerio más profundo con la Palabra de Dios, amar más a Cristo y Su iglesia, y considerar como debía ministrar en Su iglesia, y todo eso porque tuve la enseñanza y experiencia de varios pastores y maestros a mi disposición.

Una vez expuestas las bases bíblicas, mi experiencia personal en Berea, conociendo la necesidad de mi país y, descansando en la gracia de Dios, deseo ver nacer un seminario en Portugal, que sea un ministerio de la Iglesia Bautista de Miratejo, sujeto al liderazgo de esta iglesia, que pueda estar a disposición de los pastores de otras iglesias, para ayudarles en la formación de sus futuros ministros. Como afirmó B.B. Warfield: “Los seminarios sirven para transformar a los santos alfabetizados en predicadores del Evangelio”.[2]

 


[1] https://www.monergismo.com/textos/teologia/proposito_seminario_warfield.pdf

[2] Ibid.

Mario Pina

Autor Mario Pina

Es pastor en la Igreja Baptista de Miratejo (Lisboa - Portugal). Graduado en el Seminario Berea.

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