La oración es vital en la vida del creyente. Charles Spurgeon afirmó en una ocasión: “Muchas son ‘las nubes’ del Señor que ‘destilan grosura’, pero una especial es la de la oración. Ningún creyente, que pasa mucho tiempo en la cámara de oración, tendrá necesidad de clamar: ‘¡Mi desdicha, mi desdicha, ay de mí!’ Las almas hambrientas viven distanciadas del trono de gracia y parecen campos desiertos en épocas de sequía. Prevalecer con Dios luchando en oración de seguro hace fuerte al creyente–si no feliz.”.

No hay duda de que la oración es esencial, y una parte importante de una vida de oración es la intercesión por nuestros hermanos en la fe. Pero, ¿sabemos cómo orar por nuestros hermanos? Pablo era un hombre de oración, y varias de estas oraciones fueron inspiradas por Dios en la Escritura. Una de ellas se encuentra en Efesios 1:15-19 y nos deja un ejemplo perfecto a seguir en nuestra oración por otros. A la luz de este pasaje encontramos dos ingredientes básicos de una oración fraternal intercesora.

1. Gratitud fraternal (Efesios 1:15-16)

La idea principal de estos dos versículos la encontramos en el versículo 16, cuando Pablo afirma que en sus oraciones mostraba gratitud por los efesios, “no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo mención en mis oraciones”. La práctica habitual de Pablo era la oración. No era algo ocasional, sino que lo ejercía con regularidad incesante. Y como parte de sus oraciones continuas estaba el ingrediente de la gratitud por sus hermanos. Pablo mostraba externamente en palabra el sentimiento interno de aprecio y gratitud, y concretamente lo verbalizaba en sus plegarias.

Su agradecimiento por los efesios no era superficial, sino real, basado en su conocimiento personal de ellos. Pablo había sido usado por Dios para llevarles el mensaje de salvación en Cristo y, de hecho, les había ministrado por unos 3 años. Ahora, alrededor de un lustro después de su partida, no se había olvidado de sus hermanos, al contrario seguía acordándose de ellos en oración con gratitud. Pablo no sólo oraba con gratitud regularmente por los efesios, sino también por los corintios, filipenses, colosenses y tesalonicenses, y probablemente por muchos más aunque no haya referencia explícita (1 Corintios 1:4; Filipenses 1:4; Colosenses 1:3; 1 Tesalonicenses 1:2; 2 Tesalonicenses 1:3; 2:13).

¿Por qué daba Pablo gracias a Dios por ellos? Su fe en Cristo y su amor por los creyentes eran las razones específicas que le movían a gratitud por los efesios como el versículo 15 afirma: “habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre vosotros, y de vuestro amor por todos los santos”.

Pablo estaba agradecido genuinamente por los efesios, y lo demostraba acordándose en sus oraciones con gratitud, especialmente por el fruto espiritual que demostraba su salvación genuina: su fe en Cristo y su amor por los hermanos.

Los seres humanos no tendemos a ser agradecidos. Desde pequeños nadie nos tiene que enseñar a quejarnos, sin embargo, sí a mostrar gratitud. Y aún así, nuestra gratitud suele ser muy deficiente e interesada. Hay gratitud tacaña, gratitud centrada en uno mismo, gratitud por lo que obtienes de otra persona e incluso la gratitud Mr. wonderful, como si fuera un eslogan que se puede poner en una taza.

La gratitud que se centra en uno mismo o por lo que se recibe de otra persona, no es el tipo de gratitud que encontramos en este pasaje. Pablo al orar con gratitud por sus hermanos no se centró en si mismo ni nada que hubiera recibido de los efesios, sino que se enfocó en la obra que Dios estaba haciendo en la vida sus hermanos para su bien y la gloria de Dios.

¿Cómo podemos cultivar este tipo de gratitud por nuestros hermanos? En primer lugar, hemos de cultivar una vida de oración (Colosenses 4:2; 1 Tesalonicenses 5:17). Seguidamente, hemos de labrar una vida de gratitud (1 Tesalonicenses 5:18). Y finalmente, cuando crezcamos en estas áreas en nuestra vida espiritual personal, estaremos preparados para orar con gratitud por nuestros hermanos genuinamente y como resultado de un fruto espiritual genuino. Y si lo haces, comunícaselo a tus hermanos. Tal vez no escribas una epístola, ni siquiera una carta, pero puedes decírselo o incluso mandarle un WhatsApp.

2. Petición fraternal (Efesios 1:17-19)

Primeramente, hemos de observar que la petición va dirigida a Dios, concretamente al Padre, versículo 17a: “pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria”. Se dirige al Dios único y verdadero asociándolo con el único Señor y Salvador de los hombres, Jesucristo, quien a su vez es Dios mismo, la segunda persona de la Trinidad. Nuestras oraciones llegan a Dios porque estamos en Cristo, y así tenemos acceso al trono de la gracia (Hebreos 4:14-16). Pablo, en su oración a Dios Padre por medio de Cristo, le describe como el Padre de gloria. Si una palabra tuviera que resumir el reflejo de la esencia y los atributos divinos, esa sería gloria. No cabe duda, Dios es glorioso.

No debería sorprendernos el contenido principal de su petición fraternal al Padre de gloria: un mejor conocimiento de Dios mismo, versículo 17b, “os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él”. Sabiduría en este caso significa conocimiento o entendimiento, mientras que revelación da la idea de desvelar o descubrir. Y así, Pablo pedía que Dios les diera la actitud y disposición espiritual para entenderle y conocerle mejor, según le iban desvelando y descubriendo más y más. Esto sólo es posible para los creyentes que ya tienen al Espíritu de Dios en ellos y por medio de la Palabra de Dios que ya ha sido revelada en las Escrituras.

Concretamente, el resto del pasaje delinea y concreta su petición de un mejor conocimiento de Dios, versículos 18-19: “Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder,”
Específicamente, Pablo oraba que los efesios creciesen en su conocimiento de Dios en tres áreas específicas: la esperanza de su llamamiento, las riquezas de la gloria de su herencia y la extraordinaria grandeza de su poder.

La esperanza de su llamamiento se refiere a la salvación y sus distintos aspectos. Oraba que Dios les ayudase a poner el enfoque en las verdades sobre su salvación que les acababa de describir: su elección, adopción, redención y perdón, entre otras (Efesios 1:3-10). El profundizar en la esperanza de nuestra salvación nos ayuda a conocer más a aquel que nos salvó, Dios mismo.

Las riquezas de la gloria de su herencia es una referencia clara a los versículos precedentes (11-14), a la herencia de los santos que ya se disfruta de alguna manera anticipadamente en vida, pero que se consumará en el futuro. La herencia actual es que somos parte de la familia de Dios y, como sus hijos, disfrutamos de sus beneficios espirituales. La herencia futura es que como coherederos con Cristo esperamos nuestra glorificación, el reinado milenial en esta tierra y la eternidad con Dios en los cielos nuevos y tierra nueva. Esta rica herencia nos ayuda a conocer mejor al que nos ha concedido tal herencia, Dios mismo.

La extraordinaria grandeza de su poder habla de su eficacia y fuerza. Con cuatro alusiones sinónimas [poder, eficacia, fuerza y poder (el primero y el último son términos distintos en el griego)], Pablo describe el poder divino. Dios tiene la capacidad para actuar, la fuerza energética para llevar a cabo su plan, el dominio y control absoluto que nada ni nadie puede frustrar. Es decir, nada se escapa del dominio de Dios para llevar a cabo su plan perfecto en la vida de sus hijos a quien ama. Esta extraordinaria grandeza de su poder nos ayuda a conocer mejor a Dios.
La vida cristiana no acaba con la salvación, sino que comienza en ese punto, y el resto de la vida en Cristo es profundizar y crecer en un mayor conocimiento de Dios, y como éste afecta a una vida que crece en piedad, es decir, semejanza a Dios, para su gloria. Como James Montgomery Boice, reconocido pastor en Philadelphia en el S.XX afirmó en una ocasión: “La mayor necesidad de la iglesia es que los creyentes profesantes conozcan más a Dios”.

Así, hemos de interceder en oración por nuestros hermanos para que conozcan mejor a Dios cada día de sus vidas, porque esa es el mejor motivo de oración tanto para ellos como para nosotros mismos.

La oración es vital en la vida del creyente. El gran predicador Charles Spurgeon lo entendía y lo practicaba, y animaba a otros a hacer lo mismo. Él también dijo sobre la oración: “El lugar más cercano a la puerta del cielo es el trono de la gracia celestial. Pase mucho tiempo allí solo, y obtendrá mucha seguridad; cuanto menos esté con Jesús, más superficial será su religión, contaminada con muchas dudas y muchos temores, y sin el resplandor del gozo del Señor. En vista de que la senda enriquecedora de la oración está a disposición del santo aun más débil, y el Señor lo invita a andar por ella aunque no sea muy santo, ocúpese, querido lector, de andar con frecuencia en el camino de la devoción privada.”

Hermanos, oremos, y oremos por nuestros hermanos con gratitud e intercesión. No desperdiciemos esta gran herramienta que Dios nos ha concedido por medio de Cristo.