El cuerpo es una de nuestras mayores preocupaciones. Todos queremos disfrutar de una buena salud física. Para ello tomamos continuamente decisiones. Invertimos tiempo y dinero que mejoren nuestra salud. Organizamos nuestros horarios para hacer ejercicio. Restringimos nuestros gustos para mantener una dieta. Tomamos vitaminas para fortalecernos. En definitiva, no queremos que nuestro cuerpo se atrofie.

Pero, y ¿qué de nuestra salud espiritual? ¿Tienes el mismo interés en cuidarte? En alimentarte bien, en ejercitarte y esforzarte diariamente. ¿Estás dispuesto a invertir tu tiempo y tu dinero para fortalecerte espiritualmente? ¿Qué estás haciendo para cuidar tu vida espiritual? ¿Qué plan estás siguiendo para estar en buena forma? ¿O estás atrofiado espiritualmente? Te invito a que examines tu salud espiritual a la luz de cuatro pruebas.

  1. La prueba del Infantilismo

El infantilismo se produce cuando un adulto mantiene todavía el carácter propio de un niño. El apóstol Pablo reprende a los creyentes en Corinto porque después de 5 años como cristianos, debiendo ser adultos, todavía se comportaban como niños espirituales. Pablo no pudo dirigirse a ellos como a “espirituales” (1Cor 3:1), es decir, como a personas que tienen el Espíritu Santo y son guiadas por Él (2:15), sino como a “carnales”, meramente humanos, hechos de carne. El término “carnales” aquí no tiene una connotación pecaminosa, sino que alude a lo humano. Pablo tan solo está describiendo que no les pudo hablar como a personas espirituales sino como a hombres naturales (1 Cor 2:14). Por eso, añade “como a niños en Cristo”, infantes, bebés en Cristo.

Hoy también corremos el mismo peligro. ¿Cuántos años han pasado desde que has nacido de nuevo? El infantilismo produce adultos comportándose como niños, pensando y relacionándose infantilmente, quejándose, peleándose, irritando a sus hermanos. ¿Cómo estás relacionándote con tus hermanos? ¿Te enfadas cuando no tienes lo que quieres? ¿Peleas para que prevalezca tu propio interés?

  1. La prueba de la Ignorancia

La atrofia espiritual también se evidencia cuando hay falta de conocimiento y comprensión de la Palabra de Dios. Pablo escribió a los corintios, “Os di a beber leche, no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo. En verdad, ni aun ahora podéis, porque todavía sois carnales” (1 Cor 3:2-3). La comparación entre la leche y el alimento sólido era común en la antigüedad, y se usaba para indicar el progreso en la comprensión. El apóstol está corrigiendo a aquellos que todavía se alimentaban como bebés, sin poder digerir el alimento sólido.

Esto sucede cuando creyentes nacidos de nuevo permanecen en esa verdad bíblica y sencilla, y no se esfuerzan en conocer y escudriñar más la Palabra. Su estudio y lectura de la Biblia se limita a una hora dominical. Esto produce ignorancia bíblica, y consecuentes “dificultades digestivas” cuando se sirve alimento sólido. Lamentablemente, esto no ocurre por falta de recursos o inteligencia. El problema no es mental, sino espiritual. Como dice Pablo, “porque todavía sois carnales”. La causa de la ignorancia bíblica es la carnalidad.[1] Por eso, Pablo confronta tal actitud pecaminosa que atrofia la salud espiritual.

Cuando en lugar de obedecer la Palabra de Dios, prefieres seguir tus propios deseos o pensamientos, esto es carnalidad. Cuando no priorizas el conocer a Dios y Su Palabra sobre otras decisiones en tu vida, actúas carnalmente. Esto produce ignorancia, falta de entendimiento de la Palabra, e impide que te desarrolles y crezcas porque no digieres el alimento que necesitas. ¿Cómo te estás alimentando?

  1. La prueba del Orgullo

La tercera prueba de la atrofia espiritual es el orgullo. El apóstol Pablo resalta que había “celos y contiendas” entre los corintios y esto era evidencia de su carnalidad andando “como hombres” naturales, como si no tuviesen el Espíritu (1 Cor 3:3). Los celos son fruto de la envidia y el resentimiento, y producen soberbia y rivalidad (Sant 3:14-16). Las contiendas son el resultado de posiciones arrogantes generando discordias y conflictos (1 Tim 6:4; Tito 3:9).

Ambos, los celos y las contiendas son manifestaciones del orgullo y el amor propio y, en definitiva, obras de la carne (Gal 5:20). Por eso, el apóstol pregunta retóricamente “habiendo celos y contiendas entre vosotros, ¿no sois carnales?”. ¡Sí! El orgullo manifiesta la carnalidad. Los celos amargos y las rivalidades indican que andamos como si fuésemos hombres naturales, sin el Espíritu, como personas no regeneradas por el Espíritu. Y esto es una incongruencia con nuestra salvación. ¿Qué hay en tu vida? ¿Qué piensas de tu hermano? ¿Estás satisfecho con lo que Dios te da?

  1. La prueba de la Mundanalidad

La atrofia espiritual se evidencia también por la mundanalidad, cuando pensamos como el mundo piensa y seguimos sus criterios. Esto sucedía en la iglesia de Corinto. Unos decían “Yo soy de Pablo”, y otros “Yo soy de Apolos” (1 Cor 3:4). Observaban a un líder, lo admiraban, lo enaltecían, y lo seguían por su sabiduría, elocuencia, y retórica. Esto es lo que hacía la sociedad corintia de la época siguiendo a grandes oradores que persuadían multitudes. Los corintios se habían amoldado a la manera de pensar y valorar del mundo. Por eso Pablo concluye retóricamente, “¿no sois simplemente hombres?” (1 Cor 3:4), es decir, hombres naturales, sin evidencia espiritual, carnales. Los creyentes corintios estaban viviendo como el mundo.

Manifestamos mundanalidad cuando nuestra manera de pensar es como la del mundo. ¿Valoras más un sábado o un festivo que el domingo? ¿Prefieres tener un buen trabajo, aunque te impida servir y congregarte semanalmente? ¿Qué parámetros sigues para educar a tus hijos? ¿Cómo decides en qué debes gastar tu dinero o invertir tu tiempo? ¿Qué pautas sigues para decidir cómo te vistes? Cuando las decisiones que tomas en la vida siguen los criterios del mundo y no los bíblicos, vives y te comportas como el mundo.

Conclusión

¿Cómo está tu salud espiritual? ¿Debiendo ser un adulto todavía te comportas como un niño espiritual? ¿Debiendo comer alimento sólido todavía estás bebiendo leche? ¿Fácilmente te ves inmerso en contiendas con otros, en celos, amargura y envidias? ¿Vives y decides como lo hace el mundo siguiendo sus criterios? Es hora de examinar tu vida, y decidir tomar buenas decisiones. Es tiempo ya de invertir en tu salud espiritual.

 


[1] El término σαρκικοί (“carnales”) en el v.3 define a alguien ‘caracterizado por la carne’ o que la carne lo describe, y sí tiene una connotación pecaminosa. Habla de alguien que obedece a sus deseos carnales y pecaminosos. Sin embargo, el término σαρκίνοις (“carnales”) en el v.1 se refiere a algo o alguien ‘hecho de carne’, humano. En 2ª Corintios 3:3, Pablo describe con el mismo término a los “corazones humanos” para referirse al corazón de carne. En el contexto de 1ª Corintios 3, los que son de carne contrastan con los espirituales, así como el hombre natural contrasta con el espiritual en 1ª Corintios 2:14-15.

David González

Autor David González

Pastor de la Iglesia Evangélica Teis en Vigo (España) y profesor adjunto del Seminario Berea en León (España). Tiene una Maestría en Divinidad de The Master’s Seminary. David está casado con Laura y tienen 2 hijas (Noa y Cloe).

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