Como nación, nos espantamos cuando aquel funesto 11 de septiembre más de 4,000 personas murieron asesinadas en manos de terroristas en Nueva York y Washington. Y cada año lo conmemoramos. Pero, pocos son los que se molestan cuando miles de vidas aun no nacidas perecen cada día en manos de médicos dedicados a practicar el aborto en clínicas y hospitales aquí en los Estados Unidos. Y no solo en Estados Unidos, el infanticidio en masa se está llevando a cabo en todo el mundo usando métodos tan horribles y crueles que ni siquiera me siento libre de describirlos en público.

LA REALIDAD DE LA MUERTE… BUSCADA

Resulta realmente trágico observar como el diseño de Dios para la mujer se ha pervertido hasta el extremo. Entre otras maneras, favoreciendo y facilitando que algunas de ellas conciban y decidan terminar con su embarazo por medio de un aborto forzado. Sin embargo, y al contrario de lo que muchas personas creen, el aborto no es simplemente un problema social, económico o legal. Es, en esencia y por naturaleza, un problema moral con implicaciones teológicas. El aborto es primordialmente una afrenta a la soberanía de Dios y a Su diseño de la vida humana. Y todos aquellos que, de una forma u otra, están envueltos en la destrucción de una vida humana, finalmente, van a rendir cuentas por sus acciones al Autor de la vida.

Estamos viviendo una época de locura legal y moral. Usted le puede provocar a un bebé lo que no puede hacerle a un animal. Las mismas personas que organizan desfiles y marchas pidiendo a gritos que “salvemos a las ballenas” o a “los bosques” son las que desfilan gritando “la mujer es libre de abortar a su bebé”. Y uno se pregunta… ¿Dónde comenzó todo? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El Señor Jesucristo responde esta pregunta en Juan 8:44: Sois de {vuestro} padre el diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre. El fue un homicida desde el principio.

 Satanás es el autor y promotor del homicidio, de todo homicidio. ¿De dónde viene la idea de matar infantes? Viene del diablo. El aborto es del diablo. Él lo inventó y lo promueve. Y lo viene haciendo desde hace mucho tiempo. Comenzó con el primer asesinato, introduciéndose en la mente de Cain matar a su hermano Abel. Y desde ese momento en adelante todo homicidio registrado en las Escrituras y perpetuado donde sea en el mundo es de Satanás.

Satanás asesinó a niños en la tierra de Canaán, cuando leemos que los canaanitas ofrecían a sus infantes al dios Moloc. Lo vemos en acción con la aniquilación de los niños varones judíos en Egipto. O aún en la masacre perpetrada a mano de Herodes durante la época del nacimiento de Jesús. Satanás ha sido un asesino desde el principio. Dios da la vida, y él intenta destruir lo que Dios ha hecho procurando la muerte prematura del ser humano (Hebreos 2:14)

LA REALIDAD DE LA VIDA… REGALADA

En todo este asunto del aborto hay una cuestión fundamental que no podemos pasar por alto: ¿Cuándo comienza la vida? Un gran número de médicos y científicos están de acuerdo de que la vida comienza en momento de la concepción. Y basan esta conclusión en la composición genética o hilo molecular del ADN. Este hilo molecular incluye 23 cromosomas del padre y 23 cromosomas de la madre que se unen en la fertilización y constituyen la reunión genética completa y necesaria para expresar las características innatas del nuevo individuo en cuestión.

Sin duda esto es relevante. Pero, aun poniendo a un lado lo que la ciencia ha confirmado hasta el día de hoy, ¿qué dice la Escritura? La respuesta no puede ser más contundente: la Biblia enseña que la concepción es un acto de Dios. Dios crea personal e individualmente a todo ser humano. No es, como algunos piensan, que Dios inició el proceso en la creación y después dejó todo para que funcione automáticamente. No es que Dios hizo a Adán y a Eva, y ellos y sus descendientes hacen el resto. Dios comienza, y supervisa todo el proceso de procreación de cada ser humano siendo parte esencial del mismo. Desde el punto de vista “negativo” observamos en la Palabra de Dios como Él, en ocasiones, no permite que las mujeres den a luz (Génesis 16:1-2; 20:17-18; 1 Samuel 1:5-6). Pero, desde una óptica “positiva” el Señor también concede hijos (Génesis 17:15-16; 21:2; 25:21; Rut 4:13).

Por supuesto que el hombre y la mujer están involucrados en el proceso de procreación, pero ¿quién es el que hace que la mujer conciba? La respuesta es más simple de lo que parece: Dios mismo. Así como no sabemos como sopla el viento, no entendemos plenamente como crece y se forma un ser humano en la matriz de su madre, pero todo esto es la obra de Dios (Job 31:15; Eclesiastés 11:5).

Cada uno de estos pasajes nos enseñan que Dios es el que retiene o concede el poder de concebir un hijo. Todo ser humano que es concebido lo es porque Dios así lo ha determinado. Cada vida es dada por Dios. Y cuando alguien aborta a un bebé está interfiriendo en lo que Dios ha creado.

Él es el que ordena la Vida y la hace posible (Salmo 100:3). Los hijos vienen del Señor (Salmo 127:3). No son un accidente, ni una inconveniencia, vienen de Él. Por eso, en un sentido real, cuando alguien aborta a un hijo esta contendiendo con el Creador de esa criatura, y cuestionando el derecho que Dios tiene de determinar quien vive o no (Salmo 22:9-10; Isaías 45:10-12)

Desde su concepción, Jeremías, Juan el bautista o Pablo fueron engendrados y concebidos con un propósito singular en sus vidas (Jeremías 1:5; Gálatas 1:15; Lucas 1:13-15). Resulta interesante notar también en qué términos se habla de ese niño concebido en el vientre de María. No era simplemente un feto o una vida en potencia, sino que se le presenta como al Hijo de Dios mismo, aunque todavía está por nacer (Mateo 1:20)

CONCLUSIÓN

Dios es el creador de la vida desde el momento de concepción.  Y, por tanto, el aborto, por mucho que los hombres traten de legitimarlo por medio de leyes, es la destrucción de la vida que Dios ha creado. No simplemente de un tejido o la extirpación de una partecita del cuerpo materno. Se trata de un asesinato. Consiste en traer a término a una vida que Dios ha hecho y esto implica interferir con Dios y contra Él.

¡Que el Señor tenga misericordia de cada una de sus criaturas! Desde la más pequeña e insignificante hasta aquella que se cree con el derecho de ocupar el lugar del Creador.

Henry Tolopilo

Autor Henry Tolopilo

Henry Tolopilo desarrolla un amplio ministerio de predicación y enseñanza en EEUU e Iberoamérica y es profesor del Seminario Berea (León, España)

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