En un frío Noviembre del año 1955, mi querido hermano Saúl, hoy con 91 años y miembro de mi congregación, estaba predicando el Evangelio durante un funeral. Craso error a ojos de las autoridades, ya que, en plena dictadura franquista, este tipo de actitudes proselitistas estaban prohibidas y penadas. Cuando la policía se personó en el cementerio, se llevaron a Saúl a prisión, donde fue encerrado y se le entregó este comunicado:

Doscientas cincuenta pesetas son menos de 2€ hace 65 años. Pero tengamos en cuenta la inflación y estaremos hablando de unos 110€ hoy en día. Esa es una cantidad nada despreciable, especialmente considerando que Saúl era un joven con recursos limitados. La sombra de la cárcel si no pagaba esta multa pendía sobre él en caso de no pagar la multa. Todo por ser fiel a sus convicciones cristianas.

En Hechos 5 encontramos un pasaje que también habla de sufrir por ser fiel a las convicciones que Cristo nos da. Me refiero a Hechos 5:41-42:

41 Ellos, pues, salieron de la presencia del concilio, regocijándose de que hubieran sido tenidos por dignos de padecer afrenta por su Nombre.
42 Y todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y predicar a Jesús como el Cristo.

¿Cuál es el contexto de estos versículos?

Bien, este ellos del v. 41 se refiere a los apóstoles. De aquellos que caminaron y recibieron la enseñanza directa de Jesús, y que fueron enviados por Él para convertirse en mensajeros del evangelio de Salvación. Pero ¿qué ocurre? Hechos nos narra que desde el “día uno” del nacimiento de la iglesia, ésta ha encontrado oposición constante. Así, el capítulo 4 nos narra cómo los líderes religiosos y políticos comienzan a perseguir a los apóstoles. Pero cuenta también cómo ellos hacen oídos sordos a las amenazas de los líderes, y continúan obedeciendo el mandato del Señor de predicar el evangelio de salvación porque, v. 20: “nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Así que los religiosos los vuelven a poner en la cárcel (capítulo 5), pero el Señor los vindica llevando a cabo una fuga que ni en Alcatraz, y además por medio de un ángel. ¡Asombroso!

Los líderes religiosos están más preocupados por su status y poder ante el pueblo que por verificar realmente quién es Jesús. Y tratan por todos los medios apagar esta “rebelión”. Es entonces que llegamos a los vv. que nos ocupan (5:41). Los dejan ir por el momento, confiando que todo esto se calme, no sin antes, v. 40, azotarles injustamente (probablemente con dolorosas correas de cuero) y los ordenan cerrar la boca acerca de Jesús. Ahora bien, lo natural, ¿qué hubiese sido? Escoja una opción… o dos… o las tres:

  1. lamerse las heridas
  2. sentir lástima por uno mismo
  3. callarse agachando las orejas no sea que uno recibas más

Pero esto es lo increíble. Leamos de nuevo: Ellos, pues, salieron de la presencia del concilio, regocijándose de que hubieran sido tenidos por dignos de padecer afrenta por su Nombre.

¿Perdón? ¿Regocijándose? Sí, leemos bien. Regocijándose. No porque se han librado de la cárcel. O porque vayan a ser tratados como héroes. Regocijándose, no porque se han salido con la suya ante el establishment de la época. Sino que su gozo era, atención, v. 41, que: “habían sido tenidos por dignos de padecer afrenta por su Nombre”. En otras palabras, porque se sentían privilegiados de sufrir por Cristo. Y es que, además (uno pensaría que eran un poco masoquistas): Y todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y predicar a Jesús como el Cristo.Y van al lugar más público posible ¡el templo!… ¡A seguir haciendo lo que las autoridades les habían prohibido! Y ahí no termina la cosa, ya que, además, van de casa en casa enseñando acerca de Cristo. No cesan de predicar el evangelio de Cristo, el verdadero Mesías, ¡el verdadero Salvador! Todo esto a pesar de la persecución… ¿por qué? Porque solo Cristo es la Persona que trae un mensaje por el cual es digno sufrir. De sufrir con gozo.

Este texto no es un alegato en pro de la desobediencia civil, sino una vívida descripción de que la persecución y el sufrimiento van a ser parte de la vida del cristiano. Tal persecución no puede ni debe frenar al creyente ni el avance del evangelio. ¿Recordamos lo que Pablo le dice al pastor Timoteo en 2 Timoteo 3:12?: “todos lo que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos”. La pregunta obvia es la siguiente: ¿Estás sufriendo por tus convicciones cristianas? Tanto en Hechos, como Pablo con Timoteo, vemos cómo el creyente obediente, en mayor o menor medida, va a sufrir. ¿Es este tu caso?

  • ¿Estás siendo atacado, sea frontal o veladamente porque eres cristiano?
  • ¿Se te ha humillado, ignorado, o burlado en el trabajo porque tienes opiniones bíblicas y no del mundo, sobre temas de actualidad?
  • ¿Eres rechazado por miembros de la familia porque les estás predicando el evangelio?

El llamado es el de afrontar tu sufrimiento con gozo. Porque es un privilegio sufrir por Él. Pero, si no estás sufriendo ahora mismo, la pregunta es: ¿Estás dispuesto a sufrir con gozo por tus convicciones cristianas? ¿Preparado a padecer afrenta por el nombre de Cristo cuando llegue el momento? No hablo simplemente de sufrir por buenas causas. Por nobles que sean… Nelson Mandela, el fallecido presidente Surafricano, pasó 27 años en la cárcel, acusado injustamente por conspiración. Martin Luther King, el famoso activista de los derechos civiles en EEUU, fue asesinado. Ángel Sanz Birz, el español conocido como “el ángel de Budapest”, salvó a 5000 judíos Húngaros, enfrentándose al todopoderoso Nazismo. Todas estas causas son buenas y loables. Amén. Pero me refiero a sufrir gozosamente por Cristo. ¿Estamos dispuestos? Puede que, aún como creyentes, no estemos dispuestos a pagar el precio. ¡Hemos de arrepentirnos! Debemos reconocer nuestro pecado y sumergirnos en la Palabra para descubrir Jesús es la razón mayor, la más loable por la que sufrir.

Por Él merece la pena sufrir. Y sufrir con gozo, porque sufrir por Cristo es un privilegio dado por Dios al creyente, como dice Filipenses 1:29: “a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El”. Precisamente Pedro, uno de los encarcelados y azotados, ya con las heridas curadas, escribe en 1 Pedro 4:12 acerca de este sufrimiento por causa de Cristo. Y ¿sabéis qué dice al que sufre?

1 Ped 4:12: “No te sorprendas, sino afróntalo como algo normal”; sea que los ataques vengan del mundo (o aún del mundo evangélico).

1 Ped 4:13: “No te entristezcas, sino regocíjate en Cristo”; porque con Él esperamos la gloria eterna.

1 Ped 4:14: “No te alarmes, sino descansa en el poder del Espíritu Santo”; Él te sostendrá.

1 Ped 4:16: “No te avergüences, sino glorifica a Dios”; ten ese sufrimiento como algo digno por amor a Él.

No te sorprendas

No te entristezcas

No te alarmes

No te avergüences.

El pasaje en Hechos 5:42 termina diciendo que ellos siguieron predicando a Cristo y sufrieron el oprobio por ello, pero el Señor bendijo su disposición a sufrir por sus convicciones. Mi hermano Saúl también sufrió por sus convicciones en aquella ocasión (por cierto, el Señor proveyó para pagar la multa y librarse de la cárcel por medio de Eduardo Turrall… pero esa es otra historia). Su precioso ejemplo es que, no sólo en aquella ocasión, sino que aún en estos últimos años, él ha seguido siendo un modelo tremendo de sufrimiento gozoso debido a sus convicciones, por su amor a Cristo y Su Palabra.

¿Conoces y amas al Señor así? ¿Estás dispuesto a obedecerle y a sufrir por Él? ¿Dispuesto a recibir el oprobio con gozo por tus convicciones? Sea aquí en la tierra o en la gozosa eternidad, tu lealtad a Él será bendecida, para Su gloria.

Tan Molina

Autor Tan Molina

Es pastor de la Iglesia Bíblica de Santiago y es profesor del Seminario Berea.

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