Con demasiada frecuencia la gente piensa en lo que constituye un buen siervo o un pastor modelo, pero los criterios que se usan para son totalmente equivocados. 

Normalmente el éxito de un pastor es evaluado por: el tamaño de su iglesia, la habilidad que esta persona tenga para comunicar, su carisma personal, su preparación académica, si ha escrito libros o no, el número de seguidores en redes sociales o los despliegues espectaculares de masas y milagros en su congregación. Sin embargo, no encontramos ninguno de estos en el Nuevo Testamento como validos para determinar el éxito de un siervo del Señor.

El numero grande de gente en una iglesia no necesariamente indica mucho. El Señor Jesús enseña que las multitudes puede acumularse por razones equivocadas (Juan 6:24, 26; 65, 66). El hablar bonito o tener habilidad de comunicar en publico no indica una verdadera eficacia en el ministerio (1 Corintios 2:1, 4). La actividad espectacular en una iglesia cuando los creyentes se reúnen tampoco es un criterio para evaluar el éxito. Los corintios pensaban que porque sus servicios se caracterizaban por hablar en lenguas y profetizar al unísono, esto demostraba espiritualidad y la presencia de Dios en medio de ellos. Pero Pablo tiene que advertirles de que Dios no actúa de esta manera. La personalidad publica de un hombre tampoco es un criterio valido para determinar su éxito como siervo del Señor. De hecho, los falsos maestros acusaban a Pablo de ser una personalidad sin atractivo y un individuo que ni siquiera sabía hablar (2 Corintios 11:5-6) Pablo era un hombre humilde y ni siquiera quiso hablar de lo que vio y lo que oyó; en contraste a algunos que desfilan sus visiones y mensajes especiales presuntamente recibidos de Dios como señal definitiva de su llamado (2 Corintios 12:1-5)

Entonces, si ninguno de estos vale…¿Cómo medimos la efectividad de un pastor? ¿A quién podemos considerar un siervo excelente? ¿Cuáles son las características a observar en un guía “autorizado”? Esto es lo que Pablo quería para Timoteo, pero también para todos aquellos que desean agradar a Su Señor. En 1 Timoteo 3:8 en adelante se refiere a aquellos que fueron llamados específicamente a servir como diáconos, siervos en la iglesia. En este texto Pablo hace hincapié en el hecho que Timoteo debe considerarse un siervo, un diácono de Jesucristo. En contraste a la palabra doulos, que también se traduce como siervo, la palabra diácono, incluye no tanto la idea de sumisión, sino la idea de “ser útil en el servicio” (1 Corintios 4:1). 

¿Qué es lo que caracteriza a un siervo excelente? Pablo responde en 1 Timoteo 4:6-7.

1. Un buen siervo de Jesucristo advierte a su congregación del error

Esto no quiere decir que el ministerio debe ser dominado por un enfoque negativo, donde todo lo que se dice es hablar de lo que esta mal con cualquier grupo o doctrina que no esta de acuerdo con lo que él enseña. Pero, definitivamente, el ministerio de la Palabra requiere el advertir sobre aquello que es falso.

La palabra que Reina Valera traduce “enseñar” y LBLA como “señalar” es un participio que tiene la idea de “colocar continuamente delante de alguien”, de “mencionar continuamente algo”. Literalmente dice “si colocas continuamente delante de ellos estas cosas”, serás un buen ministro de Jesucristo.

Pablo advirtió a los ancianos de la iglesia en Éfeso de que vendrían falsos maestros con el fin de corromper la fe de los creyentes. Resulta interesante que no trata de explicar todo lo falso que estos enseñarían, sino de advertir y encomendarlos a la verdad (Hechos 20:32). Porque cuando uno conoce la verdad está en condiciones de identificar el error y combatirlo. 

En última instancia, un buen pastor no se mide por su habilidad de acariciar a las ovejas, sino por su compromiso en protegerlas de los lobos y fieras del campo. Un buen pastor es un protector del rebaño.

2. Un buen siervo de Jesucristo estudia la Escritura con dedicación

Pablo le dice a Timoteo: “un buen ministro……es uno que esta nutrido en con las palabras de la fe y la buena doctrina”. Es triste ver observar en la mayoría de las iglesias evangélicas hoy una falta extrema de conocimiento bíblico. Muchos de los que enseñan y predican reflejan un entendimiento mínimo de la doctrina y una dedicación paupérrima al estudio de la Palabra. ¡Qué contraste tremendo con aquellos que nos trajeron la Reforma! Estos siervos de Dios eran antes que nada grandes estudiantes de la Escritura. Cuando estudiamos la historia de la iglesia notamos también que durante la era de los puritanos, se produjeron un increíble número de libros de doctrina y teología a manos de los pastores de las iglesias. Esto es lo que un pastor hacía, se dedicaba a estudiar la Escritura y a enseñar sus preceptos a través del púlpito y otros escritos. Eso es precisamente lo que Pablo esta diciendo a Timoteo: un buen ministro de Jesucristo es un individuo que se nutre en la Palabra.

La palabra nutrido apunta a un proceso continuo: Leer y leer y leer y digerir lo que se está leyendo por medio de la meditación. El punto es dominar el contenido de la Palabra de Dios y trazarla bien para convertirse en un obrero que no tiene de que avergonzarse ( 2 Tim. 2:15). Los que enseñamos la Palabra de Dios, somos llamados a ser expertos en el estudio de la misma. Es imposible enseñar la Palabra de Dios dedicando un mínimo de tiempo a su estudio y preparación. congregaciones. La Palabra de Dios es indispensable para la nutrición y el crecimiento cristiano. NO HAY SUSTITUTO.

3. Un buen siervo de Jesucristo evita la influencia de lo que es falso

La palabra “desecha”  es una palabra muy fuerte en el original, significa literalmente “rechazar” o “hacer un lado” refiriéndose a todo aquello que no es santo, lo impío, lo opuesto a la Palabra de Dios. Lo que Pablo esta diciendo a Timoteo es que como buen siervo de Jesucristo, debe nutrirse de las palabras de la fe y de la buena doctrina y desechar lo opuesto. Ni siquiera jugar con aquello que es falso. 

Entre los filósofos de esa época, la expresión fabulas de viejas era una frase común, que se refería a aquellas ideas que denotaban una carencia total de credibilidad. Para un siervo de Jesucristo, lo falso, los mitos, las fantasías, las fábulas y toda enseñanza profana ni siquiera debe ser considerada puesto que su origen es demoniaco (1 Timoteo 4:1). Debemos proteger nuestra mente y corazón de mentiras satánicas. Pablo dice a Timoteo: Desecha las cosas profanas.

4. Un buen siervo de Jesucristo es disciplinado en la piedad personal.

En nuestro texto, Pablo utiliza el término “ejercítate”, “gumnazo” en el original, de donde obtenemos nuestra palabra gimnasio o gimnasia. Se usaba para describir la labor de aquellos que se entrenaban para una competencia o disciplina atlética. Esto implica una preparación rigurosa, un esfuerzo que demanda sacrificio personal.

En la cultura en la cual se encontraba Éfeso (la ciudad de Timoteo), el entrenamiento físico era considerado de mucha importancia.  Los griegos ponían gran énfasis en el ejercicio y hacían del cuerpo casi un objeto de culto. Suena muy parecido a lo que sucede hoy, ¿verdad? La gente vive obsesionada por su apariencia física, y los vemos corriendo, saltando, transpirando,… Pablo usa esta costumbre de la sociedad griega y dice: “Timoteo, tu esfuérzate, ejercítate, entrénate. No necesariamente en tu cuerpo, sino PARA LA PIEDAD.”

Piedad quiere decir reverencia. Esta es la meta de un buen siervo de Jesucristo y es que el servicio en el ministerio no tiene valor, ni impacto si el siervo no se dedica, no se entrena, no se disciplina para la santidad (2 Timoteo 2:3-5). 

En su libro Liderazgo Espiritual, Oswald Sanders escribe: “ Los fines espirituales únicamente pueden ser alcanzados por hombres espirituales, usando métodos espirituales”. 

En una época en la que abundan los modelos y los planes de liderazgo, no olvidemos que nuestra guía infalible para un servicio excelente la encontramos en las Escrituras. Si las seguimos y las practicamos caminaremos seguros. ¡Que el Señor nos permita servirle con fidelidad para la gloria y honra de Su Nombre!

Henry Tolopilo

Autor Henry Tolopilo

Henry Tolopilo desarrolla un amplio ministerio de predicación y enseñanza en EEUU e Iberoamérica y es profesor del Seminario Berea (León, España)

Más artículos de Henry Tolopilo