Un granjero estadounidense había usado una piedra anormal que encontró en el campo como un tope para su puerta durante años, hasta que un día escuchó rumores de que se habían encontrado meteoritos de mucho valor en la zona en la que vivía. Así que decidió llevar la piedra a una universidad, y resultó ser un meteorito que tenía un valor de más de $100.000. ¡Fue un tesoro escondido a plena vista!

Hay otro tesoro escondido a plena vista en este mundo: el gozo de servir. En un mundo que basa la felicidad en promover el “yo” y saciar los deseos para uno mismo, pasa desapercibido la fuente inagotable de gozo que es servir a otros. Es una aparente paradoja, pero el gozo verdadero se encuentra en dar la vida en servicio a otros.

Nuestro Señor Jesús ejemplificó y enseñó esta paradoja al lavar los pies de los discípulos en el aposento alto en Juan 13. Todos conocemos el escenario: La noche antes de sus sufrimientos y muerte en la cruz, nuestro Señor “se levantó de la cena y se quitó Su manto, y tomando una toalla, se la ciñó…y comenzó a lavar los pies de los discípulos” (Juan 13:4-5). Fue un acto asombroso de servicio que conllevó varias lecciones espirituales para los discípulos (vs. 6-11), pero el Maestro da la principal instrucción de esta clase maestra sobre el servicio cuando dice: “Como yo os he hecho, vosotros también hagáis,” (13:15) y que al saber esto, “seréis felices si lo practicáis” (13:17). El tesoro no puede ser más evidente: al obedecer a Cristo, siguiendo su ejemplo de servicio, seremos felices. Literalmente la palabra es “bienaventurados.” Si servimos según su ejemplo, tendremos gozo.

Por eso debemos familiarizarnos con este “servicio según Jesús” que él ejemplifica y demanda en Juan 13 para que también participemos de este gozo.

  1. Este servicio es producto del amor genuino

Juan 13:1 es una declaración asombrosa que da contexto a este acto de servicio abnegado de nuestro Señor: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” Es claro: Cristo sirve a sus discípulos, porque los ama. El mismo amor que lo llevó a morir una muerte horrenda en la cruz por ellos produce el servicio genuino en este acto humilde.

El servicio genuino que trae gozo brota, no por obligación, no para ser visto por los hombres y promovernos ante sus ojos, sino por un amor genuino por los hermanos—el mismo que es una marca de un creyente genuino (1 Jn 2:10; 3:24; 4:7,12) y fruto del Espíritu (Gal. 5:22). Y es el mismo amor que Cristo demanda de sus discípulos en Juan 13:34-35 cuando les dice: “Un mandamiento nuevo os doy…que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos.”

El servicio “según Jesús” trae gozo y es el resultado natural de amarnos el uno al otro, como él nos amó a nosotros.

  1. Este servicio es lo lógico del Reino

Este acto de servicio de Jesús es totalmente ilógico a los ojos del mundo, y lo impropio de ello se ve en la reacción de Pedro: “¡Jamás me lavarás los pies!”. El orden de la sociedad indicaba que el que es señor y maestro (v.13-14) no debe hacer un acto reservado para los siervos mas bajos de la casa. Él a quien “el Padre había puesto todas las cosas en sus manos” (Juan 13:3), siendo la autoridad final y Rey sobre todas las cosas, no debía haber hecho el servicio de un esclavo.

Sin embargo, en la economía del Reino de Dios, hay otra jerarquía que Jesús enseñaba en su ministerio y demostró con su vida. Se describe en Marcos 10:43-45: “Cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor, y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos. Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

El mundo solo sirve a los que son más grandes, los que pueden demandar servicio, o a los que pueden recompensar por el servicio. El pequeño sirve al grande para obtener un beneficio propio. Pero Jesús destruyó esta idea cuando vino para servir, y morir en el lugar de pecadores como nosotros, Y, como resultado, nos llama a servir de la misma manera “ilógica” en Juan 13:14: “Si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.”

El servicio genuino trae gozo, pero no se encuentra en servir a los que nos pueden generar un beneficio, sino en hacernos siervos de todos, sin acepción de personas. Y solo es al imitar al Señor por humillarnos y hacernos esclavos de todos (Filipenses 2:7-8) que tendremos este tesoro de gozo en el servicio.

  1. Este servicio consiste en imitar a Cristo

El resultado de discipulado verdadero es ser hecho conforme al Maestro (Lucas 6:40, Mateo 10:25), y Jesús deja muy claro que Su ejemplo de servicio abnegado se debe imitar. Como El lavó los pies, “vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (13:14-15). Es un deber. Es un mandato. Pero también es un gran privilegio.

El propósito de Dios para cada creyente es nuestra conformidad total a la imagen gloriosa de Cristo en Su perfecta humanidad (Romanos 8:29, 1 Juan 3:2-3). Esta realidad provee un gozo indescriptible. Pero en el plan de Dios para nuestra conformidad a Cristo no existe una exención en el servicio. Como Cristo dice en 13:16, “un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que el que lo envió.” No somos mayores que Cristo, y si vamos a tener el gozo de ser conformados a Su imagen, significa ser conformados a El en su servicio abnegado.

Conclusión

Hemos sido llamados a servir abnegadamente a los que el mundo pisa y desprecia en su afán de saciar sus propios deseos para unas gotitas de gozo pasajero. Sin embargo, llevar a cabo esta tarea resulta una fuente de gozo inagotable para el creyente. Servir a los demás por un amor genuino, haciéndonos siervos de todos, e imitando a Cristo, mientras somos conformados a su imagen, lleva consigo la promesa de Cristo: “si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis.” Aprovechemos las riquezas de este tesoro hoy, imitando al Maestro.

Joseph Grewe

Autor Joseph Grewe

Joseph Grewe tiene una Maestría en Divinidad por The Master’s Seminary y sirve al Señor en la Iglesia Evangélica de León. Joseph está casado con Hannah y tienen 2 hijas.

Más artículos de Joseph Grewe