Nunca como ahora en la historia la humanidad ha tenido acceso a la información tan “al alcance de la mano” como en los tiempos en que vivimos. Ante la mínima duda, abrimos el “navegador” de internet preferido y hacemos una búsqueda cuyos resultados aparecen en cuestión de décimas de segundo. Y es en esta época cuando se han puesto de moda términos como “sobre-información”, “desinformación”, “fake news”… porque la inmensa mayoría de la información que recibimos es subjetiva en el mejor de los casos, y manipulada en el resto. Con la nueva información recibimos nuevas ideologías. Y con las ideologías cuestionamos la información que ya teníamos. Y al cuestionarnos lo que conocíamos entramos en una espiral de desconfianza y decepción que puede llevarse por delante lo que es y siempre ha sido verdad.

Como creyentes estamos siendo expuestos a ideologías que pueden desviarnos de la verdad absoluta de la Palabra de Dios, aquella que es y siempre ha sido verdad, porque Su autor es “el mismo ayer y hoy y por los siglos”. Y la iglesia está en constante peligro de ser arrastrada por informaciones que cuestionan el plan de Cristo para Su iglesia (Mateo 28:18-20). La Palabra de Dios es la información fiable y suficiente que necesitamos para resplandecer en las tinieblas de este mundo, sea cual sea el siglo o la época. Es la revelación de Dios, que no está incompleta, ni necesita actualizaciones. La iglesia cuenta con la información veraz y eficaz de la Palabra de Dios para saber como conducirse en cualquier cultura y momento de la historia. Y haremos bien en recordar las verdades fundamentales de la iglesia, por medio de observarlos en una iglesia, precisamente, del primer siglo (Hechos 11:19-30).

El autor de este libro escribe aquí un preciso reportaje de la obra de Dios en la ciudad de Antioquía. Fue la primera iglesia plantada en un contexto gentil. Y Lucas redacta este reportaje en un momento clave en los comienzos de la iglesia, cuando los cristianos judíos comenzaron a ser plenamente conscientes de los planes de Dios para Su iglesia iban más allá del ámbito judío (Hechos 11:18). En este pasaje encontramos siete pilares esenciales para la iglesia sin importar cuáles sean sus circunstancias:

  1. La providencia de Dios.

La iglesia de Antioquía no surgió de un plan estratégicamente trazado por la iglesia en Jerusalén. Sino que fue resultado de la valentía de algunos creyentes que estaban siendo perseguidos (11:19-20). De hecho, la iglesia en Jerusalén se enteró de lo que estaba ocurriendo en Antioquía posteriormente (11:22). Dios no necesita de nuestros planes y estrategias para hacer Su obra. Él sabe como utilizar nuestras dificultades para lograr Sus propósitos. La persecución no es síntoma de que estamos haciendo mal las cosas, sino más bien todo lo contrario. De hecho, si no estamos sufriendo la hostilidad del mundo, deberíamos examinarnos seriamente, para comprobar si estamos obedeciendo los mandatos del Señor de la iglesia.

  1. La predicación del Evangelio.

Es interesante como Lucas nos cuenta que algunos de estos creyentes perseguidos sólo hablaban la Palabra a judíos (11:19), demostrando una comprensión parcial del Evangelio. Pero otros predicaron a toda clase de persona, probando su comprensión y convicción de que Jesús era el Salvador del mundo. Y que la salvación en Jesús era el punto central del Evangelio. Así fue que predicaron el Evangelio completo, a todos aquellos que pudieron, en obediencia al Señor, y sin pensar en lo que ya habían sufrido hombres como Esteban por predicar el verdadero Evangelio. Y es que, como bien sabemos, el Evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.

  1. El poder de Dios.

La iglesia no tiene ningún poder en el mundo. Esa es la realidad, aunque algunos no quieran reconocerlo. Pero la iglesia sí tiene el mensaje más poderoso del mundo. La iglesia es el plan soberano del Dios que es todopoderoso. Y como siempre ha hecho en la historia de Su iglesia, cuando el Evangelio es proclamado con claridad y valentía, el resultado es salvación. El poder de Dios está en el mensaje de Dios. Es por eso que si distorsionamos o diluimos ese mensaje, no podemos esperar que el resultado sea el poder de Dios. Si la iglesia considera que el mensaje necesita ser “adaptado” a los tiempos, no puede esperar que Dios responda como lo hizo en Antioquía (11:21).

  1. Los pastores apropiados.

¿Qué hizo la iglesia de Jerusalén cuando conoció la noticia del poder de Dios en Antioquía? Enviar a un pastor. ¿Y qué hizo aquel pastor (Bernabé) cuando llegó a aquella ciudad? Pastorear a los creyentes (11:23). Comenzó a exhortarles a la obediencia, a la lealtad a Cristo. Y la iglesia de Jerusalén no envió a cualquiera (11:24), sino a un hombre apropiado y espiritualmente cualificado, que a su vez comprendió que el plan de Dios era traer más hombres espiritualmente cualificados (11:25). Un equipo de pastores que se dedicaron a lo que los pastores bíblicos se dedican: a enseñar la Palabra de Dios.

  1. La Palabra de Dios.

Bernabé y Pablo reunieron a la iglesia para enseñarles. Esa era obviamente la prioridad de sus reuniones. Aunque, tristemente, no sea la prioridad de las reuniones de muchas iglesias hoy en día. Pero aquellos pastores apropiados confiaron en la verdad eficaz de las Escrituras, y así fue como el resultado llegó a ser la descripción de los discípulos de Cristo como “cristianos”. Allí empezó. Y no fue el nombre que los creyentes escogieron. Ellos eran discípulos de Jesús, seguidores de los mandamientos de Jesús. Pero algo que se hizo evidente para las personas a su alrededor.

  1. La preocupación por los demás creyentes.

Lucas continúa con su relato, mostrándonos un ejemplo del amor de los creyentes en Antioquía por los demás creyentes, que se hizo evidente en medio de una crisis global (11:27-28). Hoy en día la iglesia está siendo sutilmente engañada por un énfasis desproporcionado en la ayuda social. La mejor ayuda social que la iglesia puede aportar al mundo es la predicación del Evangelio. Obviamente debemos mostrar compasión por los necesitados a nuestro alrededor. Pero de ahí a transformar iglesias en ONGs hay una gran diferencia. El llamado para la iglesia es el del amor fraternal que impacta al mundo a nuestro alrededor, tal como Cristo enseñó (Juan 13:35), y tal como esta iglesia demostró. Conforme a lo que tenían, haciendo un uso realista y no místico de sus recursos, enviaron una contribución para el socorro de los “hermanos”. Sin duda el Nuevo Testamento hace un énfasis proporcionado en cuanto al amor a los hermanos (Hebreos 13:1-3).

  1. La provisión de Dios.

Los hermanos de Judea, que estaban necesitados, recibieron de parte del Señor lo que necesitaban. Y Dios, en esta situación, movió el corazón de los gentiles de Antioquía para hacerlo. Pero es evidente también que aquellos creyentes pudieron enviar de lo que tenían, porque el Señor también les estaba cuidando. Este hecho ha llegado hasta nuestros días, donde vemos que las iglesias de Cristo se sostienen por medio de las ofrendas de los creyentes. Y las iglesias de Cristo sostienen a los obreros y pastores apropiados por medio de las ofrendas de los creyentes. Y cada creyente con un mínimo de conocimiento bíblico sabe que, si tiene algo, es por la gracia y la generosidad de Dios. La iglesia siempre ha descansado y dependido de los recursos de Dios. Y nuestro Dios cuenta con recursos ilimitados.

Estos son los pilares esenciales de la iglesia de Cristo, en el siglo I, y en el siglo XXI. Esta es la información que debemos manejar. No necesitamos más. No nos conformamos con menos. Es información veraz, viva y eficaz. Y es la información que nos recuerda que la iglesia que el mundo necesita ver es aquella que confía en la gracia de Dios, en Su providencia, Su poder, Su palabra, y Su provisión. Y es aquella que busca la gloria de Dios, por medio de la predicación del Evangelio, por medio de la labor de pastores apropiados, y por medio de la preocupación por los demás creyentes.

No nos dejemos engañar. No nos dejemos llevar por doctrinas diversas y extrañas (Hebreos 13:9). Confiemos en la verdad que no cambia. Confiemos en aquel que dijo, “Yo soy la verdad”, aquel que es el mismo ayer y hoy y por los siglos.

Jonatán Recamán

Autor Jonatán Recamán

Pastor en la Iglesia Evangélica de Pontevedra (España) y profesor del seminario Berea (León, España).

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