En estos días de incertidumbre en los que nos toca vivir, observamos de manera generalizada una marcada preocupación por las finanzas. Notamos a nuestro alrededor la ansiedad en cuanto a la vida en esta tierra; en cuanto a si vamos a tener lo suficiente para sobrevivir.

Sin embargo, el afán, la ansiedad, la preocupación desmedida por las cosas, es algo que no debe existir en la vida de un cristiano. Esto es justamente lo que caracteriza a la gente del mundo. De hecho, en Mateo 6 Jesucristo mismo exhorta hasta tres veces  a sus oyentes a no afanarse, a no vivir preocupados por las cosas que son necesarias para vivir en esta tierra (v. 25, 31, 34).

La gente vive preocupada por las cosas materiales y que puede hacer para que esta vida sea lo más cómoda posible con las cosas que uno pueda adquirir y amontonar para mantener cierto “estilo de vida” que los haga feliz. Pero aun en medio de este clima económico en que nos encontramos debemos hacernos la pregunta: ¿Cuál es la perspectiva bíblica de las cosas materiales?

La respuesta la encontramos en la enseñanza de Jesús en esta porción del capitulo 6 de Mateo, versículos 19 al 34. Esta instrucción no es teoría económica, ni un paradigma académico sobre finanzas, sino la palabra final de Dios sobre lo que un cristiano debe pensar y hacer con sus posesiones. El Señor nos instruye sobre las posesiones materiales y las divide en dos categorías.

La primera categoría tiene que ver con las riquezas; en otras palabras, todo aquello que va mas allá de lo que necesitamos para vivir, lo que acumulamos, o podemos guardar. Y la idea es que todo lo que tenemos mas allá de lo que necesitamos para vivir, lo necesario para cumplir con nuestros compromisos y necesidades diarias, no debe ser acumulado egoístamente para beneficio personal, sino que debe ser colocado en inversiones eternas. Lo que somos y lo que tenemos como cristianos nos ha de servir para extender los propósitos de Dios y la obra de Dios aquí en la tierra.

La segunda categoría tiene que ver con las necesidades básicas para cada día. Y la instrucción sobresaliente es la siguiente: no os afanéis por estas cosas. Existen tres razones por las que un discípulo suyo, un cristiano, como tú y como yo, no debe afanarse:

  1. No es necesario afanarnos porque Dios es nuestro Padre celestial.

Nuestro concepto de Dios va a afectar todas nuestras actitudes y conducta en nuestra vida diaria. Dios es el Creador de la vida, el Sustentador de la vida, el que controla soberanamente todo lo que es y ocurre en el universo, y si este Dios es también nuestro Padre, la conclusión es que no debe existir nada en nuestra vida diaria que nos lleve a la ansiedad. ¿Por qué? porque el controla todas las cosas, cualquier cosa y cada cosa que nos afecte….tal conocimiento debería disipar toda ansiedad. Mateo 7:11 dice: Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?

Demasiado a menudo dudamos, temblamos, nos hundimos, tememos que de alguna manera nuestro Padre, quien nos dio vida eterna, ahora, de alguna manera, no podrá sostenernos. ¡Qué absurdo es esto!

  1. No es necesario afanarnos porque nuestra fe es distinta.

Mateo 6:32 dice: “Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todas estas cosas”. ¿Qué quiso decir nuestro Señor? Es obvio que la gente sin Dios se va a preocupar y estar enfocada en las cosas que este mundo da; viven por las cosas de esta tierra porque no tienen ningún otro recurso. No existe en ellos recursos de Dios, son ignorantes de Dios, están excluidos de la vida de Dios, por lo tanto viven para el aquí y el ahora, afanados y aferrados a las cosas de esta tierra.

Ahora, imagínate a un hijo de Dios, un cristiano que piense de esta manera… ¡es imposible! ¿Por qué? porque su fe en Dios le impide llegar a esa conclusión fatalista y pagana. La fe cristiana dice: Dios es mi padre, y suplirá todas mis necesidades. Por tanto, puedo confiar en Él. Si me preocupo por estas cosas estoy pensando como un pagano….¡me estoy desviando de mi fe! Por esta razón Pablo exhorta a los creyentes en Filipos: Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. (Filipenses 4:6)

Esta es una exhortación a nosotros, quienes somos hijos de Dios. El vivir en afán es pensar como el mundo piensa, es concluir lo mismo que los que no pertenecen a Dios, es incongruente con nuestra fe.

  1. No es necesario afanarnos porque esto no es sabio a la luz del futuro.

No es sabio preocuparse por lo que no tendremos mañana. Si nos preocupamos por el mañana, no estamos siendo agradecidos con la provisión presente, y esto es pecado. Tenemos suficiente con pensar en las necesidades de hoy y disfrutar de lo que tenemos hoy, sin tratar de acumular “maná” para mañana, o preocuparnos si tendremos lo necesario para el día de mañana. Debemos vivir agradecidos por las bendiciones que Dios nos da hoy.

¡Qué perdida de tiempo y energías resultan de preocuparnos por lo que hipotéticamente va a suceder y como lo enfrentaremos! Dios dará la gracia para enfrentar cada situación… ¿cuándo? Cuando llegue el momento, ¡no hoy! Mientras tanto, la exhortación es clara: “Buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Vivimos tiempos difíciles, pero no es necesario afanarse porque Dios sigue al control de todo. No te afanes, confía en Dios, echa toda tu ansiedad sobre Él, y Él tendrá cuidado de ti. Hoy, mañana, y hasta el día que estés en Su presencia.

Henry Tolopilo

Autor Henry Tolopilo

Henry Tolopilo desarrolla un amplio ministerio de predicación y enseñanza en EEUU e Iberoamérica y es profesor del Seminario Berea (León, España)

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