Creo que todos sabemos que no todas las personas pueden ser médicos, arquitectos, profesores, jardineros o barrenderos. Probablemente un médico puede que sepa barrer e incluso un barrendero saber cómo curar ciertas dolencias físicas, pero lo más seguro es que cada uno realice su profesión de una manera más eficaz. Un médico tiene que ser una persona que diagnostique y trate a un enfermo con la intención de curarlo, un profesor el que conozca su materia de enseñanza para poder instruir a sus alumnos, etc.  El resultado en ambas actividades no siempre es favorable, y otras muchas circunstancias entran en juego, pero es para lo que se han estado preparando durante tiempo de formación.

Claro, lo sé, estos son oficios y existe una gran distancia al ponerlo como comparación con un tema espiritual, pero nos puede sacar de dudas cuando entendemos que evangelizar requiere también de un proceso necesario, un proceso divino. Respondamos a estas sencillas preguntas: ¿Debe un maestro enseñar? ¿Debe un doctor curar? Probablemente tengamos argumentos para un sí y un no, pero ¿Debe un cristiano ser un evangelista? Si ¡Un Cristiano Si debe ser un evangelista!

¿Cuál es el proceso?

  1. Ser un verdadero cristiano

En el evangelio de Mateo (Mat 28:19-20) el mismo Señor Jesús tras su resurrección es quien encomienda a hacer discípulos, ¡Cristo es el evangelio!, Él tiene la autoridad para mandar; “id” es el mandato y son sus discípulos quienes tienen que llevarlo a cabo. Cuando hablamos de un discípulo se refiere a la persona que ha experimentado el nuevo nacimiento espiritual y reconoce a Cristo como su Señor y Salvador y obedece sus mandatos.

El apóstol Pablo en la carta a los Filipenses (Fil 1:14-18) hace una declaración muy importante con respecto a la extensión del evangelio y aunque vemos como distingue dos grupos de personas y dos motivaciones diferentes para la predicación, una más correcta que la otra, son los hermanos como dice en el (v-14) los que por sus prisiones “tienen mucho más valor para hablar la palabra de Dios sin temor”. La motivación principal de un cristiano cuando lleva la Palabra de Dios a pecadores para que se arrepientan no es otra que el que Cristo sea proclamado como el único que puede reconciliar al hombre con Dios. Un hombre que está separado de Dios por su pecado (Ro 3:23); un hombre cuya paga por su naturaleza pecaminosa es la muerte (Ro 6:23); un hombre en cuya naturaleza pecadora no busca a Dios (Ro 3:10).

¡Quién mejor que una persona que ha experimentado esto en su vida como para compartirlo con los demás con una motivación correcta! Hace escasamente a dos días de terminar este devocional, estaba en una pizzería y mientras recogía mi pedido me encontré con un amigo que llevaba tiempo sin ver y me preguntaba que era de mi vida. “Soy pastor evangélico” contesté. Su cara fue un poema no dudó en decir: “ ‘Uff’, a mí esas cosas no me interesan”. ¡Claro, eso ya lo sé yo!, pensé. Y ahí se podía haber quedado la conversación, pero hay un pasaje que siempre debe resonar en la mente de un verdadero creyente y es el del apóstol Pablo cuando dice “Porque si predico el evangelio, no tengo nada de que gloriarme, pues estoy bajo el deber de hacerlo; pues ¡ay de mi si no predico el evangelio! (1 Cor 1:16)

El rechazo del hombre natural hacia Dios es el común denominador que lo caracteriza (Ro 3:23), pero de la misma manera que esto se manifiesta en todo el mundo, para el verdadero creyente predicar el evangelio debe ser “una impuesta necesidad” (1 Cor 9:16). Es decir, un verdadero creyente tiene el deber de llevar el mensaje de Salvación al pecador, y un no creyente no tiene ese deber necesario. El pizzero tenía la “obligación” de venderle a mi amigo una pizza, pero no la de predicarle el evangelio. Yo tenía la “impuesta necesidad” de  predicarle el evangelio y orar para que el Señor toque su corazón y se arrepienta de su pecado y confiese delante del Señor.

  1. La Palabra de Dios

Mack Styles en su libro de “La Evangelización” la define de la siguiente manera: “la evangelización es enseñar el evangelio con el objetivo de persuadir”. Puede sonar simple y llano, pero esto es verdad, y la Palabra de Dios debe tomar todo el protagonismo en la conversación con el incrédulo. Muchas personas se pueden interesar por la lectura de la Biblia a nivel intelectual y algunas han llegado al conocimiento de la verdad por ella. Un cristiano que evangeliza tiene la necesidad de conocer la Palabra de Dios confiando en que es suficiente (2 Tim 3:16) con el objetivo de que el Espíritu Santo convenza de pecado a la persona a la que se le está siendo proclamada (1 Cor 15:3-4). La Palabra de Dios es el mensaje en el cual confiar para persuadir al incrédulo, los testimonios pueden ayudar, las ilustraciones pueden aclarar y hacer entender, etc… Pero solo la Palabra de Dios tiene poder para desnudar al hombre espiritualmente y llegar hasta lo más profundo de su corazón (Hebreos 4:12).

  1. La Oración

No  emprendamos  nada en nuestra vida sin antes ponerlo en oración delante del Señor: “Orad por nosotros para que la Palabra de Dios corra y sea glorificada así como lo fue ente vosotros” (2 Tes 3:1). ¡Qué palabras más necesarias las de Pablo a los Tesalonicenses para implicarlos en la importancia que todo hermano en la fe puede contribuir a la extensión del Evangelio! “orad para la extensión de la Palabra”.  ¡Qué importante para este tiempo! Recordemos que un aspecto de la extensión del evangelio en la cual todo creyente puede contribuir es con la oración.

“Señor pon personas cada día en nuestro camino a las cuales predicarle el evangelio y obra en sus corazones conforme a tu voluntad para su arrepentimiento”.

Domingo Bosquet

Autor Domingo Bosquet

Anciano y obrero del Señor en La Carolina y graduado del Seminario Berea.

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