En los últimos años, la escatología (el estudio de los eventos del porvenir) se ha convertido en un área teológica controvertida. Frente a tanta discrepancia, muchos optan por quedarse solo con la idea de que al final todo saldrá bien, y rehúsan entender los sucesos que vendrán. Bajo el engaño de que no podemos conocer los eventos escatológicos, caemos en el error de descuidar lo venidero. De esto advirtió el conocido autor del siglo XX, C. S. Lewis, “Si leemos la historia, veremos que los cristianos que más hicieron por el mundo presente fueron aquellos que precisamente más se ocuparon del venidero… Es desde que los cristianos han dejado de pensar en lo venidero, que han llegado a ser ineficaces en el presente”.[1]

En un artículo anterior consideramos cómo debemos vivir esperando la inminente venida de Cristo. Cuando Él venga los muertos en Cristo serán resucitados, los creyentes seremos transformados, y la iglesia será arrebatada para recibir al Señor en el aire. La venida de Cristo desencadenará el cumplimiento de una serie de sucesos profetizados. No mencionaremos todos aquí, pero subrayaremos algunos detalles importantes en tres de ellos.

La Tribulación

En primer lugar, cuando Cristo venga, la iglesia será arrebatada y se iniciará en la tierra la Tribulación. Este será un periodo de 7 años, que culminará con la 2ª venida de Cristo para juicio.[2] El apóstol Pablo lo explica en su primera carta a la iglesia en Tesalónica, cuando expone que después del arrebatamiento vendrá el día del Señor (1Tes 5:1-2).

El “día del Señor” se refiere a un periodo de juicio en el cual Dios juzgará y derramará su ira por causa del pecado. Será un día de “destrucción” (1Tes 5:3) y de “ira” (1Tes 5:9). Pablo toma la expresión de los profetas quienes lo describieron como un tiempo de tinieblas, juicio, ira, prueba, angustia, destrucción, desolación y castigo (Amós 5:20; Joel 1:15; Isaías 13:9; Mal.4:1-2). Jesús también se refirió a este tiempo de tribulación como un tiempo de engaño, prueba, turbación, persecución, sufrimiento, y apostasía (Mateo 24). Apocalipsis 6:17 advierte de su inicio diciendo, “ha llegado el gran día de la ira de ellos, ¿y quién podrá sostenerse?”.

Este día vendrá “como un ladrón en la noche” (1Tes 5:2), es decir, inesperadamente, sin saber la hora de su llegada. De manera que sorprenderá al incrédulo, pero no sorprenderá al creyente (1Tes 5:3-5). Porque dice “vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que el día os sorprenda como ladrón”. El día del Señor no atrapará a los creyentes porque ya habrán sido arrebatados. Ese día no será para los hijos de luz sino para los incrédulos. Porque Dios no nos ha destinado para ira, sino para obtener salvación (1Tes 5:9; Apoc 3:10). El propósito de Dios para el creyente no es que suframos Su ira en el día del Señor. Esta es la “ira venidera” de la cual Jesús nos libra (1 Tes 1:10).

La Segunda Venida

La 2ª venida de Cristo a la tierra pondrá fin al periodo de tribulación (Apoc 19). Cristo será revelado “desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego” (2Tes 1:7). Vendrá con los ángeles de su poder, los cuales tienen el poder delegado por el Señor para llevar a cabo sus juicios. Él vendrá a la tierra para juzgar con el fuego de Su juicio (Mat.16:27). Y entonces, destruirá al Anticristo con el resplandor de Su venida (2Tes 2:8). Este será el fin del “inicuo” que Apocalipsis describe como la bestia (Apoc 19:20), y cuya manifestación tiene lugar en los siete años de tribulación (Daniel 9:27).

El Anticristo establecerá un pacto al comienzo de dicho periodo, y lo romperá a la mitad del tiempo. Buscará usurpar el lugar de Dios y exigirá adoración a sí mismo (2Tes 2:4). Tendrá dominio y autoridad hasta que se cumpla el tiempo determinado y Cristo lo destruya en Su 2ª venida. Cristo vendrá a la tierra con los ángeles de su poder, y “todo ojo le verá” (Apoc.1:7). Se “afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos” (Zac.14:4). Y entonces “se sentará en el trono de su gloria” (Mat 25:31), y “será rey sobre toda la tierra” (Zac.14:9).

El Reino Milenial

Después de la 2ª venida de Cristo, entonces comenzará Su reino sobre la tierra por mil años.[3] El apóstol Pablo identifica este reino en 1ª Corintios 15:25 cuando dice que “Él debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”. Cristo se sentará en Su trono (Apoc 3:21) y regirá las naciones con vara de hierro durante mil años (Apoc 19:15). Cristo suprimirá todo dominio, toda autoridad y potencia, y cumplirá así la Escritura. Como el postrer Adán, Cristo sojuzgará la tierra con justicia y señoreará sobre todo lo creado con gloria y honra (Heb 2:9).

Esto es lo que Juan describe en Apocalipsis 20, después de la 2ª venida de Cristo (capítulo 19) y antes de la nueva creación (capítulo 21). Satanás será atado por mil años, será arrojado al abismo, y dejará de engañar a las naciones durante mil años. Entonces Cristo reinará y los Suyos reinarán con Él. Y cuando se cumplan los mil años, Satanás será soltado por poco tiempo y Cristo lo destruirá. Así demostrará que Él es la simiente prometida (Gén 3:15), y aplastará definitivamente la cabeza de Satanás. Destruirá la muerte, el último enemigo (1Cor 15:26), y cumplirá así Su misión de restaurar todas las cosas. Entonces, Cristo entregará el reino a Dios Padre, y mostrará así su absoluta sujeción a Él (1Cor 15:28).

Conclusión

Estas verdades escatológicas producen ánimo y aliento en la vida cristiana. Nos ayudan y fortalecen en la gracia del Señor. No caigamos en el error de descuidar los sucesos venideros. Ocupemos nuestra mente recordando las promesas y planes de Dios. Pensemos en lo venidero y seremos fortalecidos en el presente.

 


[1] C. S. Lewis, Mere Christianity (New York: Harper Collins, 2001), 134.

[2] Esto es lo que se conoce en escatología como la postura Pretribulacional, es decir, el arrebatamiento precede a la tribulación.

[3] Esto es lo que se conoce en escatología como la postura Premilenial, es decir, la 2ª venida de Cristo precede al reino milenial.

David González

Autor David González

Pastor de la Iglesia Evangélica Teis en Vigo (España) y profesor adjunto del Seminario Berea en León (España). Tiene una Maestría en Divinidad de The Master’s Seminary. David está casado con Laura y tienen 2 hijas (Noa y Cloe).

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